¿Cómo sigue?
A principios de este año, presentamos en esta columna una rápida taxonomía de las crisis argentinas, que indicaba que ellas requieren, para producirse, tres ingredientes: 1) debilidades macroeconómicas: déficit fiscal y/o externo o una restricción de divisas (no se generan ni se cuenta con todos los dólares necesarios para todos sus usos), con o sin inflación, con o sin dólar barato; 2) un disparador o "gatillo": un elemento que actúe como coordinador de expectativas y produzca una sensación de final de juego. Puede ser un shock externo, climático o una catástrofe; 3) dudas acerca de la gobernabilidad: un gobierno débil o en retirada, con bajo apoyo popular y sospechado de no contar con margen alguno para "hacer cosas". En aquel entonces decíamos que, si bien los ingredientes macro necesarios estaban todos presentes, no se había producido un shock capaz de coordinar expectativas y que el Gobierno contaba con niveles de aprobación muy altos; y que por lo tanto una eventual corrección o crisis se demoraba en el tiempo.
Pero la aprobación presidencial se ha reducido al mismo tiempo que varias acciones de política económica han ayudado a coordinar lenta, pero progresivamente las expectativas de una gran cantidad de agentes económicos que perciben que tal corrección o crisis resulta más probable. En este contexto, ¿qué implicancias tiene el fallo adverso a la posición Argentina frente al reclamo de algunos bonistas que no entraron a los canjes de deuda en default? ¿El eventual nuevo default o "redefault" podría convertirse en el disparador (o gatillo) que termine de coordinar comportamientos pro-crisis en la mayoría de los argentinos?
Tal "redefault" podría producirse si no se acata el fallo del juez Griesa, en Nueva York, de depositar en garantía unos US$ 1300 millones antes del 15 de diciembre y se embargan fondos que deberían cancelar vencimientos de deuda emitida en el canje y que se han venido pagando religiosamente (aunque el Gobierno podría mediante apelaciones demorarlo en el tiempo, si no cumple con el fallo o no paga, difícilmente podrá evitarlo). ¿Cuál será la reacción de los que tienen pesos o depósitos en pesos? ¿Saldrán rápido a cambiarlos por dólares, desafiando el cepo y pagando una brecha más alta que la actual? ¿O la Argentina está tan aislada (o acostumbrada) que la noticia del "redefault" no es más que una noticia para unos pocos?
Los precios de los bonos cayeron fuerte y el riesgo país más que se duplicó frente a la corriente vendedora del último mes. De producirse una caída similar de la demanda de pesos, la resultante será no sólo una mayor demanda de dólares, sino también, sobre todo si la política monetaria se mantiene inalterada, mayor inflación y más incertidumbre nominal y real. Esta incertidumbre viene a sumarse a la que se desprende de una dinámica de recuperación que ya planteaba interrogantes desde el punto de vista político y de la política económica.
La dinámica recesión-recuperación de las últimas tres recesiones (la de la crisis del tequila del 95, la de 2002 y 2003 y la de 2008 y 2009) han presentado una forma de V bastante manifiesta. La forma de V, una caída importante seguida de una recuperación muy fuerte, permitió que dos años después del mínimo alcanzado por el nivel de actividad, el mismo se hubiera recuperado entre nada menos que un 17% (en el Tequila y la recesión de 2008/2009) y un 20% (después de la última gran crisis de 2002).
Sin embargo, aquí sólo se permitiría, siendo muy optimistas, una recuperación muy pobre, casi imperceptible. La forma de U extendida del ciclo actual, a diferencia de las del tipo V, se percibe menos en sus fases descendente y ascendente. En esta última, no hay sensación de boom y es casi imposible que las autoridades puedan hacer "marketing político" de la recuperación. Éste es un punto central. Los gobiernos, los presidentes, se vuelven prácticamente invulnerables cuando el nivel de actividad acompaña. Pero la dinámica de U extendida no augura que la vulnerabilidad presidencial se reduzca tal como pasaría en una economía que se recupera de la mano de un "boom". Frente a este escenario y con la incertidumbre adicional que acarrea la posibilidad de un nuevo default, resulta muy probable que el Gobierno intente impulsar el nivel de actividad a través de políticas fiscales y monetarias expansivas y a través de políticas de intervención de mercados, tal como ha venido siendo la norma hasta aquí.
El problema radica en que las políticas expansivas se han venido traduciendo, cada vez más, en más inflación que nivel de actividad; mientras que las políticas de intervención de mercados han generado más incertidumbre que resultados sobre la demanda agregada, la oferta disponible o la inversión. El Gobierno podría alterar el curso de los acontecimientos si evita reafirmar su preferencia por el aislamiento, el cortísimo plazo y las políticas difíciles de justificar. Éste es un momento excepcional que la Argentina no debería desperdiciar.
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