Con una adhesión al canje del 76%, la Argentina dejó atrás el default
El canje para salir del default logró una aceptación del 76,07%, equivalente a US$ 62.000 millones, lo que permitirá reducir la deuda pública total de US$ 191.254 millones a 125.283 millones tras una quita del 65,6% sobre la deuda por reestructurar, anunció ayer el ministro de Economía, Roberto Lavagna.
Al detallar los resultados del canje de la deuda soberana de US$ 81.800 millones que se dejó de pagar a fines de 2001, el ministro destacó la fuerte baja de la deuda en relación con el PBI y con el nivel de las exportaciones, pese a que ambos porcentajes siguen siendo muy elevados para la Argentina.
En un acto desarrollado en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, el ministro comenzó a desglosar el balance del canje poco después de las 18.30, al lado de una mesa en la que también estaban el presidente Néstor Kirchner, el vicepresidente Daniel Scioli y el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, entre otros funcionarios del gabinete nacional.
Tras las explicaciones de Lavagna, Kirchner le dio el marco político al acto y se dedicó a criticar a algunos economistas por haber pronosticado el fracaso de la operación que finalizó hace una semana (ver Pág. 2). El jefe del Palacio de Hacienda comenzó su presentación recordando que la deuda creció de 8000 millones a 144.453 millones de dólares en las últimas tres décadas y cuestionó con particular énfasis los índices alcanzados durante el régimen de convertibilidad.
El ministro negó que el peso de la deuda sobre el PBI haya llegado apenas al 60% a fines de 2001, como mostraban los indicadores oficiales cuando se produjo el estallido de la convertibilidad y el default. Lavagna dijo que el indicador real deuda-PBI era del 113% en ese entonces, dado el "período de ficción cambiaria" por la relación de uno a uno entre el dólar y el peso. Tras el canje, esta relación caerá del 180% en 2004 al 72% este año.
"Ese fue el verdadero costo de la converti-bilidad", acotó de inmediato, mientras a un costado lo observaban los principales negociadores de la deuda: el secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen (que le dio un efusivo abrazo al ex presidente Raúl Alfonsín); el subsecretario de Financiamiento, Sebastián Palla, y el secretario de Coordinación Técnica, Leonardo Madcur. El resto del equipo económico escuchó el discurso junto con los empresarios, gobernadores, funcionarios y legisladores que colmaron la sala, para aplaudir con entusiasmo al ministro y al Presidente.
La mayoría de los asistentes manifestó su aprobación respecto de ambos discursos oficiales, aunque por lo bajo cuestionó las críticas presidenciales hacia los economistas Daniel Artana, Pablo Guidotti, Manuel Solanet, Miguel Kiguel, Carlos Melconian y José Luis Espert, entre otros. (ver Pág. 2)
Si bien el Presidente criticó la vinculación de estos especialistas con las políticas de la década del 90, no hizo referencia a los principales ministros de Economía de esa era: Domingo Cavallo y Roque Fernández.
Después de la ceremonia, en el Palacio de Hacienda había un ambiente muy distendido por la conclusión del canje y por la difusión de las cifras, pese a que casi sin intervalo Lavagna y Nielsen comenzarán a planificar con los ejecutivos del Fondo Monetario la reanudación del acuerdo para lograr una refinanciación de los pasivos con el organismo. Con este objetivo, el equipo económico estará desde pasado mañana hasta el martes en Washington. Una calificada fuente de la cartera dijo anoche a LA NACION que al haber logrado una aceptación superior al 75%, el FMI no podrá objetar los resultados del canje.
Las sorpresas del recuento final
La fuente dijo que la adhesión general se ubicó en línea con los números que esperaba la cartera, aunque admitió su sorpresa por la altísima aceptación lograda en Japón y destacó que el corazón de la oposición se focalizó en Italia, donde presuntamente hubo una "conspiración" por parte de los bancos liderados por el titular del Comité Global de Acreedores, Nicola Stock. Al respecto, se destacó que el fondo de inversión de la BNL fue "obligado" a deshacerse de sus tenencias para no ingresar en el canje.
En el medio de ambos resultados se ubicó el de Alemania, donde hubo una alta adhesión por el ingreso de la Argentine Bond Restructuring Agency (ABRA), con US$ 1200 millones. La adhesión en ese país podría haber sido mayor si no se hubiera producido una pelea entre el líder de ABRA -el norteamericano Adam Lerrick- y algunos inversores individuales importantes por las comisiones que estaban en juego.
A los bonistas que quedaron fuera del canje -con tenencias por casi US$ 20.000 millones- les será difícil lograr una reapertura del proceso por la dureza del discurso del Gobierno hacia los que no aprovecharon las seis semanas de la operación, se indicó en la cartera económica. Si bien los resultados definitivos se conocerán el 18 de este mes, Lavagna informó ayer que el 38,9% de la deuda elegible se canjeó a través del clearing Euroclear; un 38,1% en la Caja de Valores -a la que destacó por su labor en el canje local, donde se obtuvo una adhesión cercana al 98%-; un 20,1% en Clearstream y un 2,1% en DTCC.
Además, indicó que la quita de la deuda será del 65%, frente al 92% de la propuesta formulada en la asamblea anual del Fondo Monetario en Dubai, en septiembre de 2003.
La aceptación por moneda fue del 84,4% en dólares; del 62,7% en euros; del 94,7% en yenes; y del 28,7% en pesos. El promedio de esta combinación da el 76,07% anunciado ayer.
"Es decir, en el 76% entraron todas las monedas", sostuvo el ministro, anticipándose al elemento que constituirá el principal eje del análisis del Tesoro de los Estados Unidos en torno del canje: el origen y la diversidad de las adhesiones a la reestructuración.
Para el final, el ministro dejó a un lado las cifras y señaló "cinco enseñanzas" del caso argentino: no subir el nivel de endeudamiento para evitar el desequilibrio macroeconómico; conservar la disciplina fiscal; el escaso aporte obtenido en el pensamiento financiero convencional para esta crisis; el entendimiento de que ningún artilugio reemplaza al crecimiento; y el convencimiento de que las inversiones no dependen de una calificación de riesgo, sino de la capacidad del Gobierno para "restablecer un sistema de reglas claras", un mensaje que debería resonar tanto dentro como fuera del país, a pocos días del reinicio de las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional.