Contrapunto entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández por la designación de un puesto clave
Las tensiones derivadas de la heterogeneidad de pensamientos que componen el Frente de Todos se manifestaron en los últimos días a través de un contrapunto que involucró al presidente Alberto Fernández y a la vicepresidenta Cristina Kirchner.
La discusión entre los integrantes de la fórmula presidencial giró en torno de quién es la persona indicada para ocupar un lugar clave de la administración pública. Se trata del interventor del Enargas, un puesto casi desconocido para el gran público, pero gravitante para la vida económica y política porque talla en cuestiones relacionadas con las tarifas de servicios públicos.
Cristina Kirchner patrocina para ese sillón a Federico Bernal, un bioquímico que trabaja en las filas del kirchnerismo desde hace años y nunca dejó la militancia. Como se decía en los despachos públicos hasta 2015, es lo que habitualmente se define como un "cuadro".
Bernal asesoró a la vicepresidenta en su paso por el Senado, pero antes de eso trabajó con el exministro de Planificación, Julio De Vido, por quien siente simpatía y una valoración positiva de su gestión, aunque en el último tiempo se alejó de algunas de sus convicciones en materia tarifaria.
Cristina Kirchner lo aprecia. Ese sentimiento comenzó por el apellido: Bernal es el bisnieto de uno de los descubridores del petróleo en la Argentina y le llevó cuando era presidenta un tubo con una muestra del hidrocarburo originario. El gesto le valió ser mencionado el 16 de abril de 2012 en el anuncio de la estatización de la petrolera YPF y en el libro Sinceramente.
Alberto Fernández, por consejo de su entorno, no está convencido de colocar al bioquímico en un lugar tan destacado porque, según las interpretaciones que hacen en las filas del kirchnerismo tradicional, cree entre otras cosas que la cercanía con De Vido -incluida la afinidad de ideas- puede ser contraproducente en este momento de la gestión.
Según reconstruyó LA NACION a partir de fuentes sin contacto entre sí, el Presidente le recordó a Cristina Kirchner que Bernal escribió un libro en coautoría con el exministro de Planificación. La vicepresidenta le habría respondido que estaba al tanto, a tal punto que ella misma había hecho el prólogo.
El libro en cuestión tiene motivos para ser tomado con afecto por la vicepresidenta. Se llama Néstor y Cristina Kirchner: planificación y federalismo en acción, y tiene la tapa ilustrada con dos pingüinos abrazados.
La discusión por Bernal es la parte emergente de una tensión que recorre las profundidades del Frente de Todos. Se trata de una cuestión que no solo nadie niega en las filas del oficialismo, sino que también es aceptada desde el origen de su conformación porque sus integrantes entienden que forman parte de una unidad con ideas heterogéneas.En las filas del kirchnerismo sostienen que esas diferencias quedaron documentadas, aunque pasaron desapercibidas, en la ley de Emergencia Económica, hasta ahora el mayor manifiesto de la Casa Rosada con respecto a lo que piensa sobre el manejo de la economía. Su artículo 5° sostiene: "Facúltase al Poder Ejecutivo Nacional a mantener las tarifas de electricidad y gas natural que estén bajo jurisdicción federal, y a iniciar un proceso de renegociación de la Revisión Tarifaria Integral vigente o iniciar una revisión de carácter extraordinario (…)".
Las palabras encontradas del párrafo anterior son renegociación y revisión. Para el núcleo duro del kirchnerismo, moldear la discusión tarifaria a partir del primero de los conceptos es poco menos que hacer macrismo soft, como definió una fuente cercana a la familia Kirchner, y se inclinan por una revisión más profunda. Esta, a su vez, despierta preocupación entre los referentes propios de Alberto Fernández. Los nombres señalados por quienes participan de esta discusión son el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, e incluso el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, entre otros.
Fuentes al tanto del andar cotidiano del Gobierno describen la desconfianza mutua de las posiciones enfrentadas de una manera particular. Sostienen que quienes están a favor de la renegociación intentan mostrarse "duros" para no ser acusados de una prolongación del macrismo, mientras que los apologistas de la revisión se exhiben moderados a los ojos de quienes están enfrente. Otra vez, el ejemplo es Bernal: valora la gestión de De Vido y es considerado uno de los "duros", pero dice a todo quien quiera oírlo que no quiere volver a 2015 ni congelar tarifas.
Las diferencias quedaron exhibidas la semana pasada. Como quien transita despacio y por las piedras, el jefe de Gabinete Santiago Cafiero reconoció que tenían previsto aplicar ajustes en las tarifas de servicios públicos a mitad de año, solo para quienes puedan pagarlo. Al día siguiente, el propio Presidente corrigió a su alter ego, como define Fernández a Cafiero.
La tensión entre esas posiciones tiene otra muestra fehaciente. Más de dos meses después de llegar al Gobierno, el Frente de Todos mantiene a Mauricio Roitman en la conducción del Enargas (Andrés Chambouleyron renunció al ENRE, que se dedica a la regulación del sector eléctrico, pero no tiene reemplazante). El funcionario llegó al sector público en la gestión del expresidente Mauricio Macri y permanece en su lugar pese a que la ley de emergencia económica le permite a la Casa Rosada reemplazarlo. Más aún: sigue trabajando con los encargos que le hace el nuevo equipo cuyo último responsable es el Presidente.
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