Corralito: la medida “por 90 días” que aceleró el estallido de diciembre de 2001
La decisión anunciada por Domingo Cavallo limitaba el retiro de depósitos de los bancos hasta $250 por persona y por semana
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El 20 de diciembre estalló un modelo. Fue el día clave de una crisis social, política y económica que eyectó al presidente Fernando De La Rúa, con masivas protestas, represión y muertes con epicentro en la Plaza De Mayo. Años de recesión, aumento de la pobreza y el desempleo, que semanas atrás había derivado en el corralito.
Fue una medida dispuesta por el entonces ministro Domingo Cavallo, que impuso restricciones al acceso al dinero en efectivo en cajas de ahorros, plazos fijos y cuentas corrientes. Vigente desde el 1° de diciembre, esa regla establecía que los depositantes solo podían retirar $250 semanales de las sucursales.
Si bien se habilitaba el uso de la tarjeta de débito para realizar consumos o transacciones, el corralito aceleró un clima de incertidumbre e inestabilidad. El objetivo del Gobierno era intentar controlar ese clima y frenar una corrida bancaria: por la ley de Convertibilidad, un peso equivalía a un dólar y en el país las divisas escaseaban.
El contexto económico era crítico. El riesgo país superaba los 3000 puntos básicos, el desempleo superaba el 18%, en un escenario de creciente deuda pública y déficit fiscal. Además, los depósitos se escurrían del sistema financiero: solo ese año, los argentinos habían retirado US$18.000 millones, en una tendencia que se había acelerado peligrosamente, con una caída de US$3600 millones entre el 28 y el 30 de noviembre. El margen se agotaba.
La creación del corralito buscaba “asegurar el buen funcionamiento de la economía” y “proteger los ahorros de los argentinos”, según sostuvo al anunciarlo el ministro Cavallo. Presentada como una medida de estímulo a la bancarización y la formalización, el corralito -que inicialmente iba a durar 90 días- profundizó la crisis económica. Porque con ese máximo de $250 semanales, las familias no lograban cubrir sus gastos habituales.
A su vez, se estima que el 1% de las transacciones en el país se hacían por vía electrónica (tarjeta de débito o crédito). En ese contexto, la restricción al acceso al efectivo ahogó el consumo, comenzó a quebrar las cadenas de pagos y afectó especialmente grandes sectores de la economía que operaban (y aún operan) en la informalidad. Sin recursos, en un contexto de pobreza creciente, el corralito encendió un conflicto que en pocos días derivó en movilizaciones en diferentes ciudades del país, protestas y saqueos en comercios.
El 19 de diciembre, con la tensión social en aumento, el presidente De La Rúa decretó el estado de sitio, que encendió aún más a la población y aceleró el estallido. Miles de personas en las calles, cacerolazos espontáneos y concentraciones en plazas condujeron a la renuncia esa noche de Cavallo y en la posterior renuncia del presidente, que partió de la Casa Rosada en helicóptero.
En 2001, la economía completó su tercer año de caída consecutiva, con un desplome del 4,4%. El corralito, que iba a durar 90 días, se extendió por un año, mientras el escenario económico dio un giro tras el estallido del uno a uno. La devaluación del peso llevó a la pobreza por encima del 50%, mientras a mediados de 2002 el desempleo alcanzó el 21%, con un 40% de informalidad laboral y la consolidación de los movimientos piqueteros en diferentes puntos del país, mientras emergían cuasimonedas como los ‘patacones’ y los ‘Lecop’.
Ya en 2002, el corralito derivó en el corralón y una medida que afectó a los ahorristas, a quienes se les pesificaron sus depósitos a $1,40 cuando el dólar cotizaba a $3 en el mercado oficial. Al mismo tiempo, se decidió pesificar las deudas en dólares a ‘uno a uno’ en una disposición que permitió a los alcanzados licuar las deudas acumuladas durante años.