"¿Cuánto ganás?" Esa pregunta incómoda que queda sin respuesta
El eterno debate sobre si es necesario y/o prudente revelar o preguntar cuál es la remuneración propia o ajena; el tema, casi tabú, permanece en el secreto de RR.HH.
"¿Usted cuánto gana?" Esta pregunta podría ser normal o irreverente, dependiendo del contexto. Si fuera hecha por un empleado a su jefe, no caería demasiado bien. Lo mismo sucedería con otra persona cualquiera, pero si la situación fuera inversa, que un jefe le pregunte a su subordinado, aparecen dos vertientes. Una es que el jefe no puede ignorar la remuneración de su supervisado, a menos que la pregunta esconda una especie de amenaza. La otra es que hay derechos asimétricos: el jefe tiene la potestad de preguntar, pero el empleado no.
Todo esto se deduce de la clásica confidencialidad de las remuneraciones, cuestionado por la revista especializada The Economist. Aquella pregunta no tendría sentido en países escandinavos, como Suecia, porque es posible acceder a la información llamando a las autoridades fiscales. En el mundo anglosajón se hace más complicado y en los países latinos, más aún. Las remuneraciones se esconden bajo siete llaves, dando lugar a fantasías o realidades poco agradables.
Las fantasías generan la sospecha de que los niveles inmediatamente superiores ganan mucho más de lo que realmente perciben, con el consiguiente descontento. Cuando se expone la realidad, pueden salir a la luz desigualdades injustificadas, como sucedió al intervenir unos hackers en los salarios de Sony Pictures: se descubrió que las estrellas femeninas recibían mucho menos que sus pares masculinos. A la vez la transparencia, puede provocar que se sobrestime el aporte propio respecto de los colegas.
The Economist menciona una definición interesante: "Existe un argumento económico directo para hacer pública la retribución. Un salario es un precio -el de la mano de obra de un trabajador- y los mercados funcionan mejor cuando se conocen los precios. Los datos salariales públicos deberían ayudar a las personas a tomar mejores decisiones sobre qué habilidades adquirir y sobre dónde trabajar. Sin embargo, los experimentos con la transparencia están motivados sólo en raras ocasiones por el amor a la eficiencia del mercado y, más a menudo, por la preocupación sobre la desigualdad".
Es un tema nada simple, sin duda. Una experiencia realizada en la Universidad de California, donde se abrió la información, dio como resultado que bajó la motivación de aquellos que tenían menores ingresos, y empezaron a buscar otros horizontes. Por otra parte, un estudio realizado en fábricas de la India levantó la moral de los trabajadores cuando se difundieron los salarios que eran percibidos por productividad, pero aquí se agrega un elemento importante: "Es fácil ver cuántas camisas cose un trabajador textil en una hora, es mucho más difícil evaluar la contribución del miembro de un equipo que ha pasado años desarrollando un nuevo software". En la economía del conocimiento, el vínculo entre salario y productividad se ha hecho más complejo.
Ya sea un elemento de atracción como de expulsión, la remuneración siempre jugará un papel importante, ya que también cumple una función simbólica. Es el reconocimiento por su labor y la importancia dentro de una organización o la sociedad. Si se oculta, puede producir más daño que exponerlo públicamente. Esto se escucha claramente en los debates televisivos, cuando se confronta diciendo: "¿Sabe usted cuánto gana un maestro?; ¿un jubilado?".
La revista The Economist no es, precisamente, una publicación izquierdista. Sin embargo, completa su artículo con la siguiente afirmación: "Cuando el salario es público, no son las inequidades justificables las que crean la mayor incomodidad, sino que las empresas que las practican no pueden defenderlas".
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