Billetes y monedas: un insólito golpe del dólar al peso pone en riesgo al papel de $1000
Un inesperado problema con la fabricación de billetes de $1000 se desató en los últimos meses. La trama detrás de ese contratiempo está compuesta por algunos de los sobresaltos frecuentes de la Argentina: un desacuerdo entre el presidente Alberto Fernández y Cristina Kirchner, la emisión desenfrenada de moneda para afrontar el rojo del Estado y la consistente pérdida de valor del peso, según reconstruyó LA NACION a partir de documentos oficiales y consultas a diversos actores al tanto de la situación.
A lo anterior se suma un contexto mundial particular. Por la mayor impresión de moneda en Europa y en Estados Unidos, las proveedoras de insumos para hacer billetes atraviesan un cuello de botella. Y la Argentina tiene entre sus principales proveedores a una firma que también participa en la fabricación del dólar.
Según diversos especialistas, la provisión de un insumo clave para la fabricación de billetes podría traer dificultades para abastecer los cajeros automáticos en junio, con el pago del aguinaldo. Fuentes oficiales, en cambio, lo descartan. Sostienen que el país tiene stocks y plazos de entrega firmes.
Los apuros para la fabricación del papel de $1000 comenzaron por el lado menos pensado. En enero de 2016, el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, lanzó una nueva familia de billetes -la de los animales- que incluía moneda de denominación superior. El del hornero se convirtió en el de mayor poder cancelatorio.
El Banco Central decidió darle a su papel más importante elementos de protección a la altura de las mejores monedas del mundo. Así fue como llegó al billete argentino el hilo de seguridad que lo recorre. Es una banda “aventanillada” que lo recorre de manera vertical. Se trata de una versión similar a la que usa la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) en el billete de US$100.
El hilo de seguridad del hornero se llama Rapid, una marca registrada conocida en todo el mundo. Su fabricante es Crane Currency, una empresa sueca con plantas en ese país y en Estados Unidos. Cuesta US$112,80 el kilómetro.
Los intereses de la Argentina y de la empresa fabricante del hilo chocaron a medida que la inflación masticó el poder cancelatorio de los billetes. Cuando salió a la calle, el papel de $1000 equivalía a unos US$60, pero ahora está por debajo de los US$5. Entre diciembre de 2016 y febrero de este año, la inflación del país fue del 533%.
Pese a la pérdida de poder de fuego del peso, el Banco Central mantuvo las medidas de seguridad originales. Así, empezó a requerir cada vez más papel, tintas y kilómetros del hilo de seguridad en un contexto en el que también aumentó la demanda de billetes en el mundo debido a la pandemia.
Hoy la Argentina tiene problemas para hacerse del hilo de seguridad que llevan los billetes de $1000, según se traduce en diversos documentos de Casa de Moneda, la imprenta del Estado que hace billetes por orden del Banco Central, que revisó LA NACION.
Negocios millonarios y polémica
Las dificultades comenzaron a hacerse muy visibles a fines del año pasado. Casa de Moneda lanzó dos licitaciones para comprar el papel con el que se fabrica el hornero el 1 de diciembre. En total, se estima que se necesitan 1200 millones de billetes de $1000 para cubrir las necesidades de este año.
La imprenta del Estado pidió que se le entregara el papel para la fabricación de billetes (debe venir con el hilo incluido) el 21 de enero de este año. En la práctica, el lapso para cumplir con la licitación era similar a lo que demoraba importar el producto por barco. Para cumplir con la urgencia argentina, debía trasladarse por avión, algo que volvía al trabajo mucho más costoso.
La gran polémica de la licitación, sin embargo, pasó por la provisión de hilo. Los pliegos de Casa de Moneda no precisaban el tiempo de entrega de ese elemento de seguridad. La fabricante Crane, que no había recibido avisos previos por parte de la Argentina, les cotizó a todos los proveedores un tiempo de entrega superior a los siete meses. En otros términos: por falta del hilo, era imposible cumplir con las condiciones establecidas por Casa de Moneda.
La discusión quedó documentada. La circular número uno de Casa de Moneda del 24 de noviembre pasado reconoce que rechazó “en su totalidad” el cronograma dispuesto por Crane. Y le reclamó que informe en 24 horas el plazo de entrega “superador” para todos los productores de papel que la consulten.
La pelea escaló. Una compañía le pidió a la imprenta del Estado que anulara la licitación o cambiara las fechas de manera urgente de acuerdo con los plazos de provisión del hilo. Pero Casa de Moneda rechazó de plano el pedido, según figura en la circular dos que firmó la gerente de compras, Andrea Lapadula. Su argumento es, otra vez, el apremio: “Dadas las circunstancias de urgente necesidad de contar con el papel para cumplir con las obligaciones contractuales”, sostiene en su respuesta, la empresa pública no puede dar una prórroga.
Una de las circulares aporta información que los especialistas consideran reveladora. La empresa sueca le envió a la imprenta pública el cronograma de entrega de hilo que tenía previsto. A partir de este mes comenzaba a liberarse algo del cupo, pero entre noviembre y febrero pasados la única que tenía órdenes firmes de compra era la brasileña Fedrigoni, otra proveedora de papel de la Argentina.
En otros términos: uno de los oferentes ya tenía pedidos para el hilo de seguridad del billete de $1000. Es la empresa que ganó ambas licitaciones, con un presupuesto total de US$6.754.913,62
Sus competidores suponen que esa firma estaba advertida sobre el pedido que haría Casa de Moneda o usó hilo correspondiente a otros contratos con la imprenta del Estado. En ese caso, se priorizaría una producción en detrimento de otra. Eso pondría de manifiesto que habrá escasez de papel moneda para imprimir billetes del hornero según la planificación del Estado argentino, porque las cantidades pendientes de entrega no se van a despachar como se suponía.
Esta última observación ganó terreno por algunos movimientos de Casa de Moneda. Sus emisarios fueron en febrero pasado a The Banknote & Currency Conference, una conferencia de banqueros y fabricantes de billetes que se hizo en Washington. Iniciaron negociaciones y emergió el principio de un plan de contingencia para producir billetes de $500. El Banco Central no le dio el visto bueno a esa propuesta, al menos hasta ahora.
Una gestión al límite
La conducción de Miguel Pesce en el Banco Central está acostumbrada a sortear situaciones límite con respecto al suministro de billetes, hasta ahora sin grandes sobresaltos. En parte, se trata de una incomodidad derivada de la política.
Una de las primeras decisiones del Banco Central bajo la gestión de Alberto Fernández fue crear un billete de $5000. La conveniencia era evidente: cada uno de esos papeles tendría un poder cancelatorio cinco veces mayor al de $1000, algo que llevaría comodidad a las billeteras de las personas, bajaría los costos de transporte del dinero, mejoraría el abastecimiento de los cajeros automáticos y le permitiría al Estado imprimir menos plata.
En abril de 2020, el directorio del BCRA aprobó la creación del nuevo billete. Al día siguiente, le envió instrucciones a Casa de Moneda para que lo ponga en marcha. Tendría en el frente las imágenes de Ramón Carrillo, el primer ministro de Salud de Juan Perón, acompañado por Cecilia Grierson, la primera médica argentina. En el reverso estaba la figura del Instituto Malbrán.
Se hicieron varias muestras y hubo un cronograma de entregas de 200.000 millares de billetes, pero el Banco Central canceló el plan, presuntamente por una orden de Casa Rosada. En el pasado, la vicepresidenta Cristina Kirchner fue reacia a aumentar la denominación de los billetes porque consideraba que ponían en evidencia la inflación y aumentaban la expectativa de aumentos de precios en el futuro.
Para sortear esa dificultad, Casa de Moneda debió importar billetes desde Brasil y España. De manera que llegó a pagar en euros por dinero argentino cada vez más devaluado.
Diversas fuentes consultadas por LA NACION -del sector privado, público y funcionarios- creen que Pesce tiene aún una carta en la mano para evitar un problema en los cajeros. Se trata de la proliferación de los medios electrónicos de pago. Por caso, un informe reciente de Global Payments Reports pronostica que en tres años el efectivo dejará ser el principal medio cancelatorio para los argentinos.
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