“Cruje el sistema”: el desesperado pedido al Banco Central por falta de espacio para almacenar los billetes
Las asociaciones bancarias le enviaron tres cartas a la entidad monetaria alertando sobre el problema derivado de los papeles en mal estado
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El exceso de billetes en circulación no es solo un problema del Banco Central (BCRA), que no tiene capacidad para fabricarlos y debe importar papeles de Brasil, España, China, Francia o Malta. Los bancos comerciales también están saturados de billetes, que no tienen donde guardar, y así se lo hicieron notar a la entidad monetaria, en una carta enviada hace unos días.
“La situación de los billetes es un problema cuya criticidad va a en aumento, ocasionando dificultades en cuanto a la logística, capacidad edilicia y elevados costos financieros”, dice la misiva, firmada por los representantes de las dos mayores cámaras bancarias, Asociación de Bancos de la Argentina (ABA, banca extranjera) y Asociación de Bancos Argentinos (Adeba, bancos nacionales).
La aceleración de la inflación y, sobre todo, la negativa del Gobierno de avanzar con la emisión de billetes de mayor denominación provocó que el Banco Central no tenga capacidad ni para destruir los papeles en mal estado ni para almacenarlos. Desde hace unos años, los bancos ofrecen sus bóvedas para tal fin, pero la situación se agravó en los últimos meses y “empieza a crujir todo el sistema”, como dicen, en reserva, en el sector. Por ello, las asociaciones enviaron tres cartas al Banco Central alertando sobre la situación.
Los cajeros automáticos tienen una capacidad física limitada. En general, cada cajero tiene cuatro gavetas en las que entran 2000 billetes. Por lo tanto, si se completa la máquina con todos billetes de $100, el máximo dinero del que se puede disponer son $800.000, que en este contexto inflacionario duran muy poco. Si el cajero se completa con billetes de $1000, el de mayor denominación, se consigue tener $8 millones. Esta cantidad sigue siendo insuficiente, por ejemplo, para un fin de semana largo. Por eso es habitual encontrar la máquina con el cartel que dice que no entrega efectivo.
Otra dificultad que se encuentra al usar los cajeros es que, por la ranura de la máquina, no entran más de 40 billetes. Por lo tanto, si el cajero es completado con los de $100, el máximo dinero que se puede retirar por operación son $4000.
“La elevada nominalidad profundiza la problemática cada vez más. En el caso de los billetes de $100, a las casi nulas posibilidades de promover la circulación de estos se agrega una complicación adicional, dado que la banca automática ya ha perdido efectividad como canal de salida, puesto que la carga de cartuchos de billetes de $100 implica disminución de la potencia de dispensado. Así, las entidades ven incrementarse de manera creciente el acopio por cuenta y orden del BCRA de billetes de esta denominación, afectando seriamente la capacidad de guarda y los cupos habilitados”, dice la carta enviada al gerente general del BCRA.
En una situación normal, si el Banco Central tuviera capacidad de destrucción de billetes o de guardado, un banco los clasifica y los manda al tesoro regional (hay varias sucursales del BCRA por todo el país). En ese caso, el Banco Central guarda los billetes de buen uso para cuando otro banco se los pida, y los que están deteriorados, los manda a destruir.
Pero desde 2015 suele ocurrir que los tesoros regionales no tienen espacio para recibir billetes, por lo cual les piden a los bancos que se los queden y les pongan una faja que diga “dinero inutilizado”. De esa manera, el Banco Central los empieza a contabilizar en su cuenta corriente, pese a que físicamente los billetes siguen en la bóveda del banco comercial. Si ya tienen la faja del Banco Central, el mismo banco no puede usar los billetes sin pedirle permiso a la entidad monetaria, porque se supone que no son suyos, los está custodiando nada más.
Durante el gobierno de Mauricio Macri, con la emisión de billetes de mayor denominación y con máquinas que destruían más rápido los que estaban deteriorados, la situación se fue normalizando, pero nunca se terminó de arreglar. Ahora, con tantos billetes de baja denominación circulando, el problema volvió a ser relevante, dicen en los bancos.
En general, los billetes son caracterizados como “deteriorados” o “de buen uso”. Los de buen uso son los que están en mal estado pero pueden ser reutilizados, mientras que los deteriorados están en un nivel de calidad que no pueden volver a la calle. Para ellos, hay un proceso de destrucción, pero actualmente, el BCRA no da abasto. Por lo tanto, los bancos guardan en sus bóvedas billetes en mal estado, puestos en bolsas, contabilizados con un cartel que dice que son del BCRA.
“Hay muchos billetes de baja denominación dando vueltas y no hay capacidad de almacenamiento y destrucción a la velocidad que necesita el sistema. El Banco Central está trabajando en traer una máquina con mayor capacidad de destrucción de billetes. Pero cada mes, los billetes se deterioran con mayor velocidad de lo que el Banco Central puede destruir”, dicen en las entidades.
En el Banco Central no hicieron comentarios al respecto ni dijeron cuándo está previsto que empiece a circular el billete nuevo de $2000, que se anunció a principios de febrero pasado. Sin embargo, en general, un nuevo billete tarda alrededor de seis meses en entrar en circulación, desde que están todas las órdenes mandadas, luego de que el directorio del BCRA las apruebe.
El proceso es largo. Primero se hace la licitación internacional de la tinta y del papel con el hilo de seguridad, que se hace personalizado para ese nuevo billete y no se le puede comprar a cualquier empresa. Luego, deben llegar las planchas de papel con la marca de agua. Aunque el papel sea blanco, no se puede usar para otro billete, debido a esa marca de agua y al hilo de seguridad. Por otro lado, se compra la tinta, que también llega con derechos de propiedad. Una vez que llega todo eso a Casa de Moneda, se comienza a fabricar los billetes. “Todo este proceso suele tardar más o menos seis meses, si se hace rápido y bien”, señala un analista al tanto de la operación.
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