Créase en él o no, siempre hay un plan
El único aspecto relevante de la afirmación "francamente, no creo en los planes económicos" es que el presidente de la Nación se lo dijo a los periodistas del Financial Times, diario que leen los bonistas. ¿Ayudará esto a la negociación que su gobierno está llevando adelante con estos? Difícil.
Comparar lo que hoy está diciendo Alberto Ángel Fernández con lo que alguna vez dijo puede entretener, pero no ayuda a entender. Para esto último resulta útil aclarar qué es un plan económico, luego de lo cual me permitiré reescribir el dicho presidencial.
Un plan económico es un conjunto de medidas que para ser exitoso requiere congruencia y relevancia. Lo primero alude al hecho de que no se pueden controlar los precios y triplicar la cantidad de dinero; lo segundo, a que la política económica nunca se plantea en el vacío, sino en un escenario internacional y en un contexto político específicos. Como bien enfatiza Guillermo Calvo, una misma medida de política económica genera resultados muy diferentes dependiendo de si la población le cree al gobierno de turno o no.
Algunos planes económicos fueron lanzados de golpe: el de Frondizi, a fines de 1958; el de Krieger Vasena, en marzo de 1967; el de Alfonsín-Sourrouille, a mediados de 1985; el de Cavallo, en marzo de 1991. No ocurrió nada parecido en las presidencias de Illia o Macri. Cuestión de estilos, pero también de épocas.
Para pasar de la historia económica a la política económica, permítaseme reescribir la afirmación presidencial en términos de pregunta: ¿cree el presidente Fernández en la política económica que está llevando a cabo su gobierno? Porque no nos enredemos en las palabras: las medidas que se aplican,las iniciativas que revolean personas cercanas al oficialismo son todas señales a partir de las cuales cada uno de nosotros adopta sus decisiones.
No le voy a pedir una respuesta al primer mandatario, porque hasta que no decida efectuar cambios defenderá lo que tiene. ¿Qué pueden precipitar dichos cambios? Complicaciones económicas muy superiores a las existentes, o la creciente proximidad de la elección de 2021. Esto último explica los cambios introducidos por los presidentes Alfonsín, en 1985, y Menem, en 1991.
Hoy por hoy el interrogante no tiene contestación, pero parece claro que a menos que el Presidente decida suicidarse, renunciar, "entregarle las llaves" a la vicepresidenta, etcétera, eventualmente tendrá que tomar decisiones.