¿Crecer para distribuir o distribuir para crecer? Esa es la cuestión
No pueden aislarse los efectos de distribuir ingresos que distribuir riqueza, ni tampoco a qué costo sobre la sociedad.
- 4 minutos de lectura'
1. Debate. La discusión no es nueva y hoy tiene vigencia en la Argentina dado que la presión impositiva está en niveles récord, la cantidad de beneficiarios de asistencia social se duplicó desde 2008, y, sin embargo, la pobreza está en niveles superiores al 40% y se acerca al 60% en los más jóvenes. Lo que queda claro es que no tiene sentido hacer una cuenta sobre el total del PBI, dividirlo por la cantidad de habitantes y repartir en partes iguales el resultado para salir de la pobreza, como sugirió algún funcionario hace poco. Primero, porque es operativamente irrealizable, el PBI no puede dividirse como si fuera dinero, dado que es el conjunto de bienes y servicios de la economía. Segundo, porque confunde flujo con stock. Tercero, porque atenta contra la mirada del capitalismo, que promueve incentivos para adquirir bienes y servicios de propiedad privada.
2. A la teoría. Hay tres motivos que justifican el grado de equidad sobre la redistribución del ingreso. Primero, un mayor grado de inequidad en la distribución del ingreso implica un mayor nivel de pobreza. Segundo, la desigualdad en la distribución del ingreso afecta negativamente al desarrollo económico a partir del inequitativo acceso a los activos productivos, como la educación o al crédito, reduciendo inversiones potenciales y productividad. Tercero, una mala distribución del ingreso es percibida como negativa por la sociedad, por lo que los gobiernos pierden legitimidad y apoyo social. Si un proceso de crecimiento sostenido es acompañado por una mala distribución, los resultados sobre la reducción de la pobreza serán limitados.
3. Desigualdad. Los gobiernos pueden contribuir a aumentar o reducir la desigualdad de ingresos a través de impuestos y transferencias (asignaciones o subsidios). Los últimos datos de la OCDE destacan que la desigualdad de ingresos promedio de este grupo de países antes de impuestos alcanzó un Gini de 0,47 (es 0 cuando todos los hogares tienen ingresos idénticos) y se redujo a un promedio de 0,32 después de la intervención del gobierno. La reducción de la desigualdad genera efectos positivos en términos de estándares de vida de las personas que reciben el beneficio y para la economía en su conjunto, dado que aumenta la capacidad de acumulación de todos, dando mayor estabilidad política y económica, entre otras cosas.
4. Progresivamente. No es lo mismo redistribuir cualquier cosa de cualquier manera. No pueden aislarse los efectos de distribuir ingresos que distribuir riqueza, ni tampoco a qué costo sobre la sociedad. Para ilustrarlo, en los 90 eran 12 los países de la OCDE que contaban con impuestos a la riqueza, mientras que en 2017 solo lo hacían cuatro. La decisión para que esta clase de impuesto no rija tenía que ver con los conceptos de la ineficiencia intrínseca, sus dificultades administrativas y sobre la premisa de que no alcanzaba su principio esencial de redistribución. Por eso se intensificaron los impuestos progresivos sobre las ganancias individuales de forma global. Es decir, el impuesto a la riqueza tendrá limitados efectos distorsivos y estará más justificado en países donde la tributación de la renta del capital personal es comparativamente baja.
5. Juego de suma cero. Hay un concepto arraigado, no muy típico de esta época y sobre todo en sociedades divididas, que ve a la economía como un juego de suma cero. Es decir, que, si uno está perdiendo su capital, automáticamente otro se está beneficiando: algo así como que la existencia de la pobreza se da por la existencia de la riqueza. Una afirmación que se contrapone con la evidencia mundial, que genera riqueza al tiempo que baja la pobreza extrema. La necesidad de una sana redistribución es imperiosa por sus múltiples efectos positivos, pero si el resultado es destruir los incentivos, entonces perdemos todos.