¿Cómo llega la economía a las PASO? Sin dólares, con más deudas y con un consumo marcado por la falta de futuro
La inflación de este año podría triplicar a la que tuvo Macri y sería la mayor en 30 años; la actividad se desacelera y se espera una caída del PBI de 2,5%; preocupan el dólar blue y las reservas
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¿Cómo llega la economía a las elecciones de este domingo? Es difícil confiar en la política para dar una respuesta unívoca. Sus integrantes están en plena campaña electoral. La oposición ve una bomba a punto de explotar en cada esquina y a un ministro-candidato, Sergio Massa, que sólo “alarga la mecha” para que la factura la pague el próximo presidente. El oficialismo es un rosario que sólo enumera culpables (spoiler alert: no está la Casa Rosada en esa lista). De esta manera, responsabiliza a la sequía de este año, a las empresas privadas y su rentabilidad, y al FMI de las penurias criollas, pese a que también ejercita la fantasía. “La Argentina está creciendo y desarrollándose en el rumbo que todos esperamos”, aseguró y despertó sonrisas irónicas la portavoz, Gabriela Cerruti. El “relato” no tiene límites.
La economía llega en emergencia. “La inflación es el tema que más preocupa”, concluye la última encuesta de D’Alessio Irol de fines del mes pasado. Encabeza el ranking con el 90% de los votos y no discrimina por partido. La suba de precios acumula en el año un 50,7% y suma 115,6% en doce meses, lo que implica el número interanual más alto desde agosto de 1991. El dato de julio se conocerá la semana que viene. El IPC de la Ciudad marcó para ese mes un 7,3%.
Los analistas creen que los próximos meses oscilarán entre 6%, 7% y 8% mensual, pese a que puede haber picos de dos dígitos por las dos devaluaciones (la fiscal, ya ejecutada por el Gobierno) y la aceleración del crawling peg del dólar oficial, y por un no descartado cisne negro: una mayor corrida cambiaria. A fines de este año, la inflación casi triplicará la que registró Mauricio Macri en 2019 (53,8%) y será la mayor en más de 30 años. Los analistas del REM –el informe de julio fue curiosamente postergado hasta después de votar por el Banco Central (BCRA)– creen que estará en un 142,4%.
La billetera sufre la coyuntura. Hasta junio, según LCG en base al Indec, los salarios de todos los sectores continuaron perdiendo poder adquisitivo. Los más perjudicados fueron los no registrados, con una caída del 6,4% real (la estadística oficial tiene retrasos); seguidos por los registrados privados, con una baja de 2,2% real. Los salarios públicos presentaron la menor caída, con un 0,3% real. Otro dato: según el informe de Evolución de la Distribución de Ingreso del Indec, el ingreso per cápita familiar –que se obtiene dividiendo el ingreso total familiar por la totalidad de los componentes del hogar– mostró un deterioro real de 2,45% en el estrato más bajo de la sociedad en el primer trimestre con relación el mismo período del año pasado. En el mismo lapso de tiempo, cayó 6,35% en el segmento medio, según esos datos.
En el último año, los haberes de los jubilados se redujeron, en términos reales, hasta un 12,3%. Pese al relato oficial, en lo que va de 2023, hasta mediados del mes pasado, hubo un deterioro incluso para quienes cobran la mínima y tienen un refuerzo o bono de parte del Gobierno. El jueves pasado, Massa anunció que la suba de septiembre será de 23,29%. El índice acumulado en nueve meses del año quedará muy por debajo de la inflación, según las estimaciones privadas, y no se anunciaron nuevos adicionales para quienes cobran algo más que la mínima.
Así, la pobreza creció en un año. Se sumaron 2,2 millones de pobres entre el primer trimestre de 2022 y el primero de 2023, según datos oficiales del Indec procesados por la consultora ExQuanti (se trata de una proyección a la población total). Además, en base a los 31 aglomerados que mide el organismo, a la indigencia ingresaron 208.797 personas. Más allá del discurso en Casa Rosada, 618.979 chicos y adolescentes cayeron en la pobreza en tan solo un año, y 92.853 niños son los que se sumaron al hambre y se convirtieron en nuevos indigentes.
Según ExQuanti, la pobreza subió más de 4 puntos a nivel general en el primer trimestre con relación al año pasado y llegó a 38,7%. Para el primer semestre de este 2023, los especialistas prevén que la pobreza se dispare a un 42,1%. Es un valor altísimo. También en los primeros tres meses de este año, la pobreza arribó en el conurbano a un 45,8%, por lo que aumentó 7,4 puntos en doce meses. Por otra parte, además subió la indigencia en el territorio que dirige Axel Kicillof: de 10,4% a 11,3%. Si el Estado no repartiera subsidios en el conurbano bonaerense, según ExQuanti, la indigencia treparía hasta 15,9%, un número dramático para el peronismo gobernante en ese distrito.
En el Gobierno aceptan la expansión de la figura de los “trabajadores pobres” en el país. Es, de hecho, uno de los cuestionamientos que apuntalaron la feroz interna entre Cristina Kirchner y Alberto Fernández en los últimos tres años y medio. Ese porcentaje fue récord en 2022, según datos de la UCA, si no se tiene en cuenta la distorsión que generó la cuarentena oficial. Llegó a 27,3% el año pasado; es el número más alto desde 2006.
El relato oficial remarca que esta situación es compensada por la baja tasa de desempleo (6,9% en el primer trimestre) y porque se “acumulan 33 meses de crecimiento del empleo formal”. También hay trampa. Se cuenta desde abril de 2020, cuando, por el confinamiento obligatorio, cayó a 5,8 millones ese número de trabajadores. Desde entonces se recupera. Hoy son 6,3 millones, un dato igual al nivel de 2017. Esto implica que no hay crecimiento sino estancamiento.
Otro múmero que aporta al tema: hoy, el mundo del trabajo son 6,3 millones de asalariados formales, 3,5 millones de empleados públicos, 4 millones de asalariados informales y 4 millones de cuentapropistas, según Idesa. Traducción: más de la mitad de la torta del mercado laboral está precarizado o depende del Estado.
Consumo y desilusión
El consumo masivo comienza a sentir el golpe recesivo, pese a que existe una imposibilidad de ahorrar (no hay acceso a dólares) y, al mismo tiempo, el peso quema. Según datos de Scentia, en el primer semestre cae 0,6% anual. En volumen, en supermercados y almacenes, bajan los rubros de alimentos secos (-0,5%), congelados (-1,2%), cosméticos (-1,5%), desayuno (-4%) y limpieza (-7%). Mejoran bebidas sin alcohol (+7%), bebidas con alcohol (+5%) y golosinas (+1,5%).
La consultora W de Guillermo Oliveto, en base a Acara, AFCP, Indec, Construya, Scentia y Ultracine, ve una retracción en la compra de ropa (-10%), farmacias (-6,6%) e insumos para la construcción (-8,2%), mientras mejoran las ventas en supermercados (+8%), despachos de cemento (+0,5%), electrodomésticos (+3,5%), ventas de motos 0 Km (+8%), de autos (+12%), shoppings (+13%), tickets de teatro (+96%) y de cine (+42%).
“El consumo llega a las PASO mejor de lo que se preveía”, anticipa Oliveto, y luego aclara: “Pero es un consumo de cortísimo plazo. Es un ansiolítico para tapar la angustia y el malestar. Comenzó como un fenómeno tras la pandemia, el vivir el hoy, que se mantiene. Esta es una sociedad que no tiene imaginario de futuro, piensa que 2024 va a ser peor y no se puede ni imaginar 2025. La frase que lo sintetiza es ‘si no te das un gusto, vas a vivir triste’. Estamos en una sociedad que perdió la fe en ahorrar y que piensa en que no se puede dejar para mañana lo que se puede consumir hoy, porque va a ser más caro. Pero este consumo no mejora el humor social porque no proyecta esperanza. Queda más lejos viajar al exterior, comprar un auto o una casa. El consumo es un escape, pero con desilusión”.
De hecho, la venta de inmuebles en la Ciudad de Buenos Aires cayó de 64.000 en 2017 a 33.000 en 2022. En el mismo período, la venta de 0 Km pasó de 900.000 a 407.000, y los turistas al exterior bajaron de 3,7 millones a sólo 2,1 millones de personas en ese lapso de tiempo.
Pese a ese consumo avivado por la tristeza, la angustia y la falta de un futuro claro en el país, la actividad económica camina hacia una recesión, que, según el FMI y analistas, podría ser de una caída de 2,5% del PBI.
El mejor momento de la economía de Alberto Fernández llegó en el tercer trimestre de 2022, cuentan en Equilibra. Entonces, se multiplicaron el cepo y las trabas a las importaciones, tendencias que se profundizaron en las últimas semanas. El cuarto trimestre del año pasado mostró ya una caída y el primero de este año, una suba en el margen. Pero la sequía, según el economista Lorenzo Sigaut Gravina, derrumbó el segundo trimestre. Corriendo al campo, el resto de los sectores, desacelerará hasta mostrar un estancamiento en junio, excepto los vinculados a minas y canteras.
Sin embargo, cuando se ajusta el PBI por población, la actividad económica en el Gobierno del cuarto kirchnerismo no muestra crecimiento alguno. Esto implica que el PBI per cápita es igual que había en el cuarto trimestre de 2019. De hecho, a fines de este año es probable que ese número termine mostrando una leve caída, según Equilibra.
En ese marco, Massa se comprometió con el FMI a profundizar el ajuste para recibir dólares. No por nada, comenzaron a llegar aumentos de tarifas de luz de junio con facturas que muestran alzas mayores al 400%. El ministro tiene la difícil tarea de pasar de un déficit de 2,4% del PBI a uno de 1,9% cuando los ingresos tributarios se desplomaron casi un 1% por la grave sequía. De hecho, la recaudación por derechos de exportación sería la menor de los últimos cinco años, según datos del Iaraf, donde creen que la presión tributaria se parecerá este año a la de 2022 gracias a la generalización del impuesto PAÍS a bienes y servicios. La devaluación fiscal, según indicaron en el Gobierno, sumaría ingresos por 0,9% del PBI. Massa deberá bajar el gasto si desea cumplir la meta con el Fondo. Las tarifas y una contención de la masa salarial aparecen en el horizonte del ministro y candidato de Unión por la Patria, y también del FMI.
Vale aclarar que la maquinita no para y esa es otra meta que se aleja. Para sostener el gasto, el Gobierno emitió, según los últimos datos de la consultora EcoGo, unos US$103.100 millones –en debilitados pesos– que sirvieron de asistencia al Tesoro del BCRA. Sólo es apenas superado por el segundo gobierno de Cristina Kirchner (US$104.900 millones).
Sin dólares
La hoja de los dólares está en blanco. En el primer semestre, el déficit comercial llegó a los US$4387 millones y podría terminar el año en US$9000 millones, según la proyección de Marcelo Elizondo, especialista en comercio exterior. Hasta junio, las exportaciones se desplomaron 24,5%, principalmente por la sequía, pero también cayeron los bienes industriales. Las importaciones bajaron 8,5%. Fue un deterioro menor al de las ventas, pero importante. Buscó un equilibrio entre mantener la economía andando, pese a las restricciones, y el estado de las reservas. Es una situación difícil de explicar cuando las exportaciones de 2022 habían sido récord y las ventas al exterior del complejo oleaginoso entre diciembre de 2019 y mayo de 2023 fueron US$117.000 millones. No hubo restricción externa hasta este año, el de la sequía extrema.
En ese marco, según Elizondo, el ratio de participación en el comercio global de la Argentina este año será de un 0,25%, el menor de la historia. Hace 20 años era de 0,41%.
El déficit comercial es un hecho. En ese camino, sin reservas –las netas son negativas en son más de US$10.000 millones, según el economista Salvador Vitelli–, el Gobierno se endeudó con organismos internacionales, China y Qatar para pagar pasivos con el FMI y hacer que la economía mantenga un ritmo, pese a que desacelera.
Más allá de la narrativa del desendeudamiento, según Econviews, el stock de deuda pública aumentó US$80.778 millones en la era de Alberto Fernández. Se trata de US$19.132 millones en pesos; US$51.916 millones en pesos ajustados por inflación; US$28.688 millones en dólares constantes y sonantes a lo que se restan US$18.958 millones en moneda extranjera (deuda en euros que se redujo con la reestructuración de agosto 2020 y un porcentaje menor por la deuda con el FMI). Massa ahora espera que, pasadas las elecciones, el Fondo le gire US$7500 millones (¿el 22 de agosto?) una vez que el board del organismo apruebe el último acuerdo técnico. El ministro deberá ajustar en campaña.
Ajustado por inflación, el dólar blue a más de $600 está lejos de los picos de crisis tras la renuncia de Martín Guzmán o el intento de desestabilización del cristinismo a su propio gobierno en octubre de 2020. Y, sin embargo, desde comienzos de julio se disparó más de $100. El dólar es más que fundamentos (inflación, tasa de interés o falta de divisas). Es un termómetro que marca hasta dónde puede llegar el miedo al futuro de los argentinos sintetizado en unas pocas preguntas: cuánto costará reponer productos, habrá más devaluación de los pesos que tengo y quién será el presidente.
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