Costos y ganancias: ¿qué quiere decir racionalmente?
En la Argentina existe un negocio que en minutos genera una tasa de ganancia de 3500%.
Es legal y está exento del pago de impuestos.
Consiste en poner una ficha en el casillero que coincida con el que salga premiado en la ruleta. ¿Se imagina al croupier, diciéndole al apostador que ganó, que como el premio es una exageración, que se contente con recibir el doble de lo que apostó?
La contabilidad no refleja los riesgos y las incertidumbres que enfrentaron los decisores, sino simplemente los resultados. ¿Tendrá esto en cuenta el flamante Secretario de Comercio cuando analice “racionalmente” los beneficios y los costos de las empresas?
La realidad es peor, porque las empresas no saben cuáles son sus costos, que no es lo mismo que los gastos, que se registran, como se dice vulgarmente, con el procedimiento del almacenero.
En esta fluida Argentina, un empresario típico adopta 40 decisiones por día, 30 de las cuales en la víspera no sabía que las iba a adoptar y 25 de las cuales tendrá que revisarlas al día siguiente.
No tiene a su disposición los costos de cada producto; de manera que si la Secretaría de Comercio lo convocara para analizarlos, debería estimarlos. ¿Se imagina revisar decisiones en base a información que no se tuvo en cuenta cuando se adoptaron?
Cuestión de sentido común
Los funcionarios a cargo de los precios, ¿no tienen un tío o un amigo, propietario de una pyme, a quien escuchar antes de actuar?
Sería útil para que los ayuden a contestar interrogantes como el siguiente: ¿por qué los mismos empresarios que, en la década de 1990 no aumentaban los precios, ahora lo hacen?
Actuar racionalmente implica seguir los siguientes pasos:
• primero los hechos, siempre primero los hechos;
• segundo, la calificación de problema;
• tercero, la explicación causal de lo que se quiere modificar;
• cuarto, la acción concreta.
Quien no entiende el funcionamiento actual de lo que quiere modificar, muy probablemente sea más parte del problema que de la solución.
Ejemplo: el funcionario que convoque a los productores de determinado bien, a una reunión para discutir costos y beneficios, logrará que un par de horas antes los productores se reúnan en la cámara respectiva, para aunar criterios, para enfrentar al adversario común.
Ergo, el Estado logrará oligopolizar la oferta de un sector que en condiciones normales no tendría más remedio que competir para beneficio de los consumidores.
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