Fractura en el Gobierno: cómo queda posicionado el ministro que está en el foco de la tormenta
El ministro de Economía encabezó las negociaciones con el Fondo, pero su postura quedó relegada cuando se definieron modificaciones en la propuesta que ingresó al Congreso; cuál será su capacidad para cumplir con las metas y las eventuales renegociaciones
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Fue el responsable de liderar las conversaciones por el acuerdo, pero vivió la última milla de las negociaciones en Diputados a la distancia, tras su inesperado viajo a Houston. El ministro de Economía Martín Guzmán es el interlocutor principal de la Argentina ante el FMI, aunque el propio diseño de la coalición gobernante erosionó su poder dentro del Gabinete y la economía real, más allá de lo que indica la formalidad del organigrama. Y el cruce de intereses y visiones contrapuestas dentro del Gobierno, con la emergencia de Sergio Massa como actor de peso para conseguir los votos en la Cámara Baja, redefinen el escenario para lo que viene.
“El financiamiento está asociado a un acuerdo de políticas económicas y financieras. Es una sola cosa”, había dicho Guzmán en declaraciones radiales, al argumentar que el Congreso debería votar todo junto. Pero ayer se acordó lo contrario entre el Gobierno y la oposición, con el visto bueno de Alberto Fernández. Muchos interpretaron que la posición del ministro quedó debilitada.
Son escenas reiteradas en un gobierno de coalición, que en la esfera económica introduce un factor de incertidumbre adicional. Porque el programa por US$45.000 millones que Guzmán y su equipo acordaron con el Fondo incluye metas explícitas que condicionan el futuro y deberá revalidarse trimestralmente, aun cuando existen áreas -subsidios energéticos, por ejemplo- que escapan al control del ministro y que, a su vez, aparecen como las más severamente afectadas por el shock internacional tras la invasión de Rusia a Ucrania.
“Está la cuestión de cuánto poder de decisión tiene el ministro, pero el problema de la toma de decisiones es un tema complejo de esta coalición. Es una dificultad de esta amalgama que permitió ganar la elección. Pero el arte de gobernar no es lo mismo”, sostiene Lorenzo Sigaut Gravina, director de Análisis Macroeconómico del centro de estudios Equilibra, sobre un esquema de gobierno que debilita a la figura de Guzmán.
“Es un juego entre partes que va para un lado y para el otro, y lo único que hace es zigzaguear, porque le cuesta ponerse de acuerdo con todos, no hacia afuera sino en el propio seno de la coalición”, agrega el analista.
Las idas y contramarchas en torno a la suba en las tarifas fueron un caso paradigmático. Arrastrado desde 2021, antes del cierre del acuerdo con el FMI, exhibió las diferencias internas del equipo económico y expuso al ministro que, pese a su intención, no pudo desplazar a su subalterno Federico Basualdo de la Subsecretaría de Energía Eléctrica ni avanzar con un incremento en las facturas de los servicios públicos (luz, gas) por la resistencia de sectores vinculados al kirchnerismo duro.
“A Guzmán lo sostiene el liderazgo presidencial, que ya de por sí es un liderazgo débil, no solo por las condiciones que hoy atraviesa, con baja popularidad y la derrota electoral de 2021, sino por la misma naturaleza de la coalición”, coincide el politólogo Lucas Romero, director de la consultora Synopsis. “Entonces, el futuro del programa económico dependerá de la voluntad de Alberto Fernández de cumplir con ese programa. La decisión tiene que estar, porque es la única, porque cualquier cosa que implique no cumplir sería acercarse aún más al precipicio y nadie en la coalición quiere ir a ese precipicio. Y, en este contexto, si la pregunta es si Guzmán tiene base política, la respuesta es que es la misma que tiene el Presidente”, completa el analista, quien analiza, sin embargo, los “fracasos” del ministro, como el canje de deuda que no logró bajar el riesgo país o las condiciones flexibles (20 años de plazo ante el FMI y baja de sobretasas) que anunció y no consiguió en el acuerdo.
“Hubo una pésima gestión política de la negociación con el Fondo. Guzmán tenía dos mostradores que atender, uno es con el FMI y el otro es el interno, justamente por la naturaleza de la coalición. Necesitaba tener involucrados a todos los miembros en la negociación, tenerlos al tanto e interpretar todos los intereses. Quizás era pedirle peras al olmo, pero claramente falló. Lo primero que tenía que hacer cuando Cristina (Kirchner) pide más plazo, era escribir una carta a Washington y cumplir con esa exigencia. Eso lo fue erosionando”, completa.
Según Jorge Giacobbe, es la propia diagramación del Frente de Todos lo que debilita a Guzmán y complicó las conversaciones con el Fondo. “Es una posición incómoda. Porque el FMI negocia con un ministro que se da vuelta y tiene que preguntarle a un Presidente que nadie respeta, que, a su vez, se da vuelta y tiene que hablar con su vicepresidenta, a la cual respeta solamente su núcleo duro. La cadena de legitimidad en esa discusión está rota”, dice el analista, quien proyecta que el acuerdo, dadas las condiciones económicas internas y externas, “no se va a cumplir”.
En ese punto, advierte Sigaut, Guzmán tiene su principal fortaleza. “Lo que se acuerde y firme hoy es algo viejo que deberá reformularse. Hay mucho por rever, habrá waivers, justificaciones de desvíos, cuestiones a explicar. Y si no es Guzmán, ¿quién?”.
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