Creatividad e inteligencia artificial: última milla, imaginación aumentada y la “marca de agua” humana
¿Cuál será el primer producto artístico hecho completamente con inteligencia artificial que trepe en los rankings y se convierta en lo más exitoso de la temporada? ¿Un libro, una película, una serie animada? Preguntas como esta se discuten en el sitio Metaculus, en el cual poco más de 3000 expertos en inteligencia artificial (IA) especulan (y apuestan fuerte) sobre más de 100 dudas en torno al futuro de la tecnología estrella. Como patrón general, lo que se ve es una “compresión de tiempo”: lo que se pronosticaba para 2035 ahora se acerca a 2029, lo de 2029 a 2026, y así.
Martín Rabaglia, un creativo argentino que viene trabajando y experimentando en la frontera de esta herramienta no tiene dudas: “Pronto vamos a ver una canción primero en Spotify; lo que se está haciendo en música 100% no humana ya es muy bueno”, vaticina. Como bajista de un grupo de “rock intenso” (así define su estilo) está fascinado con la aplicación Suno, que permite de manera muy fácil crear nuevas canciones con asistencia de inteligencia artificial.
Mientras prepara una presentación para hablar en público con un “Martín de 2124″, generado con IAG, Rabaglia cuenta a LA NACION que en su agencia, Genosha, usan la tecnología del momento en las etapas iniciales e intermedias del proceso creativo: generación de prototipos de un cliente digital que critique la idea (antes de mostrársela al real), pruebas de concepto, arte y producción: para todo esto hay una ganancia enorme de tiempos y costos. Pero las ideas “10 puntos” siguen surgiendo de los humanos.
“Se terminó la angustia de la ‘hoja en blanco’, porque de entrada ya tenés sugerencias de la IA para empezar a trabajar, pero creo que hay todavía una ‘marca de agua’ humana en la última milla que hasta el momento no es reemplazable”, resume Diego Luque, de Pic Nic, un creativo que viene trabajando con IAG desde dos años antes de que se lanzara ChatGPT.
Uno de los creativos argentinos que hoy se encuentran a la vanguardia de este cruce vive en Múnich, Alemania, y trabaja en la agencia Fraser. Fernando Barbella hace creatividad digital “desde que no era cool hacerlo” y hoy todo su portafolio está atravesado por la IA.
“Hoy por hoy lo veo todavía como una herramienta, no veo la IA reemplazando el proceso de generación de ideas; por lo menos, no funcionando como funciona el cerebro humano”, cuenta Barbella en diálogo con LA NACION.
“La IA puede estar entrenadísima con un montón de información previa generada por nosotros, los humanos, pero lo que no tiene es experiencia de vida. No tiene sentimientos. A la IA no le rompieron el corazón. La IA no tiene ni idea de lo que significa traer un hijo al mundo, no sabe lo que es meterse al agua por primera vez, no sabe lo que es el miedo a volar. La IA no sabe lo que es un chiste cómplice entre tres amigos, la IA no sabe muchas cosas. Tiene esta información, pero me parece que no la puede dimensionar, por más que la tenga. Esto lo digo hoy, en agosto de 2024. Capaz que en dos días, en dos semanas, en dos meses, en dos años queda totalmente viejo”, dice el creativo argentino radicado en Múnich.
Para Barbella, hoy la IA para los creativos es un copiloto poderosísimo, y lo peor que podemos hacer es ignorarlo. “Hay mucha gente que es talentosa en una forma de arte, tal vez escribiendo, y ahora tiene herramientas para trasladar todo ese talento a otros campos, tal vez visuales. Yo soy superpositivo con lo que está pasando, y por eso me gusta hablar de la ‘imaginación aumentada’”, completa Barbella, que en estos días está desplegando una campaña para una ONG que planta árboles en Alemania y que fue generada completamente con IA.
Adelantar la película
Esta “marca de agua humana” a la que se refiere Luque ya figura en cierta resistencia que se empezó a notar en los últimos dos meses, con iniciativas para que los generadores de contenido usen un etiquetado que aclare que fue hecho por humanos, y en la revelación, días atrás, de un estudio hecho entre 1000 consultados en Estados Unidos, que informó que la intención de compra “se enfría” cuando se incluye el término “IA” en la descripción del producto a vender. Fue la conclusión de una investigación publicada en el Journal of Hospitality Marketing & Management.
Ejemplos de este tipo hay por decenas. Llegan en simultáneo con una baja muy abrupta de las acciones de tecnología en las últimas semanas, que muestran cierta impaciencia en los inversores: “Hay un uso acelerado de la inteligencia artificial para darles mejores herramientas a los consumidores, pero todavía creo que falta ver más casos de éxito empresarial aplicando esta tecnología”, explicó el viernes de la semana pasada Sebastián Cao, un ingeniero argentino graduado en Stanford que trabaja en un puesto alto en Tesla, en el streaming Indiferencia artificial, de Rebeca y Jini Hwang.
Lo nuevo en la agenda de creatividad excede a la IA, y en lo que va de la década hubo varios descubrimientos que tienen que ver con el cruce entre la imaginación y el bienestar. Ambos están correlacionados positivamente por doble vía: embarcarse en procesos creativos mejora el estado de ánimo y, a su vez, el bienestar físico y emocional mejora las habilidades creativas. Los avances que está habiendo en materia de estudios de meditación también aportan nueva información sobre qué tipos de prácticas son mejores para promover los “momentos eureka”. Por lo pronto, la reducción del pensamiento de “juicio” –aunque sea a nivel inconsciente, estamos juzgando todo el tiempo– y el armado de un “lugar seguro” que baje el estrés y reduzca las distracciones son precondiciones de lo que el creativo inglés John Cleese (uno de los fundadores de Monty Python) llama “la mente de tortuga”, recomendable para que afloren ideas fuera de la caja.
El otro motivo por el que vale la pena hacer doble clic en este territorio es que la denominada “economía de la pasión” o sector económico de la creatividad suele “adelantar la película” en materia de innovación. En el segmento de la salud cada error se paga en vidas o deterioro físico de los pacientes; en el financiero hay pérdidas millonarias en juego. En cambio, en el del entretenimiento y las artes en general hay más chances de “equivocarse rápido y barato” y, por lo tanto, la aversión al riesgo suele ser menor. No por nada el mundo del entretenimiento es el primero que adoptó criptopagos (el gaming y las películas para adultos), prueba modelos de negocios colaborativos inéditos, etcétera.
¿Llegará este año o el que viene al primer lugar de plataformas de películas, libros o música el primer producto 100% hecho con inteligencia artificial?