Con tasas que hacen perder dinero y clima de tensión cambiaria, se profundiza el desarme de ahorro bancario en pesos
En noviembre aumentó el desarme de este tipo de colocaciones pese a que crecieron los depósitos transaccionales
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El stock de depósitos a plazo fijo en pesos, tanto los tradicionales pactados a tasa fija como los que indexan capital por inflación, cerró noviembre en caída por segundo mes consecutivo.
La masa de ahorro e inversión más extendida del mercado local (hay 4,1 millones de colocaciones minoristas y casi 200.000 mayoristas de empresas o individuos con más de $1 millón en este tipo de depósitos) se contrajo 2% en términos reales a nivel general el mes pasado, dinámica explicada tanto por el desempeño de las colocaciones grandes (que bajaron 1,1% mes a mes, marcando su mayor retroceso desde diciembre del 2020), como por las de los ahorristas en general, que se hundieron 5%, confirmando la tendencia que exhiben desde hace cuatro meses y mostrando su peor performance “desde abril de 2020, al inicio de la pandemia”, hizo notar la consultora LCG, en su tradicional informe mensual sobre estas variables.
Parte de ese retroceso deriva del sendero contractivo del 5% que volvieron a mostrar los plazos fijos en pesos indexados por UVA, una opción de ahorro que había estado en auge en la primera parte del año (de la mano de una inflación que mantuvo una velocidad promedio superior a los 4 puntos), pero se comenzó a desplomar cuando el IPC empezó a dibujar una tendencia declinante, que los llevó a tocar un piso de 2,5% en agosto y no se recuperó siquiera cuando en los meses siguientes quedó a la vista que ese respiro había sido meramente circunstancial.
En los bancos creen que esto responde a que son imposiciones que obligan a inmovilizar pesos por al menos tres meses y, si bien dejan abierta una opción de precancelación al mes, quien la ejerza sufre una penalidad que hace que -en ese caso- se remuneren al 30,50% anual, es decir, 6,5 puntos menos que el 37% que paga desde hace más de un año un plazo fijo tradicional. “Y lo que prima es cada vez más el cortoplacismo. Tener la opción abierta de retiro... por si las moscas”, explicó un ejecutivo bancario.
El declive fue admitido por el Banco Central (BCRA) en su informe monetario del mes, aunque la entidad lo adjudicó “al mayor dinamismo de los medios de pago transaccionales”.
Fuera de ello, lo cierto es que se produjo en medio de un nuevo crecimiento mensual de los depósitos en pesos en general, que se expandieron por séptimo mes consecutivo, en este caso un 0,6% intermensual y 3,3% interanual (el mayor desde abril), aprovechando la holgada liquidez que deriva de la sostenida emisión monetaria para financiar al Gobierno. Es decir, pese a que hay más pesos disponibles y ociosos, cada vez una menor proporción se vuelcan al ahorro mediante imposiciones a plazo fijo.
Los analistas enfatizan que, en el último mes, la dinámica declinante recibió un empuje extra “por la inestabilidad cambiaria cada vez más latente en el mercado, reflejo de mayores expectativas devaluatorias”.
Pero también la adjudican a la persistencia de una tasa estable y negativa en términos reales, que hace que quien haya mantenido dinero inmovilizado en un plazo fijo tradicional haya resignado capital. Hay que recordar que la tasa de los plazos fijos tradicionales quedó congelada en el 37% anual (3,04% mensual) desde mediados de noviembre, aun cuando la inflación tocó picos del 4,8% en abril o mantuvo una velocidad crucero del 52% (15 puntos por encima) en ese lapso y el resto de los bancos centrales emergentes del mundo comenzaron a subirlas en los últimos meses ante el rebrote inflacionario global que dejó la pandemia.
“Para lograr una desaceleración inflacionaria los gobiernos están tomando distintas medidas de limitación de la expansión monetaria y/o aumento de las tasas de interés en los últimos meses. No lo hicieron aún Estados Unidos y la Euro Zona, dado que emiten las principales monedas de reserva del mundo y parecen tener más tiempo y margen para sostener tasas negativas. Pero la mayoría de los bancos centrales de la región ya subieron las tasas, un movimiento liderado por Brasil que las elevó en 575 puntos básicos, pero seguido por Chile, México, Colombia y Perú, entre otros”, hizo notar la consultora Quantum Finanzas.
Una de las pocas excepciones a esta tendencia global fue la del BCRA, dado que tiene una política monetaria determinada por las necesidades fiscales de la administración Fernández.
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