De la Fed de Bernanke a la de Janet Yellen
El traspaso del timón de la Reserva Federal de las manos de Ben Bernanke a las de Janet Yellen, la presunta nominada del presidente Barack Obama para dirigir la entidad, será el más delicado desde que Paul Volcker asumió el puesto en medio de una inflación de dos dígitos en 1979.
Si bien es cierto que Alan Greenspan afrontó una crisis bursátil dos meses después de jurar en el cargo, heredó una economía en la que el desempleo era bajo y la inflación estaba cayendo.
Cuando Bernanke reemplazó a Greenspan en 2006 había un volcán financiero que amenazaba con entrar en erupción. Pero su primer año en el cargo fue tan plácido que la única mancha fue un comentario indiscreto a una periodista en televisión.
Si es nominada y confirmada, Yellen, en cambio, enfrentará una economía que ha contradicho durante años las propias previsiones optimistas de crecimiento del banco central. Yellen deberá abordar el escepticismo dentro y fuera de la Fed sobre la efectividad de los remedios que le quedan para estimular la economía y la conveniencia de utilizarlos. También tendrá que encarar la hostilidad del público hacia la Fed y la confusión del mercado sobre sus posturas.
Por si esto fuera poco, es un secreto a voces que es la segunda elección del presidente para el puesto: Obama prefería a Lawrence Summers, el ex secretario del Tesoro que renunció a ser candidato al constatar que su nombre no concitaba apoyo en el Congreso.
He aquí un repaso a los mayores desafíos de Yellen.
Primero, deberá decidir cómo utilizar las dos mayores herramientas en el arsenal de la Fed para apuntalar la economía: imprimir dinero para comprar bonos y mantener bajas las tasas hipotecarias y otros intereses a largo plazo, y prometer mantener las tasas de interés a corto plazo en niveles bajos por un período prolongado.
La tarea sería más fácil si la economía se comporta como predice la Fed: el empleo mejora lentamente y la inflación sigue bajo control. En ese caso, la entidad puede empezar a disminuir sus compras de bonos, reducir su portafolio de US$3,7 billones (millones de millones) conforme los bonos vencen y subir las tasas de interés a corto plazo, que ahora se ubican cerca de cero, a 2% para fines de 2015.
"El problema es si esta proyección es equivocada, y lo más probable es que lo sea", dijo el ex economista de la Fed Stephen Oliner durante un foro reciente.
Si la economía flaquea, Yellen tendrá que decidir hasta cuándo estará la Fed dispuesta a seguir comprando bonos a un ritmo de US$1 billón al año y si puede hacer promesas creíbles sobre el curso de las tasas de interés a corto plazo más allá de 2016.
Si la economía es más dinámica de lo previsto o surgen presiones inflacionarias, tendrá que decidir si el banco central debe vender parte de su cartera de bonos y, de ser así, hallar una forma de hacerlo sin provocar una fuerte reacción de los mercados que pueda hundir involuntariamente la economía.
En segundo lugar, Yellen tendrá que convencer a los políticos y al público de que hay límites a lo que la política monetaria de la Fed puede hacer para proteger la economía del Congreso y del presidente.
Bajo la batuta de Bernanke, la Fed ha hecho casi todo lo que está a su alcance para contrarrestar los efectos nocivos de la política fiscal, así como la incertidumbre sobre el futuro, lo que no está ayudando a fortalecer la confianza de los consumidores y las empresas. Una razón por la que la Fed sigue comprando US$85.000 millones en bonos al mes es porque está tratando de proteger la economía del daño ocasionado por Washington.
En tercer lugar, Yellen tendrá que reparar la fallida estrategia de comunicaciones que contribuyó a diseñar. La Fed de Bernanke es mucho más abierta, o "transparente" como les gusta decir a los banqueros centrales, que la de sus predecesores. Pero eso no está dando todos los frutos que se esperaban.
En parte, esto se debe a que la Fed está, por necesidad, experimentando. Después de recortar las tasas de interés a casi cero en 2008, ha tratado de dirigir los mercados mediante promesas para mantenerlas bajas durante un período inusualmente largo.
Manejar las expectativas del mercado es una parte central de la estrategia actual de la Fed. Pero cuesta persuadir a los mercados de que levantar el pie del acelerador (al reducir la compra de bonos porque la economía está repuntando) no es lo mismo que apresurarse a pisar el freno (al actuar demasiado rápido para subir las tasas a corto plazo).
Por supuesto, una estrategia que depende de enviar un mensaje claro a los mercados no funciona muy bien cuando la Fed los toma por sorpresa, tal como sucedió con su reciente decisión de prorrogar el programa de compra de bonos.
Igualmente, la labor de transmitir un mensaje claro y convincente se complica ante la cacofonía de voces que proviene del Comité Federal de Mercado Abierto y sus 19 miembros. El debate abierto es vital en una democracia, pero la Fed necesita un mensaje coherente si quiere influir sobre las expectativas, y los mercados parecen incapaces de escuchar a los representantes más poderosos del banco central e ignorar el resto. Es probable que Yellen intente imponer algo de disciplina.
Por último, están las conferencias de prensa trimestrales que Bernanke empezó a realizar cinco años después de asumir el cargo. Yellen, quien se prepara meticulosamente antes de sus apariciones en público, probablemente no tendrá más de seis semanas.