De los penales a la economía: la imprevisibilidad como factor común
Con su efectivo sentido del humor, Juan Carlos de Pablo les contaba a sus alumnos que había escrito un libro llamado “Cómo patear penales”, en el cual decía que el truco consistía en patear para el lado contrario al que se tiraba el arquero. Y que tal fue el éxito del libro que se vio obligado a continuar la saga con “Cómo atajar penales”, donde sugiere que los goleros se tiren para el lado hacia el cual patea el jugador. No muy lejos de esta chanza estuvieron los consejos que me dio un amigo de mi padre cuando me casé (leer con voz ronca, como la del Coco Basile): “Pibe, ‘cuchame’: el secreto de la vida es comprar cuando está barato y vender cuando está caro”.
La inoperancia de estas sugerencias tiene que ver con la inhabilidad de saber qué lado elegirán el arquero o el pateador del penal, o cuándo es que algo está barato o caro.
Y si de predecir el futuro se trata, los economistas la tienen complicada. Difícilmente esto se deba a las incapacidades intelectuales de los practicantes de la disciplina de Smith, Ricardo y Marx. Miembros conspicuos de las ciencias duras han enfrentado los mismos escollos en relación a la dificultad de lidiar con los fenómenos sociales. “No existe una teoría económica universal… y probablemente no la haya durante nuestras vidas. La razón es, simplemente, que la economía es una ciencia demasiado difícil” escribió el matemático y físico John Von Neumann –una de las mentes más brillantes del siglo XXI– en la introducción a su libro con Oskar Morgenstern, en el cual sientan las bases de la teoría de juegos, que estudia el tipo de cuestiones interactivas que complican a las ciencias sociales y también a las biológicas.
Concretamente, un tipo de impredecibilidad habitual en la economía tiene que ver con las situaciones estratégicas, esas en las cuales lo que uno gana depende de lo que hace, pero también de lo que hace el otro y, además, de lo que ellos opinen de lo que el otro crea que el otro cree, y así sucesivamente, como en los penales, como en el espionaje, como en los mercados financieros...
La teoría de juegos es un área de la matemática y de la economía que se ocupa de entender y modelar estas situaciones estratégicas. Entre sus padres fundadores están Von Neumann, Morgestern y John Nash, cuya vida épica y trágica fue plasmada en la premiada película Una Mente Brillante. Casi paradójicamente, una predicción sólida de esta disciplina es que varias situaciones que ocurren en el marco de una interacción estratégica son predeciblemente… impredecibles.
“Maradona juega como el minimax” es el llamativo título de un reciente paper de Ignacio Palacios Huerta, el destacado investigador español, todo un experto en someter las predicciones de la teoría de juegos al test de los datos. Y a tal efecto, en varias investigaciones usó datos de penales de partidos profesionales para evaluar los principales resultados de la teoría de juegos, además de haber colaborado como consultor en el fútbol profesional.
En su última investigación, Palacios Huerta analizó todos los penales que pateó Diego Armando Maradona. Y luego de un escrutinio estadístico obtuvo dos resultados: 1) Maradona acertó en el 85,1% de los penales que pateó (cuando pateó hacia la izquierda la tasa de aciertos fue de 84,6% y cuando pateó hacia la derecha, de 85,7%; 2) en cualquier momento dado, es imposible predecir si pateará el próximo a la izquierda o a la derecha sobre la base de analizar los penales pateados con anterioridad.
El “teorema minimax” es un resultado clave de la teoría de juegos, que en términos muy simples predice que en situaciones como las de un penal: 1) la tasa de “éxito” debería ser igual para todas las estrategias posibles, y 2) los jugadores no seguirán una estrategia en forma rígida (y adivinable por el adversario), sino que la harán aleatoria, como si tirasen una moneda antes de decidir si ir a la izquierda o a la derecha.
Los resultados de Palacios Huerta sugieren que Maradona pateaba penales como si hubiera respetado a rajatabla lo postulado en los papers de Nash y Von Neumann. Es decir, no seguía una estrategia adivinable, y era igual de efectivo pateando hacia la izquierda o hacia la derecha. Maradona imitaba a la teoría y la teoría a él, como la naturaleza al arte, como dijo Oscar Wilde.
Una parte sustancial de las acciones sociales están regidas por las reglas del comportamiento interactivo y estratégico, como las que estudia la teoría de los juegos. La economía y la ciencia política han dedicado un espacio considerable a estas ideas para entender procesos electorales, de coaliciones entre empresas, de negociación de deuda, de determinación de precios de activos financieros, entre muchos otros temas que, por su estructura lógica, se asemejan a patear y atajar penales.
La consecuencia más dramática de estos resultados es que la teoría es la misma que dice que es imposible predecir exactamente el resultado de ciertos juegos estratégicos, porque los involucrados aleatorizan sus estrategias y, peor aún, porque los datos de la historia de estos sucesos resultan inútiles para la predicción, como demostró Palacios Huerta. O sea que la teoría de juegos predice que en este tipo de situaciones hay una impredecibilidad esencial, propia de su naturaleza estratégica.
Esta última apreciación pone un freno a lo que es esperable aprender de los datos, y al sobreentusiasmo que muchos tienen en relación con el fenómeno de big data. Hace pocos días, Nassim Tableb escribió en Twitter: “Esto me es difícil de aceptar en la era de internet. Me ha resultado muy difícil explicar que cuantos más datos, menos se sabe qué está pasando…. La gente todavía tiene la ilusión de que ciencia significa más datos”. Es la naturaleza estratégica que subyace a muchos fenómenos de la política y de la economía lo que explica su impredecibilidad, no la falta de datos ni de algoritmos más eficientes.
En el caso de los penales, y en lo que se refiere a predecir exactamente hacia dónde pateara un jugador, los datos previos solo parecen agregar ruido y confusión, como sugiere Taleb y como predice clara y paradójicamente la teoría de juegos.
La sorprendente habilidad predictiva de los algoritmos respecto de varios fenómenos cotidianos (como recomendar una película o “adivinar” cuánto se tarda en ir de un lugar a otro vía Google Maps) convive con la impredecibilidad de fenómenos cruciales, como la irrupción de Donald Trump en la política o la dinámica del Covid.
En pleno auge de big data, machine learning e inteligencia artificial seguimos sin haber mejorado nuestra habilidad predictiva de cosas aparentemente mundanas, como saber cuánto va a valer el dólar de acá a una semana. Porque munidos de los “consejos” de De Pablo o del amigo de mi padre, compradores y vendedores se encuentran en el mercado, apuntándose a entre ellos como en el famoso “meme” de los hombres araña que pulula por las redes sociales. Con una sonrisa socrrona, el Diego, Von Neumann y Carlitos Tevez dirían, a coro: “Is veri dificul”.
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