El derrumbe o, en algunos casos, directamente la paralización de la actividad económica que provocó en 2020 la cuarentena dispuesta para moderar el impacto de la pandemia,tuvo sus efectos más fuertes en los segmentos de trabajadores en los que la informalidad y la vulnerabilidad son rasgos mucho más frecuentes que en la economía en general.
Las estadísticas del trabajo en el servicio doméstico son una muestra contundente de esos efectos. Hacia adelante, según los analistas consultados por LA NACION, se estima que, a la par de una recuperación quizá solo parcial de la cantidad de puestos (recuperación que se está dando desde los últimos meses de 2020), habría un incremento de la participación de las relaciones laborales no registradas y una reducción de las horas promedio trabajadas. Más allá de que eso ocurriría por la situación del contexto económico, hay también aspectos de la vida laboral y familiar, como la mayor incidencia del teletrabajo pronosticada para la pospandemia, que influirían en las decisiones de contratar personal.
Según cálculos basados en la estadística de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)del Indec, si se comparan las cantidades de personas que dijeron tener trabajo en esta actividad en los segundos trimestres de 2019 y de 2020, la caída fue superior al 38%, mientras que el número de ocupados en general cayó en ese lapso un 21%. En el caso del servicio doméstico, la diferencia negativa fue de 359.400 puestos, solo si se considera a los 31 principales centros urbanos del país, que es donde se hace el relevamiento. El número de ocupadas en el servicio doméstico en ese universo disminuyó de 941.700 a 582.300 en la comparación interanual, si se toma como punto de llegada el período de cuarentena más estricta (de abril a junio de 2020).
En el tercer trimestre, el nivel de la caída con respecto al empleo de ese período de 2019 se recortó al 24%, con 211.700 personas ocupadas menos (en este caso, la caída en el universo total de ocupaciones fue de 10,7%). Así, si se consideran los resultados de la EPH del período de julio a septiembre de 2020, en las ciudades relevadas había 671.400 personas con trabajo en hogares. La participación de este sector en la población total de ocupados bajó de 7,4% a 6,3% de un año a otro, a la vez que, en el total de desocupados, las personas que tuvieron como última tarea el servicio doméstico, pasaron de ser el 11,4% al 15,2%.
Si se miran estimaciones hechas por el Indec, pero en este caso incluidas en otro informe, el de la "cuenta de generación del ingreso", la cantidad de empleos de servicio doméstico en todo el país (no solo ya en las ciudades relevadas por la EPH), fue de 1.349.000 en el tercer trimestre de 2020, con una recuperación de 244.000 puestos respecto del segundo trimestre y con una caída de 381.000 en relación con el período de julio a septiembre de 2019. En esta estimación, la pérdida entre los segundos trimestres fue de 619.000 ocupaciones.
Desde fines de marzo de 2020 rige la prohibición, para los empleadores, de despedir personal. La restricción abarca al servicio doméstico, aun cuando el dador de empleo no es una unidad económica sino un hogar. Sin embargo, por la elevada informalidad, la realidad parece haberse mantenido en muchos casos al margen de lo dispuesto por el Poder Ejecutivo.
En el caso de las relaciones laborales registradas, la caída fue mucho más suave. Según los datos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA), en noviembre hubo 482.467 trabajadoras registradas, unas 17.000 menos que en febrero, el mes anterior a la cuarentena, lo que implica una caída de 3,4%. El mes con el indicador más negativo fue mayo de 2020, con 481.262 registros. El número de asalariadas en blanco en el sector venía en caída, en realidad, desde noviembre de 2019, después de que en el mes previo el registro había incluido a 501.319 personas.
Las personas dedicadas a tareas de servicio doméstico que en la EPH dijeron estar sin ocupación, ¿percibieron de todas formas su ingreso habitual durante la cuarentena, porque eso debía ocurrir en función de la normativa? Según aclaran en el Indec, no. Dijeron no haber cobrado. Y por eso se las consideró desocupadas. "A cualquier persona que no trabajó en la semana de referencia de la encuesta, durante el período de pandemia se le preguntó sobre su trabajo anterior y si cobraba o no; a quien mantuvo el vínculo a través del pago, aunque sin concurrir trabajar, se lo consideró un ocupado ausente; a la persona que no le mantuvieron el pago después de cierto tiempo, se la consideró como a quien perdió el vínculo laboral", explicaron en el organismo.
De acuerdo con estimaciones del instituto de estadística, en el tercer trimestre de 2020 la informalidad en el sector de servicio doméstico fue de 62,3%. Con mayor recuperación de la cantidad de puestos, la tasa de empleo no registrado se perfila más alta. ¿Por qué? Porque la destrucción de empleo se dio con mucha más fuerza en el terreno de la informalidad que, a su vez, es en el que se da en forma más rápida la recuperación tras una crisis. Para el tercer trimestre de 2019 se estimó una informalidad de 70%.
Con pagos suspendidos o no por parte del empleador y estando o no registradas, las trabajadoras del sector estuvieron en el universo de quienes pudieron anotarse para tratar de acceder al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), la ayuda estatal de $10.000 que se pagó tres veces en 2020. En los hechos, según un informe de la Anses, fueron 188.923 perceptores, de un total de 8.857.063, los que declararon realizar actividad en casas particulares. Pero es muy probable que muchas personas de este segmento laboral estén en el ítem de "informales y desocupados".
"La situación de pendiente hacia abajo se frenó con la apertura de las actividades y la posibilidad de volver a trabajar; hubo primero un amesetamiento y después alguna mejora, que se reflejó según nuestros datos a partir de noviembre", dice Carlos Brassesco, abogado asesor de la Unión de Personal Auxiliar de Casas particulares, la entidad sindical del sector. Los datos de marzo permitirán conocer mejor cómo se dará finalmente la recuperación del empleo. La situación tiende a estabilizarse siempre en ese mes, después de la temporada de verano.
La situación de pendiente hacia abajo se frenó con la apertura de las actividades y la posibilidad de volver a trabajar.
Un tema de preocupación ahora es si la recuperación de puestos se dará con un incremento de la tasa de relaciones no registradas. Según comenta Brassesco, hay temores en ese sentido que se basan en las consultas recibidas en el sindicato: "Hay personas que estaban en blanco y cuando vuelven, vuelven en negro; también hay quienes estaban con jornada completa y pasan a trabajar por horas, y hay casos en los que se dejó de aportar y tratamos de mediar para evitar conflictos", describe el abogado.
La reducción horaria se formalizó en algunos casos con la firma de acuerdos entre las partes, que pueden ser registrados en el sitio www.argentina.gob.ar, en el apartado correspondiente al Ministerio de Trabajo. Allí puede descargarse un modelo de acuerdo espontáneo para ser ratificado por la modalidad oficial de trámites a distancia.
Según la información con la que cuenta el sindicato, otra práctica que hubo en 2020 fue el cambio, en el caso de las relaciones registradas, de la categoría de tareas generales a la de quienes trabajan cuidando a otras personas. Solo quienes estaban en este último grupo tuvieron autorización para trabajar durante toda la cuarentena. Más allá de eso, se trata del segmento de este universo de ocupaciones laborales que abrirá más oportunidades a futuro, según informes de centros de estudios y de organismos como la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
"La temática del cuidado de personas está cada vez más en agenda y eso lleva a pensar que habrá un aumento de la demanda" por factores como el envejecimiento poblacional, afirma Elva López Mourelo, Oficial en Instituciones de Mercado de Trabajo Inclusivo en la oficina de Buenos Aires de la OIT. Y esa demanda será de personal con mayor formación y con mayor carga horaria, analiza. Según un informe elaborado por la especialista sobre la base de datos de la Encuesta Nacional a Trabajadores sobre Condiciones de Empleo, Trabajo, Salud y Seguridad (Ecetss) de 2018, una de cada cuatro personas que trabajaban en casas particulares se dedicaban al cuidado de personas, mientras que la gran mayoría hacía tareas generales.
La temática del cuidado de personas está cada vez más en agenda y eso lleva a pensar que habrá un aumento de la demanda.
Lo ocurrido en 2020 podría ser un determinante, aquí y en otras partes del mundo, para un crecimiento de la participación de quienes se dedican al cuidado. "La tendencia al teletrabajo, en forma parcial o total, se va a profundizar -dice López Mourelo-. Eso podría sugerir que la demanda de servicio doméstico para tareas generales tendría una disminución, pero hoy es difícil saberlo".
La tendencia al teletrabajo, en forma parcial o total, se va a profundizar. Eso podría sugerir que la demanda de servicio doméstico para tareas generales tendría una disminución.
Por ahora, la recuperación de puestos "se da con cierto techo y con dudas", define Manuel Mera, investigador asociado de Protección Social en el Cippec. La incertidumbre es un factor lógico cuando las causas que produjeron la paralización de gran parte de la actividad siguen latentes. Las dudas que surgen en los hogares, dice Mera, son, por ejemplo, si volverá a crecer el número diario de infectados con Covid, o si es seguro recibir en casa a alguien que se traslada en transporte público.
Según los datos de la encuesta ya mencionada, el porcentaje de trabajadoras de casas particulares que usa transporte público (o, al menos, que lo usaba antes de la pandemia) es superior al de los ocupados en general y llega, en todo el país, al 44%. También, por la particularidad de las tareas, es más frecuente, en relación con el mercado laboral general, el pluriempleo: un tercio de las ocupadas trabaja en más de una casa.
Otro rasgo que caracteriza a este grupo es la mayor incidencia, en los hogares que habitan, de la pobreza. Según puntualiza la economista Paulina Seivach, de la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires, en 2019 el 46,7% de los hogares que tenían como jefa a una trabajadora de casas particulares estaba en la pobreza, mientras que el dato promedio en la Ciudad era de 15,3%. Del relevamiento porteño surge que entre quienes están en esta actividad y residen en la ciudad, seis de cada diez dicen no tener acceso a derechos laborales.
Los interrogantes sobre el regreso también existen por el deterioro del ingreso en los hogares de empleadores, que los lleva a recalcular los presupuestos. El sociólogo Agustín Salvia, investigador del Conicet-UBA y coordinador del Observatorio de la Deuda Social (ODSA) en la UCA, advierte sobre ese factor y también sobre otros, vinculados a la vida cotidiana en los hogares, que llevarían a una menor demanda de personal y a contrataciones por menos horas. "La gente ahora sale menos de su casa y hace tareas domésticas; si tenía a alguien por ocho horas, quizá ahora contrate por menos; a la par, está el fenómeno de los varones haciéndose cargo de más tareas en la casa", describe.
La gente ahora sale menos de su casa y hace tareas domésticas; si tenía a alguien por ocho horas, quizá ahora contrate por menos.
Datos relevados entre julio y octubre por la ODSA en grandes centros urbanos indican que, de las personas ocupadas en el servicio doméstico solo el 18,8% estaba trabajando como lo hacía antes o incluso más horas; 22,8% hacía tareas pero durante menos tiempo; 37,5% estaba con suspensión o había dejado de trabajar, y algo más de 20% había perdido directamente el empleo.
Salarios con reajuste y aportes, por ahora, congelados
El día que comenzó la cuarentena, en marzo de 2020, se publicó en el Boletín Oficial una resolución de la Comisión Nacional de Trabajo en Casas Particulares por la cual el Ministerio de Trabajo –a falta de acuerdo de partes- fijó incrementos en los salarios del sector para los meses de marzo y mayo. En diciembre se emitió otra resolución, esta vez sí tras un acuerdo de partes, que establece un aumento de los salarios del 28% en tres etapas, con porcentajes que se calculan sobre los valores de noviembre pasado: 10% en diciembre (con incidencia en el cálculo del aguinaldo), 8% en el actual mes de febrero y 10% en abril.
Con la última medida, en el caso de la categoría de tareas generales el valor mínimo a pagar por hora es desde este mes de $171 (personal con retiro) y de $183,50 (sin retiro), y de $185 (con retiro) y $199,50 (sin retiro) desde abril; el salario mensual por jornada completa es de $20.987 (con retiro) y de $23.337 (sin retiro) desde este mes, y de $22.765,50 (con retiro) y $25.315 sin retiro) desde abril.
En la categoría de tareas de cuidado de personas, el valor mínimo por hora es de $183,50 (con retiro) y de $206 (sin retiro) desde este mes de febrero, y de $199,50 (con retiro) y $216,50 (sin retiro) desde el cuarto mes del año; el salario mensual es de $23.337 (con retiro) y de $26.007 desde este mes, y será de $25.315 (con retiro) y de $28.211 (sin retiro) a partir de abril.
Con los montos de los aportes y las contribuciones con destino a la obra social y al sistema jubilatorio, este año se da una particularidad. Desde hace unos años, los valores siguen las actualizaciones anuales de las variables del monotributo que, a su vez, se reajustan en cada enero, de acuerdo a la ley, según el porcentaje de aumento que los jubilados y pensionados del sistema nacional tuvieron en el año previo por la fórmula de movilidad.
Pero en 2020 estuvo suspendida la aplicación de esa fórmula, con lo cual los reajustes de los haberes jubilatorios fueron por decreto y a discreción del Poder Ejecutivo. Y no resultaron iguales para todos (variaron entre el 24,3% y el 35,3%). Dada esa situación, la AFIP no ajustó los montos del monotributo y, por tanto, tampoco se movieron los aportes del servicio doméstico. El último día de 2020 el Gobierno mandó un proyecto de ley al Congreso para que los valores se reajusten en función del porcentaje de suba que tuvo el haber mínimo, un 35,3%. Según lo previsto, ese incremento de los aportes y las contribuciones se hará efectiva una vez que se apruebe la ley.
La cuota del seguro de riesgos del trabajo, en cambio, se actualiza cada vez que se incrementan los salarios. Así, desde este mes los valores que se ingresan son de $249,04 si se trata de alguien que trabaja hasta 12 horas semanales; de $398,47 si las tareas son de entre 12 y 16 horas por semana, y de $614,92, por más de 16 horas. En abril habrá un nuevo reajuste.
La informalidad, causas y expectativas
Desde hace unos años, la formalización del personal de tareas en casas particulares tiene un incentivo impositivo. Los salarios y las contribuciones son deducibles del impuesto a las ganancias hasta un tope anual actualizable, que por todo 2021 es de $167.678,40. Según el esquema hoy vigente, un empleado sin deducciones por familia con un salario bruto de $120.000, paga un monto anual por Ganancias de $38.644, en tanto que si aplica la deducción por pagos al personal doméstico por $10.000 mensuales, la carga fiscal baja a $18.078, y si la aplica por el tope permitido, a $12.097. Otro ejemplo: un asalariado con cónyuge y dos hijos declarados a su cargo, con una remuneración mensual de $130.000, tributa $7875 en el año, y no pagaría nada si dedujera $10.000 por mes de pagos al personal de casas particulares.
El incentivo para casos como los de los ejemplos no estará más como tal, en la práctica, si se aprueba el proyecto de ley que busca disponer que directamente no paguen Ganancias quienes tienen salarios brutos de hasta $150.000 (sí seguirá vigente la deducción, claro, para quienes continúen alcanzados por el tributo). La ventaja impositiva, de todas formas, parece haber chocado con límites por cuestiones que podrían no ser económicas, porque las tasas de informalidad siguen siendo muy altas.
"Hay más barreras culturales que económicas, porque el costo es bajo", dice Mera, del Cippec, que evalúa que "hay una disonancia cognitiva entre lo que una persona cree que es como empleador y lo que en realidad es", muchas veces por desconocimiento de algunas cuestiones, como la que indica que la obligatoriedad del registro va más allá de la cantidad de horas trabajadas. Según agrega, expresiones como "la persona que ayuda en casa" no reconocen que, en realidad, se trata de alguien que está haciendo un trabajo que tiene que ser tratado como tal.
En este segmento del mundo laboral "no hay una unidad económica dando empleo, sino un hogar", puntualiza Seivach, y eso hace que se establezca una relación de partes desde un espacio más íntimo, lo que dificulta algunas conversaciones. A eso se suma que, si bien hay sindicato, existe una dispersión física de las personas que trabajan que no se da, lógicamente, en las empresas o en otras organizaciones.
No hay, por ahora, señales que ayuden a pensar en una mejora de los niveles de formalidad. Hacia el futuro, eso sí, el crecimiento de la participación en este segmento del empleo de quienes se ocupan del cuidado de otros, hará que sea necesario un mayor grado de capacitaciones específicas. Desde el manejo del cuerpo de quienes tienen problemas de movilidad hasta cuestiones más emocionales, los contenidos de algunos programas que ya existen apuntan a las necesidades de una relación laboral centrada en las personas de una manera muy particular.
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