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Todo indica que seguirá muy estricta la cuarentena en la Ciudad de Buenos Aires, el conurbano y grandes ciudades afectadas del interior; mientras que se iría abriendo el aislamiento en forma gradual según actividades y localización geográfica, parecido tal vez a la salida china, con zonas rojas de cuarentena total, zonas naranjas y zonas amarillas un poco más abiertas.
Ni el Gobierno ni el sistema médico argentino quieren arriesgar. La situación parece estable y por ahora manejable en el país, y tal vez se pueda lograr atenuar la tragedia de miles de muertos. En cualquier caso, si finalmente ocurriera, nadie quiere cargar con la responsabilidad de haber levantado la cuarentena por anticipado.
Tal como lo revelamos la semana pasada, habrá entonces que prepararse para una cuarentena prolongada por muchos meses, con mayor o menor flexibilización. Con lo cual la tarea del Gobierno para cuidar la salud y evitar un colapso total de la economía se hace cada vez más determinante.
En materia sanitaria, la situación luce estabilizada. Se sabe que lo peor está por llegar y que faltan ya como en todo el mundo insumos y material crítico para enfrentar la pandemia. Por eso todos coinciden en que es inexorable mantener la cuarentena.
Con esa realidad que no se puede modificar, ahora resulta cada día más importante no destruir la economía más allá de lo que ya está. Perder por goleada ante lo que no se puede controlar, pero al menos no meter en el arco propio las que van afuera.
¿Cómo es posible que todavía sigan cerrados los bancos? El régimen que se anunció desde el lunes, de atender una vez por semana y ni siquiera por ventanilla a los clientes, no parece a la altura de las necesidades de la gente y de las empresas. ¿Por qué no ordena el Banco Central abrir los casi 20.000 puestos no bancarios para pagos y así descomprimir los mostradores?
No está funcionando el plan del Gobierno para auxiliar a las empresas, a las familias y a los autónomos que se quedaron sin ingresos hace casi tres semanas. No resuelve el Banco Central el problema de mantener o aumentar el descubierto para clientes, sigue cortada la cadena de pagos y tampoco se anunciaron alivios en los impuestos. Peor aún, se amenaza con seguir aumentándolos.
El esfuerzo de los bancos para prestar al 24% a empresas para pagar salarios alcanza a menos de 50% de las compañías o personas que necesitan cubrir no solo pago de salarios, sino también servicios y pago a proveedores. Casi 70% de las facturas de gas, luz y teléfono están impagos hoy en el país. La clase media no puede pagar 100% de las expensas, prepagas y colegios. La rueda se va trabando cada vez más.
El Gobierno probó hace algunos días las consecuencias de no hacer nada. Mantuvo 20 días los bancos cerrados, no modificó el caos histórico de la modalidad de pago a jubilados y planes sociales y finalmente ocurrió el desastre que todos vimos por televisión.
Si no reacciona el Banco Central y la AFIP, el caos de los jubilados agolpándose en los bancos se trasladará a las familias y empresas quebradas, trabajadores agolpados frente a fábricas cerradas por ahogo económico y financiero. Quiebras y despidos masivos. ¿Habrá que esperar como con los jubilados el desastre en las calles para reaccionar?
Hasta los economistas más ortodoxos están recomendando un "salvataje" generalizado de empresas vía emisión monetaria sin miedo. Las provincias se preparan a lanzar cuasi monedas, en principio, para el pago a proveedores.
¿Por qué los grandes estatistas de toda la vida se resisten a usar el Estado para salvar a las empresas y a los autónomos que pagan impuestos y dan trabajo? Como si el Estado estuviera solo para asistir a los más humildes, lo cual es lógico y corresponde en épocas normales, no en la actualidad cuando se rompieron todos los libros. Prejuicios ideológicos, cierto disfrute pseudoprogre por el sueño del final del capitalismo que ahora reaparece, como si la historia no enseñara nada.
El Estado presente es el que no puede organizar un pago a jubilados en el siglo XXI. Es el que compra con sobreprecios e intermediarios, en todos los ministerios y organismos. Se imaginan lo que ocurriría si un solo funcionario, como pretendían hace una semana, fuera el encargado de comprar todos los insumos médicos no solo para hospitales nacionales, sino para todo el sistema privado y municipal de salud?
La cuarentena sigue. Es duro, pero es lo que a todos nos conviene. La salud, lo más a salvo posible. Ahora tiene que aparecer el Estado para contener la economía: en el Banco Central y en la AFIP, salvando al sector privado. Un Estado presente donde tiene que estar, no solo donde hay negocios.
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