La militancia del miedo y una pregunta incómoda por la Corte
El ministro de Economía y candidato de Unión por la Patria participó de un almuerzo con el Consejo Interamericano de Comercio y Producción en el Hotel Alvear
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Solo, cerca del mediodía, el industrial se tomaba un cortado en el bar del Hotel Alvear. Antes de que Sergio Massa diera incluso sus primeras palabras, ya revoloteaba por su cabeza la duda existencial que se expandiría entre sus pares empresarios esa misma tarde. “¿Massa va por el poder o va por el bronce?”, se cuestionó. Repreguntó al aire: “Cuando tenga que sacar una nueva legislación laboral, ¿se va a apoyar en La Cámpora?”. El temor por la identificación con Cristina Kirchner resurgía. Cerró con una reflexión. “No nos vamos a dar cuenta de esto hoy, sino con sus tres primeras medidas si es elegido presidente”.
No fue extraño luego entonces que el propio Massa, una vez comenzado el almuerzo del Consejo Interamericano de Comercio y Producción (CICyP), haya mencionado sobre el escenario del círculo rojo por lo menos tres veces la palabra “duda” al referirse a su propia persona. “Yo sé que tantos años en la vida pública, les genera dudas (…) que pueden tener dudas sobre mi persona y mis ideas”, dijo la primera vez que trajo el tema. Por esto también les pidió la oportunidad a los presentes de probarse en su acción de gobierno, pese a que hoy ya es el primer ministro de un barco abandonado por Alberto Fernández.
A pesar de cierta desconfianza que genera su figura, Massa jugó un nuevo pleno al contraste con Javier Milei con cierto éxito. Desenfundó frente a los hombres de negocios su profesionalismo político frente al “amateurismo” libertario y lo combinó con una micromilitancia del miedo, lo que generó una ilusión de previsibilidad entre empresarios. “No se puede creer mucho de lo que dice. Pero los que están acá saben que, si vos tenés un problema, lo llamás y acciona. El drama es que necesitamos que haya una solución general, para todos, colectiva”, explicó el presidente de una cámara empresarial que escuchó a ambos.
Antes de que el ministro de Economía llegara al Alvear, desembarcó su avanzada. Del cocktail participaron Leonardo Madcur (jefe de Gabinete de Asesores) y Guillermo Michel (el titular de la Aduana). Lisandro Cleri (hombre de Massa en el Banco Central) y José Ignacio De Mendiguren (Industria) llegaron más tarde. En la mesa del Frente Renovador se sentaron además Graciela Camaño y Daniel Scioli.
Un cocktail caliente
“¿Va a asumir de canciller?”, le preguntó LA NACION a Juan Manuel Urtubey apenas entró. “El lunes vemos”, sonrió y negó estar al lado de Massa por un cargo. Se acercó entonces al círculo en el que además estaba José, su hermano y director de Celulosa, Cristiano Rattazzi, y Eduardo Eurnekian, dueño de Corporación América. “Vos le tenés que decir a Massa: ‘¡Te faltó trabajar para mí!’”, dijo José Urtubey bromeando sobre el paso del libertario por la empresa de Eurnekian. “A Massa lo veo con cintura, pero es difícil que pueda generar un cambio él solo. Necesita cinco tipos poderosos al lado que se pongan de acuerdo. Con uno solo no alcanza”, dijo Eurnekian sobre un gobierno de unidad nacional.
En otra esquina, un industrial bonaerense traducía que “unidad nacional” terminaría convirtiéndose “cooptación nacional” de dirigentes de otros espacios políticos y advertía sobre el acceso del kirchnerismo al submundo de las “carpetas” y su uso para negociar. “Hasta que no traigan a todos los empresarios que se rajaron Uruguay no van a poder hacer nada”, disparó sobre la desconfianza. Justamente, en las últimas 48 horas, empresarios argentinos se habían reunido informalmente en Colonia (San Juan) con el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou. Ese es el nivel de importancia que tienen para el uruguayo los capitales argentinos que se escapan de su propia tierra ante la debacle económica del kirchnerismo.
“Sergio no va a decir cómo hay que hacer cosas, pero por lo menos nos va a vender algún humo”, contó un hombre del mundo de los laboratorios, que criticaba a Milei por ni siquiera intentarlo el día anterior frente al mismo auditorio. La comidilla entre esos ejecutivos eran los endorsement (apoyos) periodísticos a Massa. Pese a que se mostraban desahuciados a la hora de acceder a insumos clave para producir por la falta de dólares en la economía, veían como “revulsiva” la diatriba en La Libertad Avanza a la hora -explicaron ellos- de entender el “pacto democrático”. Curiosamente, Massa luego les devolvió la gentileza en su discurso al hablar de la apertura comercial indiscriminada, no sin achacarles por los precios.
Cuando Massa entró al salón, luego de ser recibido con todos los honores por Francisco de Narváez en la puerta del hotel Alvear, Jorge Brito, presidente del Banco Macro buscaba su asiento. No había estado el día anterior con Milei. “Tiene que arreglar los problemas heredados y los que él creó. Pero me parece que da más certidumbre que el otro [en referencia a Milei]”, dijo el banquero ante la consulta de LA NACION. Massa se dio un fuerte abrazo con Ruben Cherñajovsky, dueño de Newsan. Scioli miraba de lejos, ya sentado en la mesa. Luego avanzó hasta el asiento de Eurnekian e hizo lo mismo. Dio vuelta a la mesa y se cruzó con Rattazzi. “No brindes conmigo que te van a retar”, bromeó el ministro. “¿Qué nos espera? Cháchara”, retrucó Ratazzi, que ya dijo que fiscalizará el domingo para LLA.
“¿Cómo ve la elección del próximo domingo?”, le preguntó LA NACION a Massa. “Yo no doy números de encuestas. Creo que va a ser muy pareja. Estoy muy tranquilo”, afirmó antes de sentarse en la mesa.
La micromilitancia
Massa endulzó con las palabras justas a todos los sectores. Habló de “corregir errores”. Dijo que buscará lograr un equilibrio fiscal (mencionó la posibilidad de fusionar empresas públicas y de eliminar los celulares para los empleados estatales), el superávit comercial y la competitividad cambiaria, trató de dar un mensaje sobre la transparencia (licitaciones públicas digitales, una nueva ley de ética pública y la Oficina Anticorrupción para la oposición) y aclaró el nivel de autonomía del Banco Central (como ya había adelantado, le dará la mitad del directorio a la oposición) en un eventual gobierno. Luego señaló que bajaría “de manera paulatina” las retenciones al maíz, el trigo y la soja. “Quita de retenciones, tipo de cambio unificado, previsibilidad, generar más producción y más exportaciones, son todas las cosas que en el sector son demandadas y van a ser bienvenidas”, afirmó Nicolás Pino, presidente de la Sociedad Rural.
En ese momento, Massa tosió. “Perdón, espero que no les moleste”, ironizó por las denuncias que sintió Milei en el debate. Hubo algunas risas en el salón. Allí empezó la eficaz micromilitancia del miedo. Aprovechando los cables pelados tocados por el libertario en su presentación en el Cicyp, cuestionó frente al agro la posibilidad de cortar relaciones comerciales con China y frente al sector automotor, lo mismo con Brasil. Luego alertó sobre una “apertura indiscriminada” del comercio y cómo eso podría afectar el sector textil, presente en la sala. Pidió, a diferencia de Milei, “fortalecer el Mercosur” y los describió como “nuestra casa”. En una de las mesas se escuchó entonces: “Ahí abrió el libro de pases”. Luego se manifestó a favor de la obra pública (la mesa de Camarco celebró) y cuestionó los resultados de los países que dolarizaron o eliminaron el Banco Central. “En todos hubo caídas de procesos industriales”, dijo.
Hubo por lo menos cinco aplausos mientras estuvo en el escenario del círculo rojo, muchos apalancados por De Mendiguren. Pero quizás el más sonoro fue cuando sorprendió diciendo que “durante 20 años le dijeron que era ´la embajada’ [por su vínculo con los EE.UU.] y ahora lo tratan de ‘pro China’”.
“¿Cómo vio a los dos candidatos?”, preguntó este medio a Eurnekian cuando se retiraba. “Uno es un tuerto y el otro es un ciego”, bromeó el empresario sobre Massa y Milei. Ni identificó quién era cuál. “¿Quién gana el próximo domingo?”, se le consultó a Alejandro Bulgheroni, de PAE, cuando daba media vuelta para la puerta de salida. Levantó los dos pulgares y aclaró: “Es una moneda al aire”.
Massa salió entonces del salón. Lo esperaban una manada de medios que se habían agolpado en la entrada del hotel y que habían ingresado al lobby para presenciar una conferencia de prensa del ministro. Mientras caminaba por el pasillo, un empresario le preguntó por la duda que nunca se había puesto sobre la mesa: “Sergio, ¿y la Corte?”. Massa no esquivó y respondió. “Viste que lo paré [por el juicio]. La Corte está hablando bien de mí”, dijo para, pasada por el baño mediante, enfrentar nuevamente a las cámaras.
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