Cómo y por qué la economía argentina pierde peso en la región
El país tuvo en los últimos años un retroceso relativo en la región; según los economistas, en tiempos de crecimiento tanto la actividad y las exportaciones como la productividad avanzaron aquí más lento; qué pasa con el capital humano
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Años de inestabilidad cambiaria, crisis económicas e inflación afectaron negativamente a la Argentina y determinaron, además, un retroceso relativo en la región de América Latina. Mientras que otros países capitalizaron los períodos de bonanza externa, el nuestro quedó atrapado en sus propios desequilibrios, que derivaron en una década, la última transcurrida, de estancamiento e inflación creciente.
“Lo que caracteriza a la Argentina frente a otros países es su inestabilidad macroeconómica, que se repite más allá del tipo de gestiones y de la orientación de las políticas. Esa la principal explicación de por qué su desempeño fue peor que el de otros países”, dice Juan Carlos Hallak, doctor en Economía por la Universidad de Harvard y especialista en comercio exterior y desarrollo productivo.
“El crecimiento del PBI, las exportaciones o la productividad, todo fue más lento. Hay una pérdida de terreno relativo. La Argentina lideraba en indicadores como PBI per cápita, estaba entre los países con mejores indicadores en términos de desigualdad, y hoy no es así. En términos absolutos se ve un estancamiento mientras otros crecen y mejoran. Empeoramos en términos relativos en América Latina y es todo endógeno”, afirma Hallak, que es investigador del IIEP-UBA.
Si bien cada análisis podrá tomar una fecha y un argumento para definir cuándo fue el quiebre, la tendencia muestra un deterioro en la economía y en los indicadores sociales de un país que hace más de una década no crece en términos absolutos y que convive hace 16 años con una inflación de doble dígito.
Un análisis de Abeceb, la consultora dirigida por el exministro de Producción Dante Sica, da cuenta de que desde 1983, el PBI per cápita de la Argentina creció 37% (medido en dólares de 2017 en paridad de poder adquisitivo, PPA), y es el registro más pobre de la región, solo detrás de Venezuela y México (20%). En ese apartado, la Argentina es superada por países como Brasil (acumuló un crecimiento de 40,6%), Bolivia (60,6%), Perú (72,2%), Colombia (120,3%), Uruguay (125,7%) y Chile (222%).
“En la Argentina se ve un estancamiento mientras otros países de la región crecen y mejoran; empeoramos en términos relativos y es por causas endógenas (Juan Carlos Hallak, IIEP-UBA)
“Si bien hay matices, siempre la región tuvo los mismos ciclos políticos y económicos, pero el desempeño argentino fue más magro. Se comparten los ciclos, pero hay una diferencia importante en términos de resultados. Eso es por la recurrente emergencia de crisis macroeconómica y tiene que ver con el equilibrio interno y externo”, afirma Soledad Pérez Duhalde, directora de Operaciones de Abeceb, en referencia a los problemas vinculados con el financiamiento del déficit fiscal y las crisis de balanza de pagos que atravesó la Argentina en las últimas décadas.
En materia de inflación, la Argentina tiene el peor registro más allá de Venezuela y su reciente secuencia de hiperinflación. Desde 1983 a la fecha, el país muestra el peor registro, con un promedio del 71% anual y valores que se aceleran en los últimos años. “La inflación es la enfermedad endémica y las causas fueron variadas, pero ese ciclo de déficit fiscal, financiamiento con emisión y devaluaciones fue lo que hubo recurrentemente, y eso tiene impacto en precios. E implica costos en el nivel de actividad, de generación de empleo y de pobreza”, agrega la economista.
La brecha entre el contexto económico argentino y el resto de los países de la región se refleja en el ‘riesgo país’, el indicador elaborado por J.P. Morgan, que mide el diferencial de riesgo arrojado por los títulos de deuda soberanos con respecto a los bonos de los Estados Unidos. La cifra da cuenta del grado de desconfianza o aversión de los mercados financieros internacionales frente a cada país. La Argentina se ubica en el peor lugar de la región, sin considerar el caso de Venezuela y su colapso social y económico (su riesgo país supera los 40.000 puntos básicos).
“Si bien hay matices, la región siempre tuvo los mismos ciclos políticos y económicos, pero el desempeño argentino fue más magro” (Soledad Pérez Duhalde, Abeceb)
Con más de 2700 puntos de riesgo país, la Argentina casi cuadruplica el promedio de las economías latinoamericanas (501) y supera a El Salvador (2326), Ecuador (1351), Honduras (848) y Bolivia (634). En el otro extremo, los de mejor registro son Uruguay (148 puntos), Chile (197), Perú (256) y Paraguay (313).
“América Latina se movió al compás de lo que ocurrió con la evolución de la economía internacional, dada por el crecimiento de China. La Argentina tuvo bajas tasas de inflación por la inercia de la Convertibilidad hasta 2006, y a partir de ahí empezó a subir mientras se redujeron los superávit gemelos (fiscal y externo). Esa enfermedad macro no está en el resto de los países”, dice Ricardo Carciofi, exdirector del Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (Intal) del BID (2005-2013).
“Hubo baja inflación hasta 2006; luego empezó a subir y bajaron los superávit gemelos; esta enfermedad macro no está en otros países” (Ricardo Carciofi, economista)
Otro apartado donde se advierte una pérdida relativa en la región es en el comercio exterior. Con sucesivos vaivenes de políticas económicas y las urgencias derivadas de sus crisis macro, la Argentina consolidó un esquema económico que tendió al aislamiento en materia del intercambio global y derivó en una “pérdida de participación relativa” en el intercambio de bienes y servicios, dice Marcelo Elizondo, director de la consultora DNI. El analista advierte que entre 1980 y 2020 (antes de la pandemia), la Argentina perdió un 30% de participación en las exportaciones globales. A inicios de ese período, el país representaba el 8% de los bienes y servicios que América Latina vendía al mundo, y esa participación había caído al 5,29% en 2020.
“Es un proceso de decadencia largo que no tiene que ver con uno o dos años. Pensando en el futuro, tenés distintas dificultades y un tema es que, más allá de acertar en el camino, salir de este estancamiento va a requerir tiempo y pasos con resultados no inmediatos. Mejorar la tasa de inversión y generar un salto de competitividad lleva tiempo hasta que madura”, advierte Elizondo.
Capital y recursos humanos
“El PBI potencial de la Argentina es bajo, porque hay mucha dificultad para conseguir recursos para la recuperación. La tasa de inversión y el stock de capital físico es bajo, y la capacidad de las personas para participar del proceso productivo es bajo porque la formación de capital humano también retrocedió”, agrega. En ese punto, advierte que el flujo de inversión extranjera directa (IED) recibido en la Argentina estuvo estancado entre 2010 y 2020 (alrededor de US$85.000 millones), mientras que el total que se movilizó a nivel mundial, aun con una desaceleración en los últimos años, se duplicó, según los datos de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo. Así, la participación de la Argentina en el flujo de IED mundial se redujo del 0,9% en 2000 al 0,4% en 2010 y al 0,2% en 2020. De lo que llegó a América Latina, la participación del país cayó del 5,5% en 2010 al 3,8% en 2020.
“Hay un proceso de decadencia largo, no de uno o dos años; salir del estancamiento va a requerir tiempo y dar pasos que no tendrán resultados inmediatos” (Marcelo Elizondo, Consultora DNI)
Mientras fronteras adentro se prolonga un contexto de desequilibrio en las cuentas públicas, inestabilidad cambiaria, estancamiento económico y empeoramiento de variables sociales, que derivó en episodios como la reclasificación del país en la categoría ‘standalone’ por parte de MSCI, Colombia se aseguró en 2020 el ingreso a la OCDE y Paraguay recibió una mejora en su rating crediticio y quedó a un paso de recibir el ‘grado de inversión’ de Moody’s.
El paso atrás en términos económicos fue acompañado por un peor desempeño en materia educativa, con una creciente brecha entre los estudiantes de menores y mayores recursos socioeconómicos. “Para entender el estancamiento del empleo formal en la Argentina, la cuestión educativa es una de las posibles causas”, dice el economista Luca Sartorio, investigador asociado al CEPE en la Universidad Di Tella.
“Para entender el estancamiento del empleo formal en la Argentina, hay que ver a la cuestión educativa como una de las posibles causas” (Luca Sartorio, CEPA-UTDT)
En un análisis comparativo de la Argentina con otros países de la región (Uruguay, Chile, México, Brasil, Perú y Colombia), advierte por el “cuello de botella” en el acceso a la educación superior. En ese sentido, identificó que entre las personas de 25 a 34 años, la Argentina tiene menor porcentaje de graduados terciarios o universitarios que Chile, Perú, México, Brasil y Uruguay. Entre los grupos de mayor edad (55 a 64; 45 a 54; 35 a 44), la Argentina es líder o segundo a nivel regional. En palabras de Sartorio, el país perdió “performance” y el “liderazgo educativo” en la región. “El problema es preocupante, porque la Argentina de alguna manera vive del éxito de su pasado en términos de cobertura educativa”, concluye el analista.