De 2002 a 2024: más asistencia y la misma pobreza
El modelo para salir de esta situación es con más empleo, menos desigualdad y sin inflación; el modelo de multiplicar planes asistenciales en el nombre de la “inclusión” no funciona
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La pobreza en 2024 llegó al 53% de la población urbana. Muy parecida a la de la crisis de 2002, cuando fue de 54%. Los números son casi iguales; la anatomía es diferente.
En 2002, la tasa de desempleo era de 20% de la población activa, la máxima que se tenga registro desde 1974. La gente subempleada queriendo trabajar más era el 12% de la población activa, también la máxima desde 1974. Sumando ambos índices, la gente con problemas de falta de empleo eran el 32% de la población activa. O sea, 1 cada 3 personas de la fuerza laboral no tenía trabajo o tenía trabajo insuficiente.
La desigualdad era alta. El coeficiente de Gini (0 máxima igualdad, 1 máxima desigualdad) subió a 0,53, máximo nivel en el último medio siglo y asimilable a los niveles de desigualdad de países tradicionalmente desiguales como Chile y Brasil, en aquel entonces. En suma, la pobreza en 2002 era por falta de trabajo y desigualdad.
En 2024, en cambio, la tasa de desempleo es de 7,6% y la de subocupación demandante también. Esto hace que la fuerza laboral con problemas de falta de empleo sea apenas de 15%, la mitad que en 2002. El coeficiente de Gini es de 0,47, más bajo que en 2002. Claramente la anatomía de la pobreza es otra. Hay más empleo y menos desigualdad. Con estas condiciones, habría que pensar que hay menos pobreza. Pero la pobreza es la misma.
El dato diferenciador es la tasa de inflación. En 2002 la tasa de inflación anual fue del 40%, mientras que en 2024 es del 225%.
Esto muestra a las claras que el modelo para salir de la pobreza es con más empleo, menos desigualdad y sin inflación. Algo que parece una verdad de Perogrullo pero que los argentinos tienen que experimentarlo en carne propia para creerlo.
El otro dato histórico de relevancia son los planes asistenciales. En 2002 estaban el Plan Jefas y Jefes de Hogar, que llegaban a 2 millones de familias, y la tarjeta alimentaria, que llegaba a 800.000 familias. O sea, había 2,8 millones de planes asistenciales.
En 2024 hay 4 millones de beneficios de Asignación Universal por Hijo (AUH), que en paralelo reciben 2,3 millones de tarjetas alimentarias, 600.000 complementos de leche para madres con hijos menores de 3 años, 1,8 millones de planes Progresar para jóvenes mayores de 18 que dejan de recibir la AUH, 1,3 millones de planes asistenciales Potenciar Trabajo, 1,7 millones de pensiones no contributivas y 4 millones de jubilaciones sin aportes dadas con las moratorias. O sea, 15 millones de transferencias mone tarias del Estado para evitar la pobreza. Una política asistencial mucho más generosa que la de 2002. Sin embargo, la tasa de pobreza es la misma.
Planes que no funcionan
El modelo de multiplicar planes asistenciales en el nombre de la “inclusión” tampoco funciona. Se multiplicaron los planes asistenciales y la pobreza sigue siendo altísima.
El dato que es igual en 2002 y en 2024 es el de las pruebas PISA de la OCDE que mide capacidades de lectura y matemática en jóvenes de 15 años de edad. En ambos años, el 43% de los jóvenes de 15 no sabe leer, escribir, sumar y restar para su edad. Este es el dato más preocupante de cara a pensar en una Argentina con pobreza cero.
El modelo para salir de la pobreza tiene cuatro aristas. Hay que multiplicar las empresas privadas para que haya mucha demanda productiva de trabajadores, hay que mejorar sustancialmente la calidad educativa para que haya trabajadores aptos para el empleo productivo, hay que modernizar las leyes laborales (en particular los convenios colectivos de trabajo que datan de las décadas de 1970 y 1980) y modernizar los planes asistenciales para que apunten a incentivar la incorporación al trabajo productivo.
Desafío grande para un país que ya perdió un cuarto del siglo XXI.