En los 80. La ayuda de EE.UU. con la deuda y un plan que sorprendió al mundo
Los problemas económicos no diferían mucho de los actuales. Eran la inflación y la deuda externa. En septiembre de 1984 el índice de precios al consumidor había sido del 27% y en diciembre, del 20%, con una variación total anual de 687%. La deuda era de US$50.000 millones, un 72% del PBI.
Juan Vital Sourrouille, el ministro de Economía de Raúl Alfonsín, llegó a Hipólito Irigoyen 250 consciente de las dificultades que lo esperaban. Relata el exministro que el encuentro en el que Alfonsín le ofreció el cargo había sido en Olivos. Era febrero y hacía mucho calor. Corría el año 1985.
"Yo no le puedo asegurar el éxito", le advirtió al Presidente. "¿Usted se piensa que alguien a mí me asegura el éxito? ", le respondió Alfonsín. La lealtad y la confianza marcaron de ahí en adelante el vínculo entre ambos.
El dream team del Plan Austral tenía economistas de primer nivel. Los principales artífices del diseño y la negociación del programa fueron José Luis Machinea y Mario Brodersohn.
Hay más coincidencias con la actualidad. De la parte técnica se encargaba Daniel Heyman, actual asesor ad-honorem del ministro de Economía Martín Guzmán, de quien Sourrouille afirmó en una entrevista: "Es un genio como economista. Fuma debajo del agua".
El Plan Austral
La cruz de la deuda externa marcó el gobierno de Alfonsín, así como las políticas de austeridad que aplicó para cumplir con el plan acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Las misiones a Washington se hicieron frecuentes. Una de las más recordadas es la visita en marzo de 1985, apenas un mes después de la llegada del ministro al área económica.
En una entrevista incorporada al Archivo Histórico de Economía Oral de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) -material principal de referencia para recrear la historia que se cuenta en estas líneas- y realizada entre otros por el hoy ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, en abril de 2018, señala Sourrouille: "Es muy difícil concitar la atención de las personas con responsabilidades de poder desde un país tan pequeño como el nuestro".
Luego de la recepción en los jardines de la Casa Blanca, llegaron los discursos. Ronald Reagan increpó al presidente argentino por su ayuda a Nicaragua. Alfonsín replicó con argumentos políticos y aprovechó para recordarle la deuda con la que recibió el país: US$50.000 millones. Pasados los discursos, y a solas, llegó la pregunta de rigor: "Y la economía, ¿cómo anda?", cuentan que preguntó Reagan. Alfonsín volvió la mirada hacia su ministro de Economía, a quien le tocó describir la situación.
"Volvimos a Buenos Aires, donde las cosas no estaban nada bien. Fue entonces que se nos ocurrió que la mejor opción era una política de shock. Con el Plan Austral sorprendimos al mundo", afirma Sourrouille.
A fines de abril de 1985, con motivo de la asamblea del FMI, la delegación argentina fue convocada a una sesión con mayoría de funcionarios estadounidenses. "Estaban Paul Volcker, director de la Reserva Federal, y James Baker, secretario del Tesoro, entre varios funcionarios de primer nivel", cuenta el exministro en el archivo oral. Había que presentarles el plan Austral.
Según el relato de Sourrouille, fue con la ayuda de un pizarrón que durante dos horas describió, en tono calmo y pausado, las operaciones previas que concluyeron con la explicación de la nueva política. Su equipo había estado trabajando en silencio en ello durante tres meses.
Volcker, conocido por su antipatía hacia la inflación, dijo que le gustaba el plan. Sin embargo, el francés Jacques de Larosière, entonces director del FMI, se negó, alegando que él no podía hacer "eso", refiere Sourrouille en la entrevista. Volcker retrucó dirigiéndose al ministro: "Eso te lo arreglamos nosotros", cuenta. Y así fue. Estados Unidos, único país con poder de veto en el board del FMI, colaboró intensamente en la aprobación del Plan Austral, que se lanzó en 14 de junio de 1985.
Dice Sourrouille: "El shock tiene un atractivo inmenso. Ese día no hay trabajo. No hay más nada que hacer. Con la inflación la gente cuestionaba al gobierno. Pero al tocar el silbato ya está".
Según describe en el diálogo con Kulfas, Marcelo Paz, Guido Zack y Andrés Salles, la operación fue compleja y manejar las expectativas más aún. El plan dispuso que los salarios se congelaban 15 días después de su lanzamiento, que los precios quedaban como el día anterior y que a los valores implícitos en los contratos a plazo se les iba sacando el contenido inflacionario previsto. "Ese trabajo lo hizo Heyman y no tengo más que admiración por lo que hizo", cuenta Sourrouille.
Luego de un comienzo exitoso, en el que se logró frenar la inflación, ya en 1986, factores exógenos complicaron el plan. "Volcker también tenía inflación en EE.UU. y subió la tasa de interés, lo que planchó el precio de las commodities. Eso a nosotros nos afectaba las cuentas en dólares que sostenían el plan", cuenta el exministro.
Para Machinea, según una entrevista publicada en el blog Foco Económico, un error importante fue el de haber hecho el plan sin el Banco Central (BCRA), lo que hizo difícil controlar la emisión monetaria. Relata que cuando él mismo asumió al frente de la entidad, la inflación ya se había disparado.
El acuerdo con los acreedores
Para octubre de 1983, cuando asumió el gobierno constitucional, la Argentina estaba en cesación de pagos. "El gobierno militar había contraído una deuda externa que el país no estaba preparado para afrontar", relata el exministro. Aclara que el gobierno democrático no había generado deuda, que se había incrementado por capitalización de intereses y que toda la deuda argentina estaba caída y exigible a la vista. Y describe el escenario en el que los acreedores eran un grupo de 12 bancos que negociaban con América Latina, con el Citibank al frente.
La Argentina, Brasil y México formaban parte del "Club del 250", porque la deuda de los tres países era de US$250.000 millones. Agrega que no había títulos y los bancos acreedores tenían normas internas estrictas que afectaban su distribución de utilidades. "Había que pedir ayuda a Estados Unidos", habían concluido en el gobierno.
Recién en febrero de 1987 se logró un acuerdo por la deuda. El exministro recuerda que la Argentina pedía una quita y lo logró con el apoyo de Estados Unidos. "Se acordó que no se pagaba capital, la mitad la ponía la Argentina y la otra mitad, los bancos. Había que poner US$3000 millones arriba de la mesa, pero no había mercado de bonos para pedir; solo los bancos eran acreedores", recuerda.
Consciente de las dificultades, cuenta el exministro que Volcker asumió personalmente el carácter de intermediario y contraparte. Días antes del vencimiento del plazo, el funcionario lo llamó y le dijo que llegaba a los US$3500 millones. Allí se cerró la negociación que permitió salir del default.
En sus reflexiones finales el exministro remarca que puso lo mejor de su esfuerzo junto a Alfonsín y que aspira a que algún futuro ministro de Economía tenga verdadero éxito. "Bajar la inflación no significa erradicar la pobreza ni dignificar el empleo. Nadie tiene respuesta a ese tipo de problema ni ha logrado una transformación fundamental pese a haber tenido el poder para hacerlo. Yo sufro al ver la miseria generalizada", sentenciaba en 2018.
Cree que hay problemas de largo plazo que los ministros de Economía argentinos no han logrado resolver. "Yo no he oído ninguna voz que me explique por qué en la Argentina se evadieron US$250.000 millones en los últimos 10 años y nadie ha tomado nota. Eso habla del estancamiento del país", concluye.
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