Decreto 551/22: ¿puente al empleo o gomón con remos?
No es una mala idea, pero ataca sólo una de las razones por las que, en los últimos años, aumentó mucho más el empleo público que el privado registrado
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Los empresarios se levantan todos los días a tratar de ganar plata. En ausencia de “curros”, tienen que vender sus productos a demandantes que los compran de manera voluntaria. Para que ello ocurra tienen que fabricarlos, y para esto –entre otras cosas– necesitan contar con los servicios laborales provistos por otros seres humanos.
La creación de empleo, entonces, es una demanda derivada. No se trata de que el gobierno de turno, en clave tanguera, les diga a los empresarios: “Hacelo por la vieja, si no lo hacés por mí”.
¿De qué depende la demanda de trabajo? De tres cosas: 1) el volumen esperado de fabricación; 2) el costo laboral, y 3) el riesgo laboral.
Si se espera que el PBI continúe estancado, es difícil esperar que aumente el número de empleos. José, el propietario del bar de la esquina, no va a contratar más personal hasta que no vea más mesas ocupadas.
El costo laboral, entendiendo por tal no solamente el salario de bolsillo, sino todas las erogaciones que el empresario tiene que realizar como consecuencia de haber contratado a alguien, es el segundo factor. En el corto plazo es difícil sustituir mano de obra por maquinaria, pero sólo en el corto plazo.
Último, pero no menos importante, está la cuestión del riesgo laboral. Es una tragedia que en la Argentina el empleador típico se angustie por el “problema” que se compra cuando contrata a alguien, en términos de cumplimiento de las tareas, juicios laborales, etc. Por lo cual, en la medida de lo posible, trata de aumentar la producción abonando horas extra.
Pues bien, el decreto 551, del 29 de agosto pasado, titulado “puente al empleo”, se ocupa del segundo de los factores mencionados. Porque busca reducir el costo laboral del empresario que aumenta su dotación de personal, incorporando a su plantilla a algún actual beneficiario de algún plan social. Pero, obviamente, no puede aumentar la demanda de empleo ordenando el crecimiento del PBI, y tampoco puede hacer algo para disminuir el riesgo laboral. Por eso, más que “puente” al empleo, me parece que hay que pensar en un “gomón con remos”, tratando de cruzar un río caudaloso.
Ojalá funcione, pero si no lo hace o, mejor dicho, si funciona de manera limitada, no es que se trata de una mala idea, sino que el decreto ataca sólo una de las razones por las que, en los últimos años, aumentó mucho más el empleo público que el privado registrado
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