Restaurantes. Cómo es el plan de subsistencia del sector más golpeado por la cuarentena
Sillas apiladas contra las paredes de salones vacíos. Repartidores que esperan con su bicicleta mirando el celular. Menúes escritos con tiza colgados en la vereda. Mostradores improvisados sobre la vereda. Silencio y persianas bajas. La actualidad de los locales gastronómicos es una de las más duras en la cuarentena.
A la caída en las ventas registrada desde fines de marzo, apenas amortiguada por el recurso del delivery, se suma la incertidumbre por el futuro, en un combo que llevó al cierre definitivo a varios locales históricos y amenaza con expandirse: solo en Capital Federal, podrían cerrar más de 3000 empresas gastronómicas, con un efecto cascada sobre el trabajo de cientos de familias.
Son datos de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés, que sostienen que el actual contexto podría llevar a la quiebra a entre el 30% y el 40% de los restaurantes, pizzerías y cafés porteños. El sector, dice Ariel Amoroso, presidente de la entidad, emplea a más de 60.000 personas, y enfrenta una situación dramática: "No sabemos cuándo vamos a poder volver".
Su planteo no ilustra un reclamo, sino el diagnóstico de un rubro que funciona por y para las personas. "Somos un rubro personal intensivo, y para trabajar nuestra gente tiene que estar sana. Muchos viajan del Conurbano a Capital, y la evolución de los contagios no es algo que podamos manejar", dice el empresario.
La Parolaccia, Rey del Vino, La Flor de Barracas. Son solo algunos de los nombres de restaurantes célebres que ya anunciaron el cierre definitivo. Otros intentan sobrevivir y muchos se rindieron, aunque el resultado se conocerá recién cuando, aun con el permiso, no vuelvan a recibir clientes.
Mientras tanto, los empresarios del sector piden el apoyo del Estado para sostener su actividad, y ya diagramaron protocolos para volver a funcionar. Al menos en la Ciudad de Buenos Aires, esta idea ya fue definida y, sin fechas para su aplicación, aguarda el visto bueno del Ministerio de Salud.
Fundamentalmente, el plan apunta a redefinir los espacios para los locales gastronómicos manteniendo el esquema de distanciamiento social, con un mínimo de dos metros entre las mesas. Como ese factor reducirá el espacio dentro de los salones, pidieron que se expandan los permisos para colocar mesas en espacios públicos como las veredas, siguiendo el modelo de lo que se aplicó en países de Europa, que ya flexibilizaron su cuarentena. A su vez, piden que se habilite, al menos temporalmente, el uso de espacios al aire libre en plazas y parques.
El factor económico es otro de los temas que proponen revisar. Con una caída de hasta el 80% en los ingresos, muchos locales enfrentan dificultades o dejaron de pagar impuestos nacionales y provinciales. Ahora, piden que el Gobierno porteño suspenda el cobro del ABL y de ingresos brutos desde que se habilite la reapertura. Las cámaras empresarias ya llevaron el reclamo al jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta.
"Cuando volvamos a funcionar, el costo inicial va a ser enorme. Todo lo que era fresco de gastronomía se donó o se echó a perder, y vamos a tener gastos muy grandes para acondicionar los establecimientos a las normas que se hagan para evitar contagios de Covid-19", dice Amoroso, quien apunta a que muchas empresas tendrán nulo capital de trabajo y acumularán deudas con proveedores y con el fisco.
El tema del empleo es otro de los puntos que preocupan. Solo en Capital, dice el empresario, el sector da trabajo a 60.000 personas, y si se confirman sus estimaciones, habría más de 20.000 que perderán su fuente de ingresos. Por eso, piden al Estado Nacional que, a través de la Anses, extienda el programa ATP para el sector incluso por unos meses cuando ya estén operando. "Fuimos los primeros en cerrar y vamos a ser el último en volver", dice Amoroso.
Entre deudas, mayor gasto y la necesidad de adaptarse al nuevo escenario, la incertidumbre sobre ese regreso marca el día a día de empleados, empresarios y consumidores. "Ni siquiera podemos hablar de fechas, porque dependemos de cuestiones que no manejamos ni los privados ni los funcionarios de la salud: depende de la cantidad de contagiados que haya. Hasta que no se aplane esa bendita curva vamos a estar complicados", dice Amoroso, y concluye: "Si no hay gente en la calle, la gastronomía no tiene sentido".
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