Chesapeake. La historia detrás de la caída de la "Google del petróleo y el gas"
La crisis del petróleo y gas, que se generó a partir del parate en la movilidad mundial y trajo un desplome en el consumo y en los precios, se cobró su primera víctima de impacto, aunque los analistas energéticos proyectan que no será la única. Se trata de Chesapeake, la empresa considera la "Google del petróleo y del gas" por su innovación, quien permitió, a través de la inversión en nuevas tecnologías, hacer que la producción no convencional –como la de Vaca Muerta– sea económicamente viable.
El domingo pasado, la compañía solicitó acogerse al capítulo 11 de la ley de quiebras de Estados Unidos, que es el equivalente en la Argentina a entrar en concurso de acreedores para reestructurar la deuda. Si bien la caída tan abrupta de la demanda de energía afectó a Chesapeake, la compañía ya venía acumulando deudas impagables desde hace años y solo en el primer trimestre del año reportó pérdidas por más de US$8000 millones.
Pero por más que su declaración de bancarrota no haya sido sorpresiva en el sector, sí generó un cimbronazo por lo que representó para la producción no convencional (shale), que cumple recién 15 años en Estados Unidos, y apenas siete en la Argentina. Antes se pensaba que extraer petróleo y gas de rocas tan impermeables, como la de Vaca Muerta, era económicamente imposible.
Hasta que se perfeccionó el fracking (la estimulación hidráulica para romper la formación) y llegaron las perforaciones horizontales en forma de "L". Chesapeake, junto con empresas como EOG, Continental Resources y Cheniere, entre otras, le permitieron a Estados Unidos convertirse en el primer productor del mundo de petróleo (por encima de Arabia Saudita y Rusia), con 13,1 millones de barriles diarios, y conseguir la independencia energética en gas, gracias a la producción no convencional.
"Es difícil señalar a otra compañía que haya tenido un impacto más generalizado en el sector no convencional de Estados Unidos como Chesapeake. El sector tecnológico llama a las empresas o personas que sacuden ese status quo como disruptores. Para el sector no convencional estadounidense, no hubo mayor disruptor que Chesapeake", la definió Alex Beeker, analista de la consultora internacional Wood Mackenzie. "Chesapeake mostró al mercado, y a sus competidores, qué tan rápido podría crecer la producción y qué tan rápido podrían desarrollarse los proyectos", agregó.
Su colega Robert Clarke, analista también de Wood Mackenzie, recordó que los fondos de inversión la llamaban "la Google del petróleo y el gas". La compañía llegó a valer US$35.000 millones y hasta el estadio de los Oklahoma City Thunder de la NBA lleva su nombre. Pero aunque parece abrupta su caída, la empresa había acumulado deudas por más de US$23.000 millones en 2013, que intentó bajar sin éxito. Ahora debe reestructurar compromisos por US$7000 millones.
"Por fin, la realidad financiera ha alcanzado a Chesapeake Energy, avatar del auge y posterior caída del shale norteamericano, –sentenció Bloomberg–. Para una compañía que ha estado bordeando el desastre durante la mayor parte de la última década, el colapso impulsado por Covid-19 en los precios mundiales de la energía simplemente agregó un signo de exclamación más a una historia de riesgo, arrogancia y deuda".
Su estrategia de negocio fue agresiva desde el comienzo. Tomó mucha deuda para adquirir la mayor cantidad de derechos de perforación, a los que accedía ofreciendo el pago de mayores regalías. A diferencia de la Argentina, en Estados Unidos, la empresa negocia el valor directamente con los dueños de los minerales (personas independientes, no el gobierno provincial) y no hay un monto preestablecido universal (como era en el país previo a la ley de hidrocarburos de 2012).
"Fueron más agresivos que todos. Así se convirtieron en el segundo productor de gas. Pero las grandes inversiones las hicieron cuando el gas estaba altísimo, a US$10 el BTU (medida inglesa que se utiliza en el sector), y ahora está a menos de US$2. Fueron víctima de su éxito. Hicieron mucha plata por ser los pioneros, pero cuando se empezaron a sumar otros, se generó mucha oferta y no hubo compradores", explicó un argentino que vive en Estados Unidos desde hace años y conoce el sector energético de manera directa.
Otra crítica que se le hace a la compañía es no haber apostado antes por la producción de petróleo, que tiene una demanda constante todo el año y es más fácil de almacenar, de transportar y de exportar. En el caso del gas, hay que pasarlo a estado líquido para venderlo al exterior y así no depender solo del pico del consumo interno del invierno, lo que requiere una logística más sofisticada. Una situación similar ocurrió en la Argentina, cuando a partir de 2018 se generó una sobre oferta de gas en los ocho meses más cálidos del año, lo que hizo que la mayoría de las empresas comiencen a apostar por el petróleo, a pesar de que Vaca Muerta es considerada más gasífera (es la segunda reserva no convencional más grande del mundo).
"Si tuviera que describir Chesapeake en una palabra, esa palabra es 'exceso': exceso de pasivos, exceso de costos, exceso de gas en un mercado con exceso de oferta. Pero cuando el exceso era bueno, también lo tenían. Exceso de exploración al alza, exceso de superficie, exceso de crecimiento de producción, exceso de asociaciones. Para mí, es una historia de extremos. Pero una desaceleración del gas durante tanto tiempo significa que el exceso de riesgo debe seguir su curso", dijo Clarke, el analista también de Wood Mackenzie.
Chesapeake no sería la única en quebrar
La menor movilidad en todo el mundo generó que la demanda mundial de petróleo cayera 30% de un mes al otro: se pasó de consumir 100 millones diarios de barriles a 70 millones. Los mayores países productores (excepto Estados Unidos) pactaron a través de la OPEP reducir 10% la producción, pero todavía sobraban 20 millones de barriles por día, lo que hizo derrumbar el precio a valores históricos, por debajo de US$20 el Brent (cotización internacional que se tomaba de referencia en el mercado local). Hoy el precio se está recuperando y está en torno a los US$41, aunque todavía está por debajo de los costos promedios de producción en la Argentina.
La consultora Deloitte estimó en su último informe que "no se espera que la demanda de petróleo regrese a los niveles previos a la pandemia en el corto plazo". Entre las razones, enumeran que el teletrabajo llegó para quedarse en gran medida, lo que hará caer la movilidad a lo que era pre-pandemia; que los precios de gas se mantendrán altos y estables, lo que hará más atractivo las inversiones a diferencia de las de petróleo; que las inversiones en nuevas energías (como las renovables) tendrán rendimientos similares, lo que acelerará la transición energética, y que habrá una nueva ola de proteccionismo, lo que significará que se acorten las cadenas de suministros y haya menos transporte marítimo.
"El desencanto de los inversores con el shale estadounidense no es nuevo, pero parece haber empeorado en el entorno del Covid-19. En 2020, el doble impacto de Covid-19 y la guerra por el suministro de precios del petróleo parecen haber llevado a muchos inversores a evitar las reservas no convencionales. Esto pareció ser una reacción extrema, pero ya no, considerando el desequilibrio récord y la volatilidad extrema en el mercado petrolero", dijeron en Deloitte.
"Se espera que los deterioros significativos de recursos y las amortizaciones de activos afecten a la industria a partir del segundo trimestre de 2020", agregaron, y explicaron que esto se debe a que las compañías tomaron deuda para producir un activo, que en los últimos meses se vio completamente devaluado.
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