Cuál será el destino final de los “Chachos”
A falta de pesos, el gobierno de La Rioja emitió papeles con una nueva denominación para pagar parte de los salarios del empleo público; qué podrá ocurrir con esa cuasimoneda
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Algunos empleados públicos de la provincia de La Rioja cobraron una porción de sus salarios con “Chachos”, y no con pesos emitidos por el Banco Central. ¿Qué pueden hacer con ellos? Si no los quisieran atesorar, ¿quién se los aceptaría como contrapartida de qué, y a qué precio? Estamos delante de uno de aquellos casos en los cuales las respuestas inmediatas surgen de ir primero hasta el final, y volver desde allí para acá.
Al respecto conversé con el norteamericano David Rockefeller (1915-2017), cuya actividad principal fue su labor al frente del Bank of America. Lo que pocos saben es que había estudiado economía en Harvard, en la Escuela de Economía de Londres (LSE) y, finalmente, en la Universidad de Chicago, donde se doctoró. Falleció mientras dormía, como Joseph Alois Schumpeter, Franco Modigliani y Miguel Ángel Almada. Él, a los 102 años.
–Como en los casos de Rubén Darío Almonacid, Nicolás Catena, Johannes de Villiers Graaff y Alberto Grimoldi, el mundo empresario sumó un talento, pero la profesión lo perdió. ¿Cuál fue su experiencia universitaria?
–En setiembre de 1936 comencé mis estudios de graduado en Harvard. El profesor que más me influyó fue Schumpeter. A diferencia del resto, vestía con estilo y ropas bien confeccionadas. Paul Anthony Samuelson, también nacido en 1915, era uno de mis compañeros de clase. Ya tenía un master en economía y era un sobresaliente matemático. Con frecuencia, Schumpeter lo llamaba al pizarrón para que escribiera complejas fórmulas, que generalmente yo no entendía. Lo que Paul sabía acentuaba lo que yo ignoraba. Para mi sorpresa y felicidad, en el curso obtuve A-. Él, por supuesto, obtuvo una A, pero no le hizo ninguna gracia que un novato como yo obtuviera casi la misma calificación que él.
–De Harvard pasó a la LSE.
–Mi tutor allí fue Friedrich August von Hayek, aburrido como profesor, por ser germánico y metódico. Sus escritos eran casi imposibles de leer. En la LSE mi profesor favorito fue Lionel Robbins. Luego de un año, quería completar mis estudios en la Universidad de Chicago.
–Fundada por su abuelo.
–Hecho que jugó un rol secundario en la elección de esa casa de estudios. En Chicago reinaban luminarias como Frank Hyneman Knight, Jacob Viner, George Joseph Stigler, Henry Schultz y Paul Howard Douglas. Persuadí a Knight y Viner para que integraran mi comité de tesis. También Oskar Lange prestó su acuerdo. Escribí mi disertación sobre “recursos no utilizados y desperdicio económico”.
–Y después de la universidad, ¿qué?
–Con el doctorado bajo el brazo comencé a pensar en mi carrera. Me sugirieron que, con mi apellido, mejor no incursionara en política, y tampoco quería trabajar en las oficinas de la familia, donde ya laboraban John, Nelson y Lawrence, y entonces pasé al Bank of America.
–¿Por qué el gobierno de La Rioja pagó parte de sus salarios en “Chachos”?
–Porque no tenía pesos suficientes, lo cual implica que tenía dos alternativas: pagaba $ 100, 70% en pesos y 30% en “Chachos”; o abonaba 70% en pesos y nada en “Chachos”. Optó por la primera alternativa. ¿Por qué no ajustó otras partidas del gasto público provincial? Ignoro, pero seguramente porque lo consideró peor todavía.
–¿Por qué los empleados públicos los aceptaron?
–Porque no tenían alternativa. Otra vez, podrían haber aceptado 70% en pesos y 30% en “Chachos”; o 70% en pesos y nada en “Chachos”. También optaron por la primera alternativa. La pregunta es qué harán con la citada cuasimoneda, que, según algunos expertos, técnicamente es un bono.
–Lo escucho.
–Una opción consiste en quitárselos de encima, lo cual implica encontrar a alguien que esté dispuesto a ceder alguna mercadería o servicio contra “papelitos”. Otra alternativa es conservarlos, no digo como recuerdo, pero sí a la espera de que, en algún momento del futuro, la provincia tenga superávit fiscal y pueda rescatarlos. Como hizo Ramón Mestre en Córdoba con los Cecor, algo que terminó siendo la excepción.
–A quienes recibieron “Chachos” el Presidente de la Nación les dijo: “A mí no me miren”.
–Definición tajante y creíble. La única institución que no puede negarse a recibir “Chachos” es la que los emitió. Por ejemplo, en el cobro de impuestos provinciales. Ejemplo: un supermercado puede aceptarlos, no para pagarles a sus proveedores de otras provincias, pero sí hasta el monto que necesita para cancelar deudas impositivas provinciales.
–¿Está usted diciendo que fuera de esto los “Chachos” perderían su valor?
–Muy probablemente. Máxime cuando todos estén pendientes de los próximos pagos salariales por parte de la provincia. Porque la pregunta es: el referido pago hecho parcialmente con “Chachos”, ¿fue un hecho circunstancial o tiene que ver con las finanzas de la provincia? Si la realidad fuera esta última alternativa, ¿qué harán las autoridades provinciales al respecto?
–Pero si esto fuera así, en rigor de lo que estamos hablando es de una caída de 30% en las remuneraciones nominales de los empleados afectados.
–Efectivamente, aunque transitoriamente el tamaño de la reducción aparezca parcialmente disfrazado por la aparición de los “Chachos”.
–¿Podría esto forzar a la revisión de otras partidas de gastos públicos provinciales?
–Podría. Y no estaría mal que ocurriera. Quien, frente a esto, pregunta por qué no lo hicieron antes, no entiende el proceso decisorio, en le esfera tanto pública como privada. Tampoco cabe descartar que en el plano salarial se apliquen medidas específicas, es decir, no referidas a la totalidad de cierta categoría de empleados públicos, sino a situaciones concretas.
–El presidente Milei fue enfático con respecto a que el Estado nacional no rescatará las cuasimonedas. Pero esta no fue la experiencia de inicios del siglo XXI.
–Sí, pero en aquel momento la Argentina no contaba con un titular del Poder Ejecutivo que tuviera la determinación que el actual Presidente de la Nación tiene en materia fiscal. Como a usted le gusta decir, De Pablo, error tipo I, error tipo II, nadie tiene hoy que adoptar decisiones sobre la base de que, al final, a Javier Gerardo Milei le van a torcer el brazo.
–Dato que, muy probablemente, estén teniendo en cuenta el resto de los gobernadores.
–Muy probablemente, porque más allá de los cruces de espadas verbales, donde nadie se queda atrás, la política económica práctica, particularmente en materia fiscal, no tiene más remedio que ser aterrizada. Quien tenga que tomar decisiones le tiene que prestar más atención a las leyes, los decretos, las resoluciones, los comunicados del Banco Central, etcétera, que a los lugares comunes, tanto los planteados por los funcionarios como por los expertos. “A las nubes les importa un pito lo que piensan los meteorólogos”, recordó Walter Sosa Escudero. En economía ocurre lo mismo: la dinámica que plantea la vida misma es más fuerte que algunos sesudos análisis.
–Don David, muchas gracias.
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