Crisis laboral. Qué sigue tras el fuerte deterioro del nivel de empleo
Con los números oficiales sobre la mesa, en los últimos días se evidenció que el efecto de la pandemia y la cuarentena en la situación laboral de la Argentina es más grave de lo que muchos esperaban. Y la salida, claro, será muy complicada, sobre todo cuando desde el Gobierno se dan señales que desalientan las inversiones y se refleja una falta de planificación y de coordinación para las decisiones. Eso es lo que algunos analistas advierten, tras hacer la lectura de los ecos que en lo social deja la crisis de la pandemia de Covid-19, en un país en el que la mitad de los trabajadores es informal.
Los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec correspondientes al segundo trimestre del año, llaman a poner el foco no tanto en la tasa de desempleo, sino más bien en las de empleo y actividad. Esta última muestra qué porcentaje de la población es laboralmente activa; es decir, trabaja o busca trabajo. Respecto del segundo trimestre de 2019, ese índice cayó de 47,7% a 38,4% en el conjunto de los 31 centros urbanos incluidos en el relevamiento, lo que se traduce en que, allí, unas 2,5 millones de personas dejaron de estar activas; si se extrapola la tasa a todo el país, la cifra es de casi 4 millones. Y eso explica por qué la pérdida de una cantidad similar de ocupaciones laborales (la tasa de empleo, que se mide sobre la población total, se derrumbó del 42,6% al 33,4%) no se tradujo en una tasa más alta de desocupación (que se mide sobre la población activa), que resultó del 13,1%, frente al 10,6% del año previo. Una persona es considerada desempleada si buscó trabajo en un período determinado, es decir, si fue laboralmente activa.
Una incógnita, más allá de la de cómo encontrar la salida, es la de qué estará pasando en estos meses. Aun con una recuperación por la habilitación de actividades, se estima que la oferta de trabajadores (la tasa de actividad) podría tener una recuperación más rápida que la demanda por parte de los empleadores o que las oportunidades ciertas de hacer trabajo por cuenta propia. Entonces, en los próximos reportes se vería una suba quizá más pronunciada del desempleo.
De todas maneras, la esencia del problema está en la caída del empleo, más allá de que estadísticamente su contrapartida sea menos población activa o más desocupados. Sobre todo, si se tiene en cuenta que, según se desprende de los informes del Indec, el mayor daño se dio en los sectores informales y de menores ingresos. Una parte de las ocupaciones, es cierto, podría haberse recuperado ya con la flexibilización del confinamiento y eso de vería en los próximos datos.
¿Y qué habría pasado si se hubiera mantenido la tasa de actividad? Según estima el economista Luis Secco, en tal caso la desocupación sería del 30%. "Más allá de que algunas actividades hayan recomenzado, es difícil que en el tercer trimestre el empleo se esté recuperando; entonces, no habrá más demanda, pero sí más oferta de trabajadores" en este trimestre.
La mayor cantidad de inactivos es un efecto que era esperable, porque las medidas de aislamiento social impidieron directamente la realización de muchas actividades, con lo cual la propia tarea de buscar se vio limitada o inútil. La demanda tuvo un frenazo, salvo en sectores muy específicos. La estadística que se conoció en los últimos días muestra que hay "una parte de población que no estuvo activa, pero que sí está disponible para trabajar" y que volverá a ser parte de la tasa de actividad que, a su vez, podría aumentar "por el efecto del trabajador adicional", analiza la economista Roxana Maurizio, investigadora del Instituto Interdisciplinario de Economía Política de la UBA. Ese efecto implica que en un hogar más integrantes busquen sumarse al mercado de trabajo, para completar ingresos.
El informe sobre distribución del ingreso difundido también por el Indec reveló que, entre el segundo trimestre de 2019 y ese período de este año, el ingreso total de fuente laboral de la población solo subió 15%, en tanto que el de fuente no laboral (subsidios del Estado, por ejemplo) avanzó 41%. En total, el aumento nominal fue del 21,9%, algo que en términos reales significa una caída de 14,6%.
El deterioro generalizado se dio a la par de un agravamiento de la desigualdad social. Según describe Agustín Salvia, investigador del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, si se miran los datos del ingreso per cápita familiar promedio, en el decil de menores recursos hubo una caída real (descontado el efecto de la inflación) de 29%, mientras que en el decil mejor posicionado la reducción fue de 12%.
Eso se vincula con que el mayor impacto negativo en el empleo se dio entre los informales (la caída de ocupaciones hizo que se redujera de 34,5% a 23,8% su participación sobre el total) y entre los cuentapropistas (pasaron del 26,6% al 23,1% de los ocupados).
Según explica Maurizio, buena parte de las transiciones que hubo (en gran medida, de la ocupación a la inactividad) son efectos temporarios. Con las reversiones, unos volverán al empleo y otros irían al desempleo. La economista agrega que la salida de personas de la actividad es algo observado en otros países de la región.
¿Qué podría pasar hacia adelante? Para Salvia, hay acciones posibles para paliar la situación pero, para dar respuesta a la cuestión de fondo, advierte, hace falta una mirada estratégica de país, hoy ausente. "La precondición para que haya acuerdos económicos y sociales es un acuerdo político; de esto se sale con trabajo y hacen falta inversión y crecimiento", apunta. Pero hoy no hay reglas que inspiren confianza y hay una sociedad que está fracturada, dice.
"Puede haber paliativos, como la inversión pública, un rebote de algunos sectores, el aprovechamiento de algunas condiciones para la exportación", afirma. Pero eso será insuficiente. Agrega que es necesario dar empuje a la economía social, un segmento en el que podrían crearse ocupaciones; pero un plan en ese sentido depende de que haya un nivel de coordinación de las políticas, y esa es otra condición que hoy no se da.
"Hay muchas personas inactivas y hay que ver cuáles son los remedios adecuados para esos casos", puntualiza Christoph Ernst, director interino de la oficina de la OIT en la Argentina. Por el lado del sector privado, evalúa, si bien hay líneas de crédito, esos préstamos no se toman porque no existe perspectiva de mayor demanda y, se opta por esperar. Y en el sector público, el espacio fiscal está muy limitado para tomar acciones, a la vez que está el desafío de mejorar la eficacia de los programas sociales de empleo.
En lo fiscal, la situación se complicó en buena medida por los recursos puestos para aliviar daños. Tuvieron su rol el Ingreso Familiar de Emergencia, cobrado cada dos meses por casi 9 millones de personas, y el programa ATP, de ayuda a empresas para pagar parte de los sueldos. Según Maurizio, el comportamiento del empleo formal va a seguir dependiendo en cierta medida de lo que ocurra con esta segunda política y con la prohibición de despedir, prorrogada hasta el 30 de noviembre. En el diseño del ATP, se tiende ahora a que haya más créditos de bajo costo y menos subsidios, aunque se previó que si se contratan empleados, los préstamos se transformen en montos sin devolución. "Pero, aun cuando se abaraten los contratos, es necesario que la empresa requiera personal" y eso depende de la demanda", dice Maurizio.
Ernst señala que una de las claves para pensar hacia adelante es poner el foco en segmentos con potencial de generar puestos. Por ejemplo, dice, en la economía circular, basada en el principio de que los residuos pasen a ser insumos. "Hay que transformar un problema ambiental en algo productivo", afirma. Para que eso tenga escala y esté "incluido en la matriz productiva", agrega, debe haber una acción del Estado y un diálogo social, con generación de acuerdos.
Secco advierte que, si el consenso está en que a la vuelta de la esquina hay una crisis de confianza, entonces no habrá inversión, y a eso se suma que, en los hechos, la actividad privada es cada vez menos rentable y está en una incertidumbre creciente.
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