De "rebusque" a "emblema mundial del comercio ilegal"
Mucho antes de que Jorge Castillo fuera detenido por la policía en su campo de Luján, la Unión Europea ya le había dado a La Salada el título de "emblema mundial del comercio ilegal". Fue hace diez años, y para Castillo, más que un problema, eso fue en su momento un motivo de orgullo.
Más allá del ego de Castillo, La Salada ya se había convertido en un fenómeno económico que trasciende el conurbano y que no se puede explicar sólo como un polo de venta de mercadería falsificada. La feria nació a principios de los 90 como un "rebusque" para comerciantes bolivianos que se instalaron en un predio abandonado a diez cuadras del puente La Noria, donde años antes habían funcionado los balnearios de agua salada inaugurados en la primera presidencia de Perón y clausurados por la contaminación del Riachuelo.
Las tres primeras ferias que funcionaron bajo techo en La Salada -Ocean y Urkupiña, fundadas por los bolivianos, y Punta Mogote, que pertenece a Castillo- derivaron en un megacomplejo industrial y comercial. Dieron el gran salto en 2001, cuando la crisis obligó a muchas familias a reconvertir sus hábitos de consumo; el "shopping de los pobres" se convirtió en lugar de compra para una clase media empobrecida.
Hoy, La Salada reúne cerca de 30.000 puestos comerciales y se convirtió en un centro abastecedor mayorista para las más de 600 saladitas desparramadas por toda la Argentina. Tres noches por semana, miles de pequeños comerciantes de todo el país y de naciones vecinas llegan en "tours de compra" para abastecerse de mercadería que después venden en sus pueblos y ciudades.
Según las muy precarias estadísticas de los dueños de La Salada, la facturación de cada noche de feria ronda los US$ 10 millones, o sea, 120 millones al mes. La Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) afirma que La Salada es el centro comercial de una red comercial mucho más amplia que incluye las "saladitas" del interior y que en total mueve cerca 71.500 millones de pesos al año.
Ante la innegable acusación de que La Salada es un polo de ropa falsificada, la respuesta de Castillo es que hoy allí conviven prendas falsificadas con diseños y desarrollos originales, con marcas que dieron "el salto" desde Lomas de Zamora, como Scombro, Prestige, M51 o Punto 1.