Cómo trabajamos: los costos y el tiempo de los traslados atentan contra la presencialidad
Dueños de grandes compañías dicen que todos los empleados deberían volver a la oficina; sin embargo, la productividad no cae con el empleo híbrido y hay varias razones a las cuales prestar atención
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NUEVA YORK.– Elon Musk dice que todos deberíamos volver a la oficina. La gente que quiere trabajar desde casa no solo “lo hace sin ganas” desde “una seudooficina remota”, dijo el empresario alguna vez. Ahora sube la apuesta: dice que también es gente inmoral.
“La idea de trabajar desde casa se parece un poco a la frase falsa de María Antonieta: ‘Que coman pasteles’”, dijo Musk en CNBC la semana pasada. Los trabajadores de las fábricas, de servicio y de la construcción no pueden trabajar desde casa, así que: ¿por qué la gente de la “clase con computadora portátil” cree que debería poder hacerlo? “No solo es un asunto de productividad –comentó–. Creo que es moralmente incorrecto”.
Alguien podría señalar irónicamente que los trabajadores de las fábricas tampoco pueden trabajar desde aviones privados, pero el compromiso de Musk con la igualdad de los trabajadores no impidió que su avión realizara 171 viajes el año pasado. También podría decirse que a un hombre que se gana la vida fabricando autos, claro que le interesa perpetuar que los estadounidenses utilicen vehículos para ir de casa al trabajo y viceversa, día tras día.
Pero Musk no es el único ejecutivo que considera que la reticencia de los empleados a volver a la oficina es un problema económico genuino. Mark Zuckerberg, de Meta; Bob Iger, de Disney; Andy Jassy de Amazon; Jamie Dimon, de JP Morgan y otros más han suplicado o presionado a los trabajadores para que vuelvan a la presencialidad. Las empresas han probado con zanahorias, como el rediseño de oficinas, y palos, como la reversión de las políticas de trabajo remoto al mismo tiempo que anuncian despidos masivos.
Sin embargo, en un mercado laboral restringido, la oficina ha sido difícil de promocionar. La tasa promedio de ocupación de las oficinas en diez grandes ciudades se ha estancado en alrededor del 50%, según informó días atrás The Wall Street Journal, citando datos de Kastle Systems. Parece que el trabajo a distancia está dejando de ser una necesidad pandémica, para convertirse en una característica permanente del lugar de trabajo en los Estados Unidos.
¿Es un problema importante? Para algunas economías locales, podría ser demoledor, pero retomaré el tema más adelante. Primero, veamos por qué las personas no vuelven y por qué es probable que no lo hagan, a menos que solucionemos un gran problema con el trabajo en las oficinas que pocos directores ejecutivos parecen mencionar: ir a la oficina y regresar de la oficina a casa. Encuesta tras encuesta confirma lo siguiente: si queremos que la gente vaya a la oficina más a menudo, tenemos que hacer algo respecto de un ritual de la vida estadounidense que consume tiempo, es agotador a nivel emocional, tóxico para el medio ambiente y, además, caro: los traslados diarios.
En 2019, el traslado promedio de ida al trabajo en los Estados Unidos alcanzó un récord de casi 28 minutos, según la Oficina del Censo. Casi 40% de los estadounidenses viajaba media hora o más en un solo sentido, y casi 10% se trasladaba durante más de una hora.
Para muchas personas, el cambio de la era pandémica al trabajo a distancia demostró que todo ese ajetreo era innecesario. No se puede ignorar todo el tiempo perdido, y cuestionar su moralidad no va a cambiarlo. No están adoptando una postura moral, solo están haciendo un cálculo racional: pueden hacer mucho más –en lo laboral y en los otros aspectos de sus vidas– si no realizan los traslados.
A los trabajadores les gusta el cambio. Según una encuesta realizada por la organización Conference Board, la satisfacción laboral general en 2022 fue de poco más del 62%, una cifra históricamente alta que no se había visto en décadas, y las personas con empleos híbridos a quienes se les permitía hacer sus tareas en casa, en parte, y también en un espacio de trabajo propiamente dicho, eran las más felices.
Un documento técnico publicado el año pasado por la Oficina Nacional de Investigación Económica (NBER, por su sigla en inglés) incluso descubrió que el aumento del trabajo remoto “disminuye las presiones de crecimiento salarial y (modestamente) mitiga el desafío que enfrentan los responsables de la política monetaria en sus esfuerzos por reducir la inflación sin estancar la economía”.
Productividad no afectada
¿Y la productividad de los trabajadores? ¿Trabajar desde casa ha provocado mucha holgazanería? No de tal forma que sea evidente. Otro documento de trabajo del NBER publicado el año pasado encontró que, entre los empleados de una gran empresa tecnológica, las modalidades híbridas de trabajo no afectaron de manera significativa la productividad de los trabajadores, aunque la gente trabajaba un poco menos los días que estaba en casa y un poco más los días que estaba en la oficina. El trabajo híbrido mejoró las medidas de satisfacción laboral y redujo las bajas en un 33%, en especial entre quienes realizaban los traslados más largos.
Entonces, ¿cuál es la desventaja del trabajo a distancia? Podría perjudicar a las ciudades. Muchas de las zonas urbanas más grandes y prósperas de los Estados Unidos dependen de los ritmos de los traslados diarios. La necesidad perpetua por la cafeína mañanera, las tristes ensaladas de escritorio en el almuerzo y los bares con sus happy hour impulsan las economías de los centros urbanos y de los complejos de oficinas.
El cambio al trabajo a distancia alteró de repente ese patrón y desencadenó lo que se ha conocido como un apocalipsis en el mercado inmobiliario de oficinas y, en algunas ciudades, también una espiral de la muerte en los sistemas de transporte público, complicaciones que pueden contribuir a un ciclo todavía más dañino para las economías. Está muy bien “la revolución de los pantalones deportivos” tanto como cualquier otra, pero hay que imaginarse la situación de negocio de familia que sea, por ejemplo, una tintorería en el centro de la ciudad.
Un tema de políticas públicas
Pero, si el peligro potencial es la ruina urbana, no es un problema que deban resolver los directores ejecutivos, al menos no quejándose de sus trabajadores. Más bien, es un problema de infraestructuras y políticas públicas; es un problema que deben abordar los gobiernos locales, estatales y nacionales con una planificación a largo plazo y un enfoque más realista del desarrollo de los centros urbanos.
En teoría, sabemos cómo hacerlo. Si la gente está harta de ir al trabajo, podríamos intentar que los traslados fueran mucho menos molestos. Es probable que los mecanismos para lograrlo incluyan combinar una reducción de la distancia entre la casa y la oficina, una mejora de los medios de transporte y una reducción de otros costos de ir a la oficina, como guarderías más accesibles.
Si parece que estoy aprovechando el cambio al trabajo a distancia para defender quimeras urbanísticas de izquierda (¡Mejor transporte público! ¡Menos autos y más bicicletas! ¡Un desarrollo más denso! ¡Una mejor red de seguridad social!) se está en lo cierto. Eso estoy haciendo.
Pero, ¿cuáles son las alternativas? ¿Cavar túneles para construir autopistas subterráneas o cápsulas hipersónicas? ¿Taxis automatizados que nos lleven de un lado a otro para que podamos trabajar mientras nos desplazamos?
Estas son algunas de las ideas de Musk para el futuro del trabajo y la vida. ¿Parecen más realistas o más deseables que la simple construcción de ciudades más habitables y de mejores medios para que la gente vaya al trabajo? © The New York Times
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