Cuarentena. Qué hay detrás del boom de las verdulerías
CORDOBA.- En época de pandemia y cuarentena son varios los negocios que intentan sobreponerse a la crisis y otros los que nacen como consecuencia de esta, pero el que más se multiplicó en el país son las verdulerías. Por la baja inversión inicial, la facilidad de instalación y la demanda estable que tienen se han convertido en las "estrellas" de los tiempos del coronavirus. No hay un registro oficial de los municipios sobre cuántas nuevas se habilitaron porque también la burocracia está frenada, pero salta a la vista su florecimiento y está reconocido por los especialistas.
"El fenómeno de las verdulerías es muy singular por que el consumo de frutas y verduras fue muy fuerte al comienzo del aislamiento y fue desacelerando su crecimiento semana a semana. Pero el rasgo distintivo es que muchas personas que trabajaban en la informalidad abrieron puestos de frutas y verduras en las puertas de sus casas e incluso rubros que no podían abrir se reconvirtieron para sortear la crisis", señala a LA NACION Damián Di Pace, director de la consultora Focus Market.
Describe que como consecuencia de esa tendencia hay una "oferta atomizada" y con una competencia "nunca vista". Cuenta que Ciudad de Buenos Aires en 200 metros cuadrados a la redonda llegaron a relevar siete verdulerías y en un caso, "una estaba a solo 25 metros de la otra".
Las aperturas tienen que ver desde quienes cobran el IFE e invierten los $10.000 en una verdulería, como el caso que se viralizó de la salteña Ana Aguirre, de 19 años. Reunió ese dinero y un "poco más" que puso su abuelo y abrió una verdulería en la vereda de su casa. Casos así se multiplicaron en todo el país.
Otro modelo es el de Uiwi, que se dedicaba a abastecer frutas y verduras a empresas y pasó a ser una verdulería online que espera facturar $80 millones este año; la mayor parte de sus nuevos clientes son empleados de las compañías a las que llegaban.
Fuentes del Mercado Central indican que varía mucho cómo se abastece cada verdulería: "Depende de la zona en la que está; no en todas se compra lo mismo. Lo básico pasa por tener producto que tengan que ver con la estacionalidad que ahora son hortalizas pesadas (papa, batata, cebolla, anco, zanahorias) y cítricos", dicen.
Para Buenos Aires sigue el "compromiso social de abastecimiento", un acuerdo de precios entre el Mercado Central y los operadores por el cual se establecen semanalmente los precios para la venta mayorista sobre una lista de determinados productos estacionales o de consumo prioritario y, además, se sugiere uno para la venta minorista. Los márgenes promedios rondan entre 40% y 50%.
María Torrejiani es la esposa de Javier Romero, hace transporte escolar hace 22 años en Córdoba. Con la pandemia y la cuarentena debieron parar la actividad. "Después de 25 días de aislamiento, vimos que los pagos nos estaban ‘comiendo’. Empezamos comprando cartones de huevos, tramitamos el permiso, y empezamos a entregar mercadería a domicilio y después a vender en un puesto fijo. Es una forma de pagar los gastos; a los transportistas legales no nos asisten con nada por la categoría de monotributo que tenemos; sólo nos alcanza el crédito. Así que hicimos una cadena de transportistas y vendemos, muchos sumaron frutas y verduras", cuenta Romero.
El economista Gastón Utrera, director de EconomicTrends, explica que la verdulería permite una instalación rápida, simple y poco costosa. Para un espacio chico –los que no son locales reconvertidos, suele ser una habitación de una casa-, con $10.000 se puede armar bien el negocio. "La inversión es baja porque el producto puede ser la estrella, bien presentado gana protagonismo. No hacen falta heladeras como si fuera una carnicería o una fiambrería que requiere de otras herramientas", apunta.
Agrega que con los cambios de hábitos de consumo, con la gente que cocina más en su casa, la demanda de estos productos frescos aumentó: "Es un negocio bien de cercanía, para las compras del momento que se abastecen en mercados que concentran la oferta, lo que también facilita y que permite una reposición diaria del dinero".
"La mayoría de quienes empezaron está pensando en ‘zafar’, en cubrir gastos y reemplazar ingresos perdidos –describe-. No es para que dure para toda la vida; cuando se vuelva más a la normalidad puede que dejen y retomen sus actividades habituales porque también la demanda cambiará".
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