David Kohn: “La inflación saca la ganancia de competitividad que da un tipo de cambio más depreciado”
ARGENTINOS EN EL MUNDO. Estudió Economía en la Universidad Nacional de Córdoba y realizó la maestría en la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). En 2008, viajó a Estados Unidos para cursar el doctorado en la New York University y su tesis fue sobre la relación entre los flujos internacionales de capitales y los precios de los activos. Desde 2017 es profesor e investigador en la Universidad Católica de Chile
David Kohn reside en Chile desde enero de 2017, donde se instaló con su mujer, su hijo de cinco años y su hija de uno, para trabajar como profesor e investigador en la Universidad Católica. Previamente había vivido seis años en Nueva York, donde realizó el doctorado en Economía.
Su tesis fue acerca de cómo los flujos de capitales afectan las tasas de interés en Estados Unidos, pero durante el doctorado trabajó con dos compañeros en temas relacionados a la interacción entre el comercio internacional y la macroeconomía. "El tema principal de mi agenda de investigación es cómo la restricción del acceso al crédito de las firmas afecta sus decisiones de exportación", cuenta en una entrevista con lanacion.
Además, analizó la situación en Chile: "Un problema que viene desde hace tiempo es muy difícil que se logre atender en el corto plazo. Por más que puedan tomarse medidas, hay problemas profundos, como la desigualdad, que no se resolverán pronto".
–¿Cómo ve la apertura comercial que se intentó hacer durante el gobierno de Mauricio Macri?
–Se hicieron muchas cosas bien, se intentó bajar el costo de las empresas en términos burocráticos. Hoy es mucho más fácil exportar. Creo que son todas iniciativas muy importantes. Lo que termina perjudicando mucho a las firmas es la macro, porque no hubo una estabilidad que sea consistente con el aumento de las exportaciones. De cualquier manera, si uno ve los datos, desde 2011 cayeron mucho tanto el número de firmas que exportan como el total, y eso se revirtió. Entre 2015 y 2016 dejó de caer y aumentaron lentamente, sobre todo en las cantidades exportadas, porque los precios no acompañaron mucho.
–¿Cuántas empresas exportan en la Argentina?
–El número está en alrededor de 9500 empresas, que se compone de unas pocas compañías grandes y la gran mayoría son pymes, que son las que con el tiempo lograron sobrevivir. Estas empresas representan alrededor de 1,6% del total. En el sector manufacturero, específicamente, el porcentaje es mayor, de alrededor de 10%. En Chile, por ejemplo, las firmas manufactureras que exportan representan entre el 20% y el 25%, mientras que entre el 3% y 4% de las firmas totales exportan directamente.
–¿Y en volúmenes?
–La exportación de Chile hoy está en alrededor de US$75.000 millones, que es el 25% del PBI. En la Argentina, las ventas externas son de US$61.000 millones, que es entre 12% y 14% del PBI. Es muy bajo. La Argentina tiene uno de los coeficientes de exportaciones y de apertura comercial más bajos del mundo. También tiene uno de los más bajos niveles de desarrollo financiero del mundo, medido como crédito sobre PBI.
–¿Por qué la Argentina exporta tan poco? ¿Cómo está relacionado eso con el crédito?
–Hay distintas razones. Una importante es la estabilidad macro. El Banco Mundial publicó encuestas bastantes interesantes que le hacen a los directores de las empresas y de ahí surgió que uno de los principales obstáculos para el desempeño de las firmas y de las exportaciones son los impuestos. El de ingresos brutos, por ejemplo, es muy dañino, porque le establece tarifas a todos los niveles del producto, tanto al insumo como al valor agregado. Pero, además, las restricciones al acceso al crédito suenan como otro de los obstáculos más importantes. Entre un 70% y 80% de los directivos respondió que al menos un obstáculo moderado es el acceso al crédito o el costo del financiamiento. Después hay otras razones, como el hecho de no tener una macroeconomía estable y reglas claras. Eso también sucede en la Argentina, donde las reglas cambian de gobierno a gobierno. Invertir en exportar lleva tiempo y depende un poco de las expectativas de los beneficios futuros. Pero si uno tiene mucha incertidumbre sobre lo que puede pasar, entonces decide no pagar estos costos hundidos que se necesitan para exportar, como adecuar los productos a estándares de mejor calidad, establecer redes de distribución, invertir en comercialización en el exterior y que los clientes conozcan los productos. Estas cosas son difíciles de financiar y, en situaciones de inestabilidad, donde uno no sabe si se van a mantener las reglas de juego, muchas veces no vale la pena pagarlos.
–¿Cuánto impactan las devaluaciones en una mejora de las exportaciones? ¿Es instantáneo el efecto?
–En uno de los trabajos que realicé con los economistas Fernando Leibovici y Michal Szkup, investigamos por qué después de una gran devaluación las exportaciones aumentan lentamente. En los datos que tomamos se juntan distintos tipos de devaluaciones, donde han pasado distintas cosas, pero, en promedio, las exportaciones aumentan lentamente: tardan entre tres y cuatro años en responder. Nosotros estudiamos en particular el efecto del crédito y de la hoja de balance. Cuando hay una devaluación, por un lado, es más atractivo exportar y, por otro, hay firmas a las que, como tomaron deuda en moneda extranjera, se les hace más costoso acceder al crédito y pagarla. Estos son efectos contrapuestos. Lo que observamos es que las inversiones de las firmas durante estos períodos disminuyen, sobre todo las que tienen más deuda en moneda extranjera. Pero eso afecta a las exportaciones dependiendo de cuánto espacio tenga una firma para resignar recursos: si bien no pueden aumentar la escala, muchas pueden resignar ventas y recursos del mercado doméstico en pos del mercado externo. Otra de las razones es que lleva tiempo hacer conocer el producto afuera, hay costos de aprendizaje que toman tiempo. Finalmente, y no menos importante, es que uno tiene que tener cierta certeza de que esta mejora en los precios relativos se mantenga en el tiempo. Muchas veces, lo que pasa en la Argentina es que la inflación termina sacando esta ganancia de competitividad que da un tipo de cambio más depreciado.
––Cuando se analiza por sectores, ¿cómo impactan las devaluaciones?
–Hay bastante evidencia de que los que dependen más del crédito se ven más afectados cuando no hay desarrollo financiero.
–¿Cómo cambió la situación en Chile desde que llegó en 2017? ¿Fue sorpresivo el estallido social que se vive?
–Fue sorpresivo con el nivel de violencia que se expresó. Chile depende del precio del cobre. Con la caída del precio de las commodities bajó el dinamismo en la economía, que creció por debajo del desarrollo mundial entre 2014 y 2017. Las manifestaciones empezaron el 17 de octubre pasado por un aumento en la tarifa del subte, pero luego surgieron un montón de reclamos. Varios habían estado presentes antes, como la reforma de la Constitución. Pero fue sorprendente la magnitud, tanto de las protestas como de la manera en que se dieron.
–¿Por qué cree que escaló tanto y se prolongó en el tiempo?
–Hay mucha incertidumbre de cuánto más durará. Una parte de la responsabilidad no menor está en el gobierno, que manejó mal la situación y subestimó el problema. Pero también está la falta de líderes y de representatividad. Uno ve las encuestas y hay mucho descrédito en las instituciones, en los partidos políticos y en las fuerzas armadas, por ejemplo. Entonces es difícil canalizar institucionalmente estos reclamos. Había mucha bronca contenida por muchos años. Uno de los lemas de las protestas es "No son 30 pesos, son 30 años", por los 30 pesos que se iban a aumentar. Un problema que viene hace tiempo es muy difícil que se logre atender en el corto plazo; por más que puedan tomar medidas, hay problemas profundos como la desigualdad, que no se resolverán pronto. Es muy triste la violencia con la que se está dando todo. La gente no se da cuenta de que hemos sufrido mucho en manos de regímenes autoritarios y es importante rescatar el diálogo y el respeto ante todo. Hay que canalizar estos reclamos por medios institucionales. Pero el otro tema es que ya se ven los efectos económicos de las protestas y hay una posibilidad de que se haya debilitado la actividad económica y que Chile entre en recesión pronto. La gente que se verá más perjudicada será la más vulnerable. Esto no ayudará a bajar la desigualdad. Espero que, dado los costos que se están pagando en términos de actividad económica, se logren emprender algunas reformas que permitan mejorar la condición de vida de la gente más humilde.
–¿Cómo está la desigualdad en Chile versus la Argentina?
–Es difícil comparar entre países, pero, por ejemplo, el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas), que depende de la Universidad de La Plata y que se dedica a estudiar la pobreza y la desigualdad, indicó que la inequidad en Chile está dentro del promedio de América Latina. Ha disminuido en los últimos años, aunque desde 2010 está estancada la baja. La economía chilena es la que más creció en la región en términos de PBI per cápita y hoy es la más alta de la región. Por un lado, es cierto que se han logrado muchas mejoras en Chile. Si la economía no hubiese crecido, la pobreza sería mucho más grande. Pero también se pueden hacer cambios para que la desigualdad y la provisión de bienes públicos, como la educación y la salud, sean más acordes con el nivel de desarrollo económico que tiene el país hoy.
–¿Por qué hay tanta desigualdad?
–La región en sí es muy desigual. En Chile han habido mejoras con el tiempo, ya que tiene una estabilidad macro que ha podido mantenerse. Empezó desde un nivel muy malo. Cuando hay crisis y recesiones, afecta más a la gente más humilde y eso no ayuda a bajar la desigualdad.
–¿Cómo es la vida diaria para ustedes en la universidad desde que estalló el conflicto?
–No hay una situación de normalidad para nadie. Los alumnos que viven en zonas más alejadas, de orígenes más humildes, son los que más lo sufren. Hace tres semanas que tenemos clases intermitentes. Estamos intentando hacer clases online y hemos tratado de hacer jornadas de reflexión con los alumnos, para darles la posibilidad de que expresen cómo se sienten con respecto a esta situación, de los problemas que enfrentan en el día a día. La universidad es un ámbito para que se den estas discusiones. Uno de los principales problemas es que no hay mucha canalización de estas necesidades, de que se comuniquen un poco los problemas que hay. También estamos para tratar de colaborar y ver cómo se pueden solucionar las cosas.