Cómo reconocer a un gato corporativo
Dentro de la maravillosa fauna corporativa hay una especie que está lejos de extinguirse. "No me diga que se va a dignar a hablar de los gatos en las empresas. Cada vez hay más y son más fuertes", desafió con desparpajo el Gurú de la cortada de la calle Estomba. Y sí, ése es el tema.
Más allá de las acepciones que el lunfardo le ha asignado al nombre del mamífero doméstico, bien vale definir al gato corporativo del que esta columna se va a ocupar.
Según el léxico de las corporaciones, se denomina felino de empresas a aquellas personas que tienen dos características para transitar su tiempo laboral: caen siempre parados y además, gozan de siete vidas, especificidad que los convierte en casi invulnerables.
"Es maravilloso ver cómo se acomodan con velocidad de rayo. Cuando llega una nueva gestión, mientras todos tratan de sonreír ante el nuevo jefe, el gato ya sale a comer con ellos", dice el Gurú.
En los últimos tiempos es posible hacer avistamiento de esta especie ya no sólo en el mundo de los privados, sino también en la actividad pública. El cambio de gobierno y de gestión en las empresas que tienen como socio al Estado generó un hábitat maravilloso para la reproducción de los de esta raza.
La semana pasada, en un despacho donde Cambiemos llegó en diciembre, uno de ellos se floreaba con fiereza. "Y acá estamos. Yo siempre trato de aportar lo mío", decía con desparpajo. Había salido al cruce en la recepción antes de que apareciera su nuevo mandamás. "Perdón, ¿qué es lo suyo?", se le preguntó. "Profundo conocimiento de estos pasillos", contestó sin el más mínimo titubeo.
Aquel gato mostró sus uñas esa tarde. Como muchos, desarrollan un olfato feroz para anticiparse a sus pares y un equilibrio envidiable para saber dónde y cómo pararse frente a sus superiores. Este hombre atravesó en aquel lugar cinco gestiones y vio pasar a decenas de jefes. Como muchos, este gato utilizó el conocimiento minucioso de la burocracia o de los pasillos de la empresa para mantenerse en pie. Así fue como el hombre, ya pronto a jubilarse, irradia seguridad.
Según un estudio del IESE Business School, una de las principales escuelas de negocios de España, el promedio de duración de un CEO en su cargo en aquel país es de nueve años. Esto significa que los gatos corporativos deberán prepararse para transcurrir al menos tres cambios de CEO y algunos más de gerentes, ya que éstos tienen una tasa de rotación algo menor, especialmente en los últimos años.
La otra característica que tienen son las siete vidas. "Nunca fui del todo jefe, pero soy una institución. Los nuevos me miran con respeto. Conozco, esa es la clave", dice aquel gato cercano a la jubilación. Generalmente, los felinos de las empresas jamás se instalan en la oficina más importante, sino que son satélites que toman fotos panorámicas. Y además saben otra cosa: hablan al oído sin temor y cuentan historias pasadas que todo nuevo jefe quiere saber.
lanacionar