Carlos Quenan: "La posibilidad de llegar a un acuerdo por la deuda no es tan lejana como podría parecer"
Estudió economía en la Universidad Nacional de Mar del Plata y en la Universidad Central de Venezuela. Obtuvo el doctorado en la Universidad de Grenoble (Francia) y es profesor en el Institut des Hautes Etudes de l’Amérique latine (IHEAL) de la Universidad de París Sorbonne Nouvelle. Desde 2018 es senior advisor en el Ministerio de Educación y de la Juventud de Francia
Carlos Quenan vive en París hace 30 años. En aquel momento viajó para hacer el doctorado en Ciencias Económicas, y se especializó en moneda, finanzas y banca. Fue consultor de varios gobiernos de América Latina, de Europa y de África, y también de varias instituciones económicas y financieras internacionales, así como Senior Economist en el Department of Economic Research en Natixis, French Investment Bank, entre 2004 y 2015.
Es autor de más 60 libros y de muchos artículos en revistas científicas referidos a las relaciones económicas internacionales y a la macroeconomía de los países emergentes, en particular de América Latina.
Durante la gira del presidente Alberto Fernández por Europa, en febrero pasado, Quenan participó en varias actividades en París.
-La cuarentena obligatoria está durando más de lo que se creía en un primer momento. ¿Cuánto puede aguantar la economía tanto freno de la actividad?
-Estamos en una crisis inédita, frente a la cual hay que ser muy prudentes en las afirmaciones sobre lo que puede pasar y sobre qué implicancias puede haber en un campo o en otro. Es inédita en el sentido de que se trata de una crisis global generada por un shock extra económico; es decir, por una pandemia que genera mortalidad y perturbaciones en los sistemas sanitarios y desorganiza la vida social. Por ende, se suscitó, además de los efectos directos de la pandemia, una consecuencia indirecta, que es la actitud de los estados, que reaccionan estableciendo días de aislamiento obligatorio. Esta es una medida indispensable en un contexto de este tipo, porque los mercados dejan de tener capacidad de asignación de los recursos y, como se generalizó en prácticamente todo el mundo, solo el estado puede asegurar una coordinación de los circuitos económicos y sociales para hacer frente a la emergencia. Esta es una crisis inicialmente sanitaria, que precipita una crisis económica. El impacto que esto tenga en la economía global es variable, según la situación en la cual se encontraban las economías que reciben el shock. En términos de economía mundial, la dinámica era más bien mediocre y mostraba signos de desaceleración. En ese contexto global es donde opera la crisis, con un elemento adicional que es que algunos instrumentos que uno puede utilizar para afrontar estos tipos de shock y contrarrestar las tendencias recesivas que genera ya habían sido utilizados fuertemente desde 2008 y 2009. Estas herramientas son las políticas monetarias laxas no tradicionales, con tasas de interés bajas o cero en los grandes centros desarrollados, lo cual significa abundante inyección de liquidez.
-¿Cómo impacta en la Argentina?
-En América Latina hay una situación de debilidad macroeconómica que viene de seis o siete años, con crecimiento prácticamente nulo y con retroceso del ingreso per cápita. En términos generales, tiene poca capacidad de realizar políticas contracíclicas, porque los márgenes de interacción del Estado son limitados. La Argentina en particular tiene una economía que, como dijo la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, es un paciente de alto riesgo (crisis de la deuda, recesión e inflación elevada), a la cual le cae encima el coronavirus. El país tiene déficit fiscal, una situación de insostenibilidad de su endeudamiento en el corto y en el mediano plazo y una institución monetaria muy debilitada desde hace décadas. Los márgenes de maniobra son chicos.
-¿Podría el Gobierno dejar la negociación de la deuda para el año que viene, cuando hayamás certidumbre sobre el alcance de la pandemia?
-Pienso que esa no es y no debería ser la posición del Gobierno. El propio desarrollo de la pandemia y las políticas implementadas por una buena parte de los Estados para enfrentarla han generado un shock negativo que afectó tanto a la oferta como a la demanda mundial y ha precipitado una recesión global y una situación de incertidumbre radical. En ese marco, la posición de la Argentina de afrontar la negociación ha sido muy responsable, porque la pandemia y la crisis global afectan a un país que ya venía muy debilitado. Esto trastocó los planes iniciales de un primer programa de emergencia con objetivos precisos en materia fiscal, y agravó los problemas que impiden que la Argentina pueda honrar, en el corto y mediano plazo, los vencimientos de deuda. Esto ha configurado una situación que se encuentra en las antípodas del contexto de la renegociación de 2003-2005, cuando la Argentina había logrado tener excedente primario a nivel fiscal y la economía había vuelto a crecer con dinamismo en el marco del comienzo del super-ciclo de las materias primas a nivel internacional. Ahora, a pesar de las circunstancias adversas, el Gobierno ha mantenido el objetivo de afrontar la negociación para no caer en default y, al mismo tiempo, para tratar de normalizar cuanto antes las relaciones financieras internacionales del país, lo cual expresa un enfoque responsable del problema. A su vez, desde una perspectiva sistémica, esto puede ser visto como una contribución a la estabilidad financiera global, cuando estamos en los inicios de una profunda recesión mundial, que va a deteriorar la situación patrimonial y de pagos de la mayor parte de los actores de la vida económica y de los Estados. A pesar de las iniciativas contracíclicas de salvataje y de cooperación en curso y en proceso de preparación, se pueden generar fuertes tensiones a nivel de los sistemas bancarios y financieros. Despejar uno de los frentes de tormenta y de incertidumbre en momentos en que se vislumbra la posibilidad de numerosos incidentes de pagos e incluso de crisis financieras a la escala internacional, debería ser también uno de los criterios a considerar por parte de los acreedores privados de la Argentina, que están también muy expuestos a los riesgos financieros globales. Sin embargo, hasta ahora parecen mostrarse bastante reticentes frente a la oferta argentina.
-¿Es parte de la estrategia mostrarse más reticentes al comienzo del período de negociación?
-Es sabido que en este tipo de ejercicio se busca tensionar la cuerda hasta un cierto punto y, en principio, las declaraciones iniciales constituyen un punto de partida y no el punto de llegada. Además, hay una diversidad de intereses y estrategias entre los fondos acreedores. La probabilidad de fracaso de las negociaciones está lejos de ser nula, pero pienso que la posibilidad de llegar a un acuerdo no es tan lejana como podría parecer. El Gobierno ha hecho una oferta razonable que ha logrado concitar un amplio apoyo académico y político, tanto nacional como internacional (incluida la existencia, por diversas razones, de muy buenas relaciones del gobierno con el FMI, un fenómeno inédito en condiciones de crisis de deuda soberana de la Argentina). Se argumenta, desde el lado de los acreedores, que debería acortarse el período de gracia de tres años u ofrecerse un "endulzante", como un pago excepcional durante este período de gracia, y mejorarse la oferta tanto en lo que respecta a un aumento del cupón promedio que ofrece la Argentina, como en lo referido a la disminución de la quita a nivel del capital.
-Y el Gobierno pidió que se le haga una contraoferta.
-Por supuesto, hace falta que los acreedores hagan una contrapropuesta precisa. Pero entiendo, como economista, que tomando en cuenta el entorno político en el que evolucionan los actores, puede haber un terreno de entendimiento. No pienso que el Gobierno quiera modificar la duración del período de gracia. Tiene sus razones: la propuesta de tres años superó el temor de una buena parte de los acreedores, que esperaban un período más largo y, además, lo que la Argentina necesita es un respiro, un poco de "aire" en el futuro inmediato para hacer frente a la pandemia, que la encontró en graves dificultades. Tampoco veo mucho margen de acción en lo que respecta a una quita ya reducida en el capital. En cambio, estimo que puede haber márgenes de maniobra a nivel del cupón promedio de los nuevos bonos que deberían surgir de la renegociación. Se puede pensar, por ejemplo, en una tasa promedio que se sitúe en alrededor de 3% (en lugar de 2,3%), que se acercaría a la tasa de los financiamientos multilaterales y que, según estimo, podría ser compatible con el criterio de sostenibilidad. Esto podría lograrse por una modificación que contemple una parte fija y otra variable, atada por ejemplo a la evolución de las exportaciones; es decir, a la capacidad de generar divisas por parte del país u a otra fórmula que integre una cláusula de ajuste en caso de mejora significativa en materia de dinamismo exportador del país.
-¿Qué pasaría si la Argentina entra en default?
-Un default no sería el fin del mundo, pero es claro que tendría un costo y complicaría la necesaria estabilización de las variables monetarias y financieras de la economía argentina. En cambio, un acuerdo razonable que sea sostenible constituiría un formidable shock positivo de credibilidad que abriría un espacio para que la Argentina pueda optimizar su acceso a los financiamientos excepcionales asociados a la crisis suscitada por la pandemia, reforzar la posibilidad de renegociar en mejores condiciones la deuda con el Fondo Monetario Internacional, e incluso encarar, en un contexto macroeconómico más favorable, los objetivos internos de largo aliento. En especial, retomar la senda de las inversiones productivas y del crecimiento.
-¿Qué rol juega el FMI en la negociación de la deuda?
-Es indudable que tiene que ser un juego de a tres, porque el FMI también es acreedor. Y en el período en el que van a intervenir los vencimientos acordados en una eventual renegociación con los bonistas privados, también habrá pagos al Fondo Monetario. La sostenibilidad tiene que ser vista en esa perspectiva global. Ahí aparece un tema de discusión y de conflicto. Buena parte de los acreedores sostiene que no hay un programa económico al cual se refiera la Argentina para mostrar cuál es su sendero de trayectoria de sostenibilidad. Pero es cierto también lo que dice el Gobierno: es muy difícil, en las condiciones actuales, prever un sendero de crecimiento, cuando no sabemos cómo terminará este año. La única solución puede venir de un ejercicio que implicaría mucha creatividad y mucha imaginación, para buscar algún tipo de aproximación, que permita efectivamente que haya ganancias para ambos actores, e incluso también para el FMI.
¿Cuáles son sus cinco actores preferidos?
- Humphrey Bogart (1899-1957)
- Robert De Niro (1943)
- Vittorio Gassman (1922-2000)
- Marcello Mastroianni (1924-1996)
- Al Pacino (1940)
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