Cuándo explota la bomba: la crisis del kirchnerismo adelanta una discusión fastidiosa en la oposición
Horacio Rodríguez Larreta insiste en ver las cosas desde un lugar distinto y se agenda reuniones para sostener esa mirada. Entre las más conocidas están las que mantiene con Pablo Gerchunoff, donde se habla de historia económica. Quizás de allí surge su recuperación positiva del Plan Austral, una buena iniciativa para estabilizar al país cuyo camino al fracaso estuvo pavimentado por la debilidad política de Raúl Alfonsín.
En los últimos meses otras personas se sumaron a la lista del jefe de Gobierno porteño. Guillermo Oliveto es uno de los que más sorprendió. Este licenciado en administración de empresas tiene la particularidad de estudiar desde hace 30 años el comportamiento de la sociedad argentina desde lo que consumen, con especial mirada en la clase media.
Oliveto asesoró a Sergio Massa en la campaña de 2013, cuando el ahora socio del Frente de Todos era oposición de Cristina Kirchner y le ganó a su candidato, Martín Insaurralde, en las elecciones de la provincia de Buenos Aires. También trabajó para el exintendente de San Miguel Joaquín de la Torre, un peronista que fue funcionario de María Eugenia Vida y hoy hace campaña con los radicales, y le prestó servicios a Gabriel Katopodis, ministro de Obras Públicas de Alberto Fernández.
En sus focus group, antes de las primarias, Oliveto detectó enojo, bronca y angustia por parte de la población, pero también cierto fastidio por las crisis crónicas de la Argentina y una aversión a propuestas asociadas a fracasos pasados.
Los halcones del PRO le atribuyen al consultor, que cuenta mucho de lo que piensa en las columnas que publica en LA NACION, una parte del viraje de Larreta, Vidal y Diego Santilli hacia orillas más tradicionalmente macristas. “Le hizo muy bien a Horacio”, dijo días atrás en una conversación privada Patricia Bullrich.
La presidenta del PRO cree que los votos le dieron la razón y las viejas diferencias con la dirigencia porteña se están resolviendo para su lado. En parte, colaboraron con la comunión el entendimiento que armaron, sobre la base de celos contenidos, algunos economistas destacados de Juntos por el Cambio. Allí aparecen Hernán Lacunza y Guido Sandleris (exEconomía y Banco Central), Martín Lousteau, Luciano Laspina y el candidato Martín Tetaz, a quien se le perdona cualquier hipotético derecho de piso por su asombrosa capacidad para transmitir ideas complejas. Es un activo que será cada vez más valorado.
Patricia Bullrich fue a ver a la oficina a Carlos Melconian el cinco de octubre pasado. Es uno de sus preferidos para hablar de economía. Melconian, que charlaba con Néstor Kirchner y atiende a Alberto Fernández si lo llama, se revalorizó en el PRO cuando anticipó que el gradualismo sería un fracaso.
La presidenta del partido usa algo de esa inspiración cuando intercambia ideas con Mauricio Macri. El expresidente está convencido de que la economía se encamina a una crisis tormentosa. Aunque no lo niega, su exministra de Seguridad le recomienda, en cambio, que vea el país con los ojos de Cristina Kirchner antes que con los propios para anticipar qué puede hacer el Gobierno.
Marcos Novaro es otro de los intelectuales que sorprende con una prédica disruptiva. Trabaja desde principios de año con un grupo de colegas para determinar cómo puede funcionar en el país una coalición suficientemente amplia y sólida como para soportar en el tiempo un plan de estabilización y reforma como el que necesita el país.
Novaro discutió el tema con Mauricio Macri, Elisa Carrió, Bullrich, algunos referentes del peronismo, miembros del gobierno y con Larreta, en cuyas palabras resuenan, a veces, las ideas del grupo que piensa con el politólogo. El último eco se escuchó el miércoles pasado en el Coloquio de Idea, cuando pidió convocar un gobierno de coalición que represente al 70% del sistema.
Malas palabras
Los planes de estabilización son palabras malditas para la política. Suelen incluir devaluaciones, reacomodamientos de precios relativos y ajustes. Desatan antipatía en el corto plazo, pero su necesidad crece a medida que se deteriora la economía. Es el charco en el que está estacionada la Argentina: una inflación muy alta con cada vez más pesos en la calle, escasez de dólares en el Banco Central, dificultades para atraer inversiones y la amenaza de una profundización de la crisis política promovida desde el interior del Gobierno que puede acelerar los males anteriores.
Tanto en el peronismo no kirchnerista como en expresiones opositoras, desde el liberalismo hasta los partidos que conforman Juntos por el Cambio, se abrió un interrogante relacionado con el calendario. Descartan que el modelo kirchnerista avanza en la ingeniería de una bomba, pero no saben cuándo explotará. Hay más de una posibilidad.
El escenario “positivo” que se teje entre los pronosticadores contempla para los próximos meses una suba sostenida de precios en niveles altos, pero estables, y un tipo de cambio que se ajuste a la tasa de inflación. Serían administrables en el tiempo en una economía donde se saquen del diccionario palabras como crecimiento e inversión. En otros términos: en el corto plazo, la devaluación no es una obviedad.
Para algunos socios creyentes de Juntos por el Cambio, el plan A sigue siendo Alberto Fernández. Se preguntan si al Presidente le cabrá la ropa de Alfonsín en 1985, cuando concibió el plan de estabilización que derivó en el austral, o de Carlos Menem, que masticó dos hiperinflaciones antes de chocar contra la Convertibilidad. Perdido por perdido, sin poder político, por qué no hacer algo doloroso, pero que le permita a la Argentina enderezar su camino, piensan.
En la búsqueda de un santo
Todos están a la espera de que emerja un “San Remes”, como rebautizó Melconian a Jorge Remes Lenicov, el ministro de Economía de Eduardo Duhalde que enfrentó el estallido posterior a la crisis de 2001 y le allanó el camino a Roberto Lavagna. Si eso ocurre, en la oposición esperan que sea más cerca de 2023 que de estas elecciones.
Remes está lejos de la vida pública, pero se compromete con la discusión cada vez que lo invitan a charlar sobre economía y actualidad. A tal punto que es una de las patas peronistas que aporta al trabajo de Novaro en el marco del Club Político para alcanzar una alianza que estabilice la economía argentina, como hicieron Chile y Colombia.
Cada tanto, Remes tiene que soportar que sus allegados lo señalen, mucho en broma y algo en serio, como el autor intelectual del plan con el que se afianzó Néstor Kirchner. El camino que siga Alberto Fernández hasta 2023 quizás no beatifique al exministro, como ya lo hizo Melconian, pero puede redimirlo de esas chanzas molestas con las que lo fastidian sus amigos.
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