Cómo llegará la economía a las elecciones de 2021: dólar, inflación, los salarios y el temor a la segunda ola
Pasó el primer mes de 2021 y para el Gobierno y la oposición octubre está cada vez más cerca. Marcado con círculo rojo en los calendarios a uno y otro lado de la grieta, ese mes traerá las elecciones legislativas cuyo resultado estará muy vinculado a la evolución de la economía y la pandemia a lo largo del año.
Son los asuntos que ya desvelan a funcionarios, asesores y analistas que, ante un futuro incierto luego de tres años consecutivos de caída del nivel de actividad y pérdida de poder adquisitivo de los salarios, trabajan con modelos y escenarios dicotómicos. En otras palabras, diagraman panoramas en extremo optimistas y pesimistas, basados en la evolución de un puñado de factores.
Para el Gobierno, hay algunas señales de alarma pero, al mismo tiempo, un contexto auspicioso. Brecha cambiaria estable, dólar blue en baja, actividad repuntando luego del desplome de 2020, vacunación en avance para evitar el impacto de una segunda ola con nuevos cierres para frenar contagios, un posible acuerdo con el FMI y un precio de la soja en alza para generar mayor ingreso de divisas y recaudación por retenciones son los pilares del escenario que ilusiona al oficialismo.
Los salarios en 2021
En ese camino, uno de los objetivos en los que insisten Alberto Fernández y sus ministros del gabinete económico es recuperar el poder adquistivo de los salarios, que perdieron en los últimos tres años. Si bien se desaceleró la caída, datos del Indec de noviembre muestran que los sueldos, en su comparación interanual, perdieron en los últimos 33 meses de forma consecutiva.
El planteado acuerdo de precios y salarios, con una meta de recomposición del 29% y sumas fijas que ya fue desafiada por los gremios en las negociaciones paritarias en curso, es el plan que propone el Gobierno, con encuentros pautados para la próxima semana. Según analistas consultados por LA NACION, sin embargo, la recuperación de los salarios, para alimentar el consumo, dependerá de la evolución del dólar y la brecha cambiaria.
"El Gobierno necesita o tiene pensado controlar el tipo de cambio real, y para eso requiere que el dólar vaya en línea con la inflación", plantea Juan Ignacio Paolicchi, economista de Empiria, la consultora fundada por Hernán Lacunza, exministro de Mauricio Macri sobre el final de su mandato.
Como ocurrió en 2020, el plan oficial es evitar un salto devaluatorio brusco, que generaría una aceleración inflacionaria asociada al precio de alimentos y otros productos importados.
"El problema es que si vos no tenés un plan consistente que ancle las expectativas de inflación, y el dólar siempre acompaña a la inflación pasada, los precios van a tener una tendencia creciente, por el piso que le da la suba del tipo de cambio", agrega el economista. Así, la inflación del 4% de diciembre fue la pauta con la que el BCRA ajustó el tipo de cambio en enero, mes en el cual la inflación se mantuvo en ese rango.
"La tentación que puede tener el Gobierno es apreciar el tipo de cambio, que no suba y vaya por debajo de los precios", concluye Paolicchi, sobre la evolución del dólar en 2021.
En ese escenario, el enfoque del Gobierno hacia la inflación será un punto clave: en ese camino se encuentran el freno al ajuste de tarifas (congeladas desde 2019, aumentarían solo 9% en marzo), la extensión de Precios Máximos y Precios Cuidados, los acuerdos por la carne y otras iniciativas heterodoxas para intentar contener los precios, con el objetivo de brindar mayor margen al consumo de los hogares.
La diferencia entre la foto y la película podría, en ese marco, jugar a favor del oficialismo. Como plantea Emilia Calicibete, economista de LCG, los salarios posiblemente vuelvan a perder con la inflación este año (el presupuesto estima 29%; los analistas privados ya prevén un 50%), pero tendrán mejoras paulatinas acompañando el rebote de la actividad. "Si bien va a ser un cuarto año de caída, la pérdida real no va a ser tan alta, y en términos intermensuales van a ir recuperando con respecto al anterior y esos son signos de mejora", plantea la analista.
Un dato resume el golpe al poder adquisitivo: según estimaciones de Calicibete, el salario promedio de los trabajadores estables del sector privado en marzo de 2018 era de US$1420, mientras que en octubre de 2020 (último dato) había caído a US$835 al tipo de cambio oficial y a US$406 si se toma el contado con liquidación como referencia.
Por otra parte, la economista advierte sobre la dinámica del mercado laboral y su rebote tras la cuarentena. En los meses de mayores restricciones, se destruyeron miles de puestos de trabajo, especialmente en el sector informal, una dinámica que se reflejó en la caída en la tasa de actividad. "Hubo mucha gente que perdió el trabajo y salió del mercado. Quedaron inactivos, sin buscar empleo por la pandemia. Probablemente ahora vuelvan a trabajar y el mercado los absorba. Va a verse una suba en la tasa de actividad", dice Calicibete, en referencia a la recuperación de diferentes sectores luego del desplome de la pandemia. En ese contexto, la economista advierte que no habrá subas en el desempleo, pero que esta recuperación también impactará en el consumo: no habrá una mejora real del salario, pero sí más personas con ingresos por su reinserción en el mercado laboral.
El dólar y las reservas
Para intentar contener los precios y las expectativas de la inflación, el dólar y la brecha son un factor clave. El escenario optimista para el gobierno incluye un dólar paralelo estable por debajo del 80%, como ocurrió en lo que va de 2021. A la inversa, una disparada del paralelo como en septiembre de 2020, tendría un rápido impacto en la inflación, especialmente enfocada en los alimentos, y la estructura de costos de muchas empresas, situación que complicaría también el rebote de la economía.
"El Gobierno aspira a llegar a las elecciones con la economía recuperándose después del impacto que tuvo la pandemia, a medida que se van abriendo actividades. Probablemente, cuando se mire en comparación anual, dado el arrastre estadístico que deja 2020, es probable que el año termine con crecimiento", dice Martín Vauthier, economista jefe de Eco Go. Luego de una caída del 11% en 2020, el presupuesto y las consultoras privadas relevadas en el REM del BCRA prevén un rebote del 5,5% este año.
"La cuestión es si en ese número termina sintiéndose el crecimiento mes a mes hacia las elecciones o es solamente un rebote estadístico", plantea el economista, en referencia a que este año habrá meses que dejarán índices de recuperación económica muy significativo, que estarán vinculados esencialmente a que la comparación interanual será frente a meses en las que muchos sectores estuvieron paralizados por la cuarentena y sus restricciones.
Si la brecha cambiaria permanece estable y las expectativas de corto plazo arrojan mayor tranquilidad, el escenario será más propicio para que el rebote de los últimos cinco meses se extienda. "Es probable que el Gobierno trate de mantenerla anestesiada como hasta ahora, con controles de cambios, intervenciones de venta de bonos, pero si no aparece un programa económico estable con su parte fiscal, monetaria y financiera, con señales de la política, es probable que el riesgo país se mantenga elevado y las tensiones el mercado se mantengan", dice Vauthier.
El otro factor tiene que ver con las reservas. En diciembre, el BCRA logró sumar US$758 millones, y otros US$72 millones en enero, aunque sobre el final de este mes la tendencia se invirtió. Lo hizo, no obstante, con el cepo cambiario vigente, restricciones al acceso a dólares para importadores y nuevas limitaciones para operaciones con bienes denominados "suntuarios".
Es el dilema recurrente en la economía argentina, que aparece nuevamente en 2021. En un escenario estable en materia cambiaria permitiría al BCRA sumar reservas y tender a una mayor normalización de la actividad. En cambio, una disparada de la brecha y mayor demanda de divisas lo forzaría a reforzar aún más el cepo para contener la sangría de dólares, en una maniobra que ahogaría a la actividad económica, cuyo crecimiento se asocia a mayor demanda de importaciones de bienes de capital, componentes e insumos.
En ese punto, las noticias de los mercados internacionales volvieron a sonreírle al oficialismo. Como ocurrió durante las presidencias de Néstor y Cristina Kirchner, el precio de la soja comenzó a subir y cotiza en su valor más alto en seis años. Para el Gobierno, esta suba en los precios es un impulso que, según estimaciones privadas, podría generar un ingreso extra de US$5000 millones al país. De todas maneras, ese escenario optimista se matiza por el factor climático: por la falta de lluvias, especialmente en diciembre y principios de enero, se espera una cosecha de menor volumen a la de 2020 que contrarrestaría en parte la suba en los precios.
El otro punto clave de 2021 es la negociación del acuerdo con el FMI. El Gobierno debe enfrentar vencimientos por alrededor de US$5000 millones con el organismo este año, junto a otros compromisos con el Club de Paris, y el plan es cerrar esa negociación en mayo. La disputa, en este caso, son las exigencias de consolidación fiscal y otras pautas que pedirían desde Washington para refinanciar los US$44.000 millones desembolsados desde 2018 y firmar un acuerdo de facilidades extendidas.
Según Vauthier, ese paso puede resultar una instancia para consolidar expectativas que permitan reducir las presiones financieras. "La negociación con el FMI es la oportunidad de presentar un programa que baje el riesgo país y descomprima la brecha cambiaria. Es otra chance, como fue la reestructuración de la deuda o el Presupuesto, que no se aprovecharon. Hoy Argentina no tiene chances de afrontar los vencimientos con el FMI o el Club de Paris sin ese acuerdo", dice el economista.
"Es un escenario para avanzar con la consolidación fiscal, un programa monetario que incluya tasas positivas para el ahorro en pesos y un programa financiero que elimine el financiamiento monetario del déficit y acote la emisión para 2021. Eso sin dudas brindaría una oportunidad para empezar a revertir expectativas, de manera que el BCRA deje de administrar la escasez con las restricciones cambiarias que le ponen un techo al crecimiento", concluye.
La pandemia y la vacuna
La evolución de la situación sanitaria en torno a los contagios de Covid-19 será una variable clave para la economía. El Gobierno no contempló gastos relacionados con la pandemia en el presupuesto 2021 (eliminó el IFE y el ATP, reconvertido en el acotado Repro II) en su plan de llegar al 4,5% de déficit primario en 2021.
Más allá del amesetamiento en los contagios, apuesta a avanzar con el plan de vacunación para contener la expansión de una segunda ola que esperan los funcionarios. "Tenemos muchos casos y el rebrote que vimos a fin de año es preocupante, porque muestra que, cuando no hay cuidado, podemos subir aunque estemos en pleno calor. Eso habla de una segunda ola del invierno que seguramente va a ser de una enorme magnitud", dijo días atrás el viceministro de Saludo bonaerense, Nicolás Kreplak.
Ese es el escenario ideal y base sobre el cual trabaja el Gobierno, confiado en apuntalar el rebote del nivel de actividad a medida que fueron normalizándose algunos sectores. A la inversa, un rebrote de los contagios o una segunda ola como la que experimentan países del hemisferio Norte podrían tener un impacto severo también en lo económico. Porque después de un año de fuerte emisión monetaria para financiar los gastos asociados a la pandemia de Covid, la aplicación de nuevas restricciones o cuarentenas supondrían un nuevo freno económico y otro crecimiento en el déficit fiscal, que expondría a la macroeconomía a nuevos desequilibrios en materia cambiaria y la inflación.
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