Daniel Marx: “Una economía que decrece tiene muchas menos posibilidades de sostener una deuda”
Estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Fue líder del departamento corporativo del Banco Río de la Plata, director del Banco Central, director gerente de Darby Overseas Investments, director ejecutivo de MBA Merchant Bankers Asociados y responsable de la reestructuración del Grupo Arbol Solo - Inversiones Unidas.Fue secretario de Finanzas (2000-2001) y jefe negociador de la deuda (1988-1993). Fundó y dirige Quantum Finanzas.
Daniel Marx, exsecretario de Finanzas y director de la consultora Quantum Finanzas, nunca pierde la calma al hablar, ni siquiera cuando hace un crudo análisis de la economía argentina.
–¿Por qué la inflación se mantiene tan alta?
–La inflación es un tema complejo en la Argentina. Tiene una dimensión monetaria, por un lado, desde la forma de financiarse del Gobierno hasta la baja demanda de dinero y sus fluctuaciones. Es decir, cuanto menos se quiere usar la moneda para transacciones o para ahorros es cuando más sube la inflación. Después hay un problema de coordinación de conductas. Como hay una inercia inflacionaria y hay precios que se corrigen en función de lo que pasó, es un mecanismo de retroalimentación. En eso también influyen las políticas de precios. Por ahí baja la inflación en el corto plazo, pero aumenta la expectativa de inflación en el mediano y largo, porque se ven determinados precios que no se pueden sostener, y eso genera toda una complicación en cuanto a la misma coordinación y formas de calcular la inflación esperada.
–¿Cree que el anuncio del ministro Martín Guzmán de pisar el tipo de cambio y que aumente solo 25% en el año ayudará a frenar la inercia inflacionaria?
–Es una manera de tratar de coordinar las conductas, pero como es una cuestión compleja en la que hay varios engranajes que tienen que coordinarse, el peligro está en tener un tipo de cambio que no sea coherente con todo los demás. Igual, es un intento de empezar por algún lado.
–¿Cómo ve la situación cambiaria, entre el dólar oficial que tratarán de atrasar y el impacto de la emisión monetaria en la cotización paralela?
–El hecho de que el déficit sea elevado no necesariamente implica que se vuelca todo en la inflación. Depende de cómo se financie, pero, ciertamente, si se financia con crédito local, disminuye la actividad local, porque le saca posibilidad de crédito al sector privado, al resto de la economía. La manera de atender los dos localmente es haciendo más creíble el peso y que se use más, pero es algo que hay que tener mucho cuidado, porque una manera de hacerlo creíble es no imprimir pesos que la gente no quiere. Y si se financia en el exterior, hoy está muy limitado, porque la Argentina no tiene acceso al crédito internacional para el sector público.
–¿Por qué el riesgo país está tan alto, si la Argentina reestructuró su deuda el año pasado y no tiene vencimientos importantes en el corto plazo?
–Si un país tuvo un problema de deuda, es una indicación de que hay otros problemas. Una de las cuestiones que se está reclamando es precisamente cómo encaja la reestructuración de la deuda dentro de una estrategia país que haga pensar que no se tendrán nuevos problemas de deuda en el futuro. Eso no está tan clarificado y complica entender las perspectivas. Entonces no es solo pensar si hay vencimientos en el corto plazo, sino cómo se hará con todo el stock de deuda en el mediano y largo plazo, porque son ejercicios plurianuales, y eso tiene que ver con lo que se espera del funcionamiento de la economía: una economía que decrece continuamente es una economía que tiene muchas menos posibilidades de sostener una deuda.
–El mercado esperaba que un acuerdo con el FMI mostrara cuál es la estrategia económica de la Argentina. Ahora parece que este acuerdo se atrasará. ¿Se sobredimensiona lo que puede generar este acuerdo? ¿Convenía atrasarlo?
–La enorme mayoría de los países no tiene tanto problemas de sostenibilidad de deuda y tampoco tiene un acuerdo con el FMI. Lo principal es la estrategia que la Argentina se dé a sí misma. El hecho de tener un acuerdo con el Fondo no necesariamente garantiza una sostenibilidad de la deuda ni una estrategia que estabilice la moneda y de crecimiento. El FMI trata de buscar eso, pero son decisiones propias del país.
–¿Por qué cree que el Gobierno no fija un horizonte claro?
–Definir la estrategia significa no solo marcar un rumbo, sino a veces elegir entre uno u otro camino, por lo menos en el corto plazo. Y para eso hay que reconocer dónde se está y tomar decisiones políticas para superarlo. La coalición de gobierno estará en algún debate de cómo hacerlo, pero además corresponde a un mandato que la sociedad tiene que dar en su conjunto, y para lo cual ayuda mucho que el liderazgo, el Poder Ejecutivo, haga el planteo.
–La Secretaría de Energía, que depende de Guzmán, hizo público un informe que recomienda aumentos de tarifas de entre 26% y 32% para que no suban los subsidios. ¿Cómo impacta en el liderazgo del ministro si las tarifas aumentan menos que ese porcentaje?
–Estas son las complicaciones del manejo de la política de precios en una economía de alta inflación y donde hay que elegir entre distintas cuestiones. Postergar las soluciones en general tiene un costo alto. Esto también está relacionado con la provisión de servicios. No es solo el pago que uno haga ahora y quién lo enfrenta, sino también qué contrapartida hay. Nosotros tenemos experiencias en la Argentina que, por bajar el pago en el corto plazo, nos encontramos que, meses más tarde, el servicio o el producto no está. Hay que mirar no solo el balanceo de la inflación, sino también cómo se hace para sostener el producto o servicio de manera que no sea un problema para el resto de la economía después.
–¿Es una señal de alerta que, por más que el Banco Central compra dólares casi todos los días, no hay un aumento de las reservas netas?
–Esto ocurre porque hace pagos, por ejemplo a organismos internacionales. Después hay algunos otros movimientos, como la reciente apreciación del dólar, que hace que las reservas medidas en esa divisa sean un poco menores.
–¿Cómo ve la negociación con el Club de París?
–La intención es posponerlo. Lo que ocurre es que el Club de París, para hacer una reestructuración razonable, pide un programa con el FMI como precondición. Hay que ver si el Gobierno pide una postergación especial hasta tener un programa con el Fondo o hace algunos pagos. Inclusive en esos pagos existe la posibilidad de usar la asignación de derechos especiales de giro (DEG), que la Argentina podría estar recibiendo en el corto plazo. Pero eso también es una decisión a tomar, tanto por el deudor como por los acreedores.
–Se habla de que puede haber un preacuerdo antes de las elecciones con el FMI. ¿Existe algo así?
–En toda negociación existen partes que tratan de ir acercándose. A veces ocurre que el Fondo y el país contemplan el armado de una cuestión y, si se efectiviza, eso facilita la firma de un acuerdo formal posterior. Esto varía según cada circunstancia, no hay nada predeterminado al respecto.
–¿Alcanzan las reservas del Banco Central para atrasar el tipo de cambio oficial, para comprar bonos y mantener los tipos de cambio paralelos bajo control y para pagar los vencimientos de los organismos multilaterales?
–Lo de atrasar o no el tipo de cambio es una cuestión relativa entre evolución de costos, oferta y demanda de divisas, con lo que uno estima su valor. Hay momentos en los que, si suben mucho los términos de intercambio, los precios de exportación, eso da más margen. Hay que mirar esa evolución, porque últimamente la Argentina tuvo la ventaja de la suba de sus precios de exportación de manera notable. También puede tener la ventaja de esta asignación de DEG; hay conversaciones avanzadas y le darían un margen adicional por unos US$3400 millones. Depende también de lo que sea la evolución del crédito y el uso del crédito para las inversiones, particularmente proveniente del exterior. Me parece que hay empresas argentinas que podrían tener acceso al crédito en el extranjero si esto se tranquiliza, y con ello generar una oferta de divisas que haga que alcance más. Tengamos en cuenta que en el mundo se está hablando de grandes emisiones de dólares que de alguna manera llegan. La Argentina podría usar eso, ha tenido una devaluación importante, que significa una caída de los precios locales, que deberían hacerla más atractiva para atraer divisas si las condiciones de predictividad se dan y hay un funcionamiento más normalizado.
–¿Qué significa “normalizado”?
–Significa ser predecible para empezar, tener un funcionamiento de la economía donde los incentivos, los estímulos y los costos se correspondan con prácticas internacionales. Por lo tanto, también significa simplificar los mecanismos cambiarios.
–¿Cree que eso podría pasar este año?
–No necesariamente todo pase este año. Estas son las dificultades que tenemos hoy, por eso el tipo de cambio libre y el riesgo país están donde están. Toda esta incertidumbre se está pagando.
–¿Podría haber una sequía y generar una disminución de la entrada de dólares?
–La sequía ya está impactando. Los volúmenes de cosecha que se están mencionando son inferiores a los del año pasado, pero la suba de precios internacionales más que compensa la caída de volúmenes. Pero no solo hay que tener en cuenta la cuestión comercial en términos de si alcanzan o no los dólares. En la Argentina tiene mucho peso la llamada cuenta de capital. Esto es financiamiento, inversión. Hay varias experiencias donde, a pesar de tener un creciente superávit comercial, las reservas siguen cayendo. Es lo que hay que evitar, como ocurrió el año pasado.
–¿Cómo se evita?
–El factor confianza o demanda de dinero, o jugar con reglas predecibles y estimular en consecuencia inversiones y expansión, ayudan muchísimo. Son los intangibles que hacen un cambio muy grande en el caso argentino.
–¿Cómo impacta que sea un año electoral? Generalmente, el incentivo al mercado juega en contra del incentivo al electorado.
–En la Argentina nos encontramos muchas veces con esos dilemas que en otros lados no existen. Esto es jugar demasiado al margen, demasiado sobre el fleje, y a veces se va. En una economía que decrece siempre habrá problemas de distribución de ingresos exacerbada y disputas por esos ingresos. En una economía que crece, no necesariamente mejoran mucho la distribución, pero podría hacerlo de manera mucho menos conflictiva.
¿Cuáles son sus cinco libros favoritos?
- Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman
- Fractales y finanzas: una aproximación matemática a los mercados: arriesgar, perder y ganar, de Benoit B. Mandelbrot
- Desigualdad Mundial: un nuevo enfoque para la era de la globalización, de Branko Milanovic
- La gran convergencia, de Richard Baldwin
- La casa de los espíritus, de Isabel Allende