Cómo invierte Wall Street su dinero en tiempos de vacas flacas
En el auge de la crisis financiera de 2008, un alto ejecutivo de Wall Street se encontraba a las 3 de la mañana en la sede de su banco, camino a una reunión de emergencia, cuando se fijó en una fila de cajeros automáticos.
"Me acerqué, esperando que nadie me viera, y saqué US$800", me dijo esta semana este ejecutivo que ha amasado millones de dólares. "En aquellos días, me hizo sentir bien tener efectivo en mi billetera".
Incluso los titanes de Wall Street sienten miedo en tiempos difíciles. Especialmente cuando lo que se juegan es su propio dinero.
Con las nuevas turbulencias en los mercados de las pasadas semanas, sentí curiosidad por cómo los magos de las finanzas estaban ajustando sus inversiones personales y si los mortales con menos liquidez podemos aprender algo de ellos.
Las respuestas que obtuve de una docena de ejecutivos no dejaron de sorprenderme.
Si bien ninguno admitió recurrir a un cajero automático en plena madrugada, la mayoría reveló estrategias de inversión ultraconservadoras según la opinión de expertos financieros y contrarias a las recomendaciones que hacen a compañías, gestores de fondos e inversionistas individuales.
"Tengo un 80% en efectivo y bonos del Tesoro de Estados Unidos", dijo un importante banquero de inversión que, en conversaciones anteriores, nunca había dejado de alabar las virtudes de los complejos derivados como la fórmula idónea para reducir riesgos en el sistema financiero.
"¿Ha usado algunos de esos derivados en su propio portafolio?", pregunté. "De ninguna manera", respondió. "No quiero tomar ningún riesgo".
Esto es precisamente lo que muchos asesores financieros están aconsejando que no hagan los inversionistas individuales. A éstos les recomiendan que capeen el temporal y mantengan sus objetivos en el largo plazo.
Pero, incluso los curtidos veteranos están sintiendo la presión en este clima de incertidumbre.
Un banquero, con muchos años de experiencia en el sector de fusiones y adquisiciones, describió su actitud con respecto a sus inversiones como una oscilación entre "pesimista y muy pesimista", una declaración extraordinaria por parte de un banquero de este sector donde el optimismo es una condición imprescindible.
Pero su perspectiva sombría con respecto a su cartera no lo ha detenido a la hora de aconsejar a presidentes ejecutivos a que piensen en positivo y aprovechen la caída del mercado para hacerse con empresas de forma barata.
Sería fácil condenar la dicotomía entre lo que Wall Street les dice a sus clientes y lo que hace con su dinero como una hipocresía u oportunismo. Pero aquí hay en juego algo más profundo.
Todos los ejecutivos con los que hablé ocuparon asientos de tribuna desde los cuales observaron la cuasi aniquilación del capitalismo global que supuso la crisis de 2008. Para ellos, al igual que para muchos otros, fue una experiencia traumática no sólo por el fallo sistémico que reveló.
El colapso en los precios de las acciones de muchos bancos y la desaparición de otros diezmaron el patrimonio de cientos de ejecutivos de Wall Street. Conozco a algunos banqueros que, quizá de forma infantil, habían contado con ellas y habían asumido préstamos con este aval para mandar a sus hijos a colegios privados, pagar por sus casas de verano, barcos y arte.
Cuando ese patrimonio se convirtió en efímero, su mundo financiero quedó patas arriba. De repente, estos ejecutivos tuvieron que recalcular y reconfigurar unos estilos de vida que habían asumido como seguros durante años.
No me malinterpreten. No estoy abogando por un "Fondo para banqueros doloridos" para ayudar a expandir sus colecciones de Picassos. Pero los recuerdos de la crisis de 2008 pueden explicar por qué los banqueros están olvidando su valentía y atesoran su dinero en efectivo.
La gran diferencia entre la gente corriente y los altos rangos de las finanzas es que estos últimos ya tienen mucho dinero. No tienen que preocuparse de sus pensiones. La mayoría de nosotros sí. Y necesitamos inversiones de alto rendimiento para pagar por ellas.
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