Consenso fiscal: los presentes gravan a los ausentes
El Presidente y los gobernadores acordaron que estos podrán crear nuevos impuestos o aumentar alícuotas de los actuales; en esa decisión no participaron los ciudadanos que tienen que pagar esos tributos
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Tiene que haber sido una reunión muy cordial la que el lunes pasado mantuvieron el presidente de la Nación con casi todos los gobernadores (ausente, con aviso, el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
La cordialidad deriva de la naturaleza del evento, cuya esencia fue que el gobierno nacional consensuó con los gobiernos provinciales que estos podrán crear nuevos impuestos o aumentar las alícuotas de los existentes.
¿Quién defiende a los ausentes, en el referido Consenso Fiscal? Me refiero a los contribuyentes impositivos. Ojalá esté mal informado, pero todo indica que nadie.
Uno puede quedarse afónico señalando los defectos técnicos de cada uno de los impuestos, por su impacto sobre las inversiones, el empleo, etc.; pero lo que en materia fiscal finalmente determina las decisiones es la fuerzocracia. El caso del impuesto a la herencia es antológico: pagué impuestos cuando generé los ingresos, sigo pagando mientras no los consumo y ahora pagarán mis hijas, cuando hereden. ¿No es demasiado?
Todo esto trae a colación la aguda observación de Giovanni Sartori, quien señaló que mientras la Gloriosa Revolución inglesa de 1688 consagró el principio de “solo pueden votar los impuestos quienes los tienen que pagar”, modernamente votan los impuestos los dirigentes políticos elegidos por votantes que viven de los subsidios públicos, financiados con… impuestos.
Los recientemente electos diputados de la Nación con formación económica, en la campaña electoral juraron por su madre que no crearán nuevos impuestos ni aumentarán las alícuotas de los existentes (lo cual incluye indexar las deducciones y las escalas, expresadas en términos nominales). Los gobernadores que no pertenecen al oficialismo firmaron el Consenso Fiscal, pero también prometieron lo mismo. Algo es algo.
Sin reservas ni posibilidad de emitir nuevos títulos, la porción del gasto público que no se cubre con impuestos se financia con emisión. Con emisión de una moneda que utilizamos para realizar transacciones, pero no para ahorrar. Esto limita la demanda de dinero, es decir, el efectivo que deseamos mantener; el resto demanda bienes, repartiéndose entre aumento del nivel de actividad económica y suba de los precios.
Pensar que con la actual política fiscal vamos a crecer y la tasa de inflación va a disminuir es no pensar. No importa lo que se diga en el plano político.
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