Cómo es vivir y emprender en la tierra de volcanes y termas, altos ingresos y mucha felicidad
Los argentinos radicados en Islandia no superan los 50; cuentan la experiencia de trabajar y hacer negocios en una sociedad equitativa, con alta presión tributaria y también muy buenos servicios
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Son 103.000 kilómetros cuadrados dominados por volcanes, géiseres y termas. En Islandia viven apenas unas 399.000 personas, entre las cuales hay unos 50 argentinos radicados. Ocupa el tercer lugar en el Índice Mundial de la Felicidad de 2024, con una puntuación de 7,525, y su población logró 7,6 en satisfacción ante la vida (por encima del promedio de la OCDE, de 6,7). Algunos motivos que explican la felicidad de los islandeses son: menos diferencias sociales, seguridad, equidad económica, cuidado del medio ambiente y respeco por las elecciones individuales.
Con un PIB per cápita de US$78.800, ocupa el puesto número 9 en el ranking de 196 países. En cuanto al Índice de Desarrollo Humano (IDH) que elabora las Naciones Unidas para medir el progreso de un país, marca que los islandeses están entre los mejor posicionados del mundo: 0,959 puntos. En cuanto al Índice de Percepción de la Corrupción del sector público es de 74 puntos, muy bajo en el mundo.
En un contexto de búsqueda de un mejor equilibrio entre la vida personal y profesional, instrumentó oficialmente la semana laboral de cuatro días. Después de hacer pruebas piloto en 2015 y 2019, disminuyó las horas estándar de 40 a 36 por semana.
Entre 2020 y 2022, un 51% de los trabajadores aceptó esta opción de trabajar menos horas sin que se viera afectado su salario. Los resultados fueron positivos: la economía creció (5% en 2023), las tasas de desempleo se mantienen bajas (3%) y los empleados dijeron estar menos estresados (un estudio realizado por el Instituto Autonomy y Alda señala que seis de los que optaron por la semana reducida se sintieron más satisfechos con su tiempo laboral, y 9,7 consideró estar más equilibrados).
María Eugenia Chiarandini nació en Lanús hace 37 años y lleva casi una década en Islandia, donde trabaja en una salmonera. Vive con su familia (su esposo es islandés) en Flateyri, un pueblo de unos 150 habitantes. La ciudad más cercana es Ísafjörður (la “capital de los fiordos occidentales”, con 3500 habitantes, a unos 400 kilómetros de la capital Reikiavik). “Al comienzo fue muy difícil, incluso la capital es muy chica. Fue complicado, no conocía a nadie, no tenía licencia de manejo, no hay autobús en el pueblo y se depende de las tres combis que hay por día para ir a la ciudad de Ísafjörður -cuenta a LA NACION-. No hay casi oferta, son dos cafeterías, una pizzería, dos supermercados. Pero aprendí que la oferta es más en la naturaleza, salgo a caminar, en bici, el mal tiempo no frena”.
A la hora de hacer negocios, el país se encuentra en el puesto 26 entre los 190 que conforman el ranking Doing Business. Se trata de una de las economías de mejor crecimiento entre las de la OCDE, impulsada por el turismo y la demanda interna. La pesca es su principal fuente de ingresos.
Hace unos seis años que Carla Valvo está en Reikiavik; llegó con quien era su pareja entonces con la idea de abrir un local de comidas. Los planes no salieron como esperaban, pero ella encaró su propio emprendimiento, “Re Argentina”, en el que ofrece los tradicionales alfajores reversionados. Los vende en Taste of Iceland, un espacio para delicatessen. “Todos los papeles para emprender son online, los trámites son simples y se pueden hacer sin problemas. Busqué una contadora que me asesore porque como también trabajo en relación de dependencia se pueden descontar impuestos”, explica.
La presión fiscal en Islandia ronda el 36,4% del PIB, lo que la deja por encima del promedio de la OCDE. Todos los que generan ingresos (asalariados y contratistas) tienen que pagar impuestos sobre la renta y municipales. Hay categorías en función de los ingresos; de media, se paga aproximadamente 37,4 % del sueldo en forma de impuestos y gastos vinculados con el salario. Todos los contribuyentes islandeses reciben un crédito fiscal personal que sirve para reducir su responsabilidad total de impuesto sobre la renta. La tasa estándar de IVA es del 24%.
“Bienestar” islandés
Lorena “Lola” Díaz se enamoró de un islandés, David Gudmundsson, se casaron y ella se mudó hace algo más de cuatro años con su hijo León, que entonces tenía 10. La familia se completa con Río, de cuatro, y Cristian, de dos. Define a los islandeses como “amigables” y señala que son “muchos más” los venezolanos radicados que los argentinos. Todavía está maternando y preparándose para integrarse al mercado laboral con su esposo, quien tiene una empresa de turismo, a la vez que analiza las condiciones para replicar el emprendimiento que tenía en Villa Carlos Paz, una peluquería “muy conocida”.
Gudmundsson, quien habla un español perfecto con tonada argentina, precisa que inscribir un emprendimiento es siempre simple, aunque lo es más para quien tiene documento de la Unión Europea: “En Islandia todo es muy directo; no se necesita conocer a nadie -aunque es probable que sea así porque es un país muy chiquito- para acelerar nada. En dos semanas está terminado el trámite”.
Advierte que la actividad está vinculada con un área que requiere estudios, por lo que hay que mostrar el título para abrir el negocio. “Como en todos lados el trabajo es duro, lleva tiempo consolidar un emprendimiento. A lo mejor, durante unos cinco años el fundador está todo el tiempo para que salga adelante”, añade.
El sueldo mínimo por hora equivale a unos US$20 (la moneda del país es la corona islandesa). El empresario indica que esos ingresos son los que rigen para los inicios y, además, advierte que como el Gobierno en ese nivel ofrece un descuento del 90% en las cargas impositivas, “muchas veces conviene el mínimo y no estar apenas por encima”.
En el caso de emprendedores, para los primeros dos años la figura jurídica elegida en general es la de empresa unipersonal. “Es la manera en que todos empiezan, no se puede arrancar a lo grande -añade-. Es muy típico que haya una actividad inscripta en cada familia porque es diferente el registro de los gastos y su impacto en los impuestos”.
Chiarandini subraya que en la presentación impositiva anual, después de que el Estado hace el “arqueo” entre ingresos y egresos, “se devuelven fondos si se pagó demás o se cobra si faltaron”. Sobre la idiosincrasia de los islandeses, indica que “aceptan, prueban; les gusta lo cosmopolita. Viajan mucho, se escapan del invierno” aunque también enfatiza que se trata de un mercado interno “chico”.
“A la hora de emprender, hay muchos beneficios para mujeres -aporta Valvo-. Aquí hay muchas madres solteras y el Estado financia tanto actividades para los chicos como la capacitación de ellas y sus posibilidades de poner en marcha un negocio. Hay un banco que atiende a mujeres emprendedoras, les da soporte”. Ella, por ejemplo, alquila una cocina por horas que ya está habilitada y registrada y allí elabora los productos. Sí tiene inscripta su marca.
También indica que, en caso de iniciativas gastronómicas que pueden participar en ferias, no se exige al inicio una licencia para tener un puesto aunque para tener un posnet -en un país donde se usa mucho la tarjeta o la billetera electrónica- hay que estar inscripto en el fisco.
Conocedor del sector turístico, Gudmundsson acentúa que el incremento de visitantes extranjeros ha sido muy fuerte en la última década, salvo en los años de pandemia. Para este 2024, se proyecta que recibirá a 2,4 millones de personas. En ese contexto, las autoridades recuperaron un impuesto que se aplicó hasta la irrupción del Covid-19 (US$4,25 por reserva de alojamiento) y podrían aumentar la alícuota para que haya “equilibrio, balance de sostenibilidad”.
Costos altos, ingresos altos
La calidad de vida islandesa tiene su precio. “Es un país carísimo -dice Díaz-, pero hay equilibrio con los ingresos. También es cierto que la gente trabaja muchísimo”. Una compra de supermercado semanal, para su familia de cinco integrantes, ronda los US$400; una salida a cenar sin bebidas con alcohol, US$70 por persona.
Alquilar un departamento en la capital para una familia, U$$ 2000. Chiarandini coincide, y aclara que en las ciudades los alquileres caen a menos de la mitad. Valvo suma que un sueldo ronda los US$2800 y para una persona se puede conseguir un estudio por unos US$1200.
“Trabajo se puede conseguir en un día, pero se puede estar meses buscando casa. Cada vez exigen más, depósito, garantías”, ilustra y apunta que quien puede “compra una propiedad a 30 años porque le sale comparativamente más barato que el alquiler”. Los servicios -en el país no hay gas, todo es eléctrico, por energía geotérmica- suman alrededor de US$200 mensuales.
“Todo es caro porque es importado, incluso triangulamos porque somos parte de la Unión Europea; los cereales van de Estados Unidos a Holanda y de allí acá y, además, tampoco compramos tanta cantidad”, suma Gudmundsson. Valvo refuerza que para instalarse hay que llegar, al menos, con entre US$10.000 y US$15.000.
En la pequeña localidad donde vive Chiarandini hay escuela, jardín de infantes, gimnasio y piscina y un médico hace una visita semanal. En la ciudad cercana hay un hospital y para las atenciones más complejas, hay que ir a la capital. Indica que si bien el sistema de salud es público, siempre se paga “algo; si se es un trabajador sincalizado, una parte lo cubre el sindicato”. Por supuesto, hay opciones privadas.
“Los médicos hacen seguimientos -describe Díaz-. Por ejemplo, después del parto recibía llamadas y a los siete días una partera que viene de visita. Para todo es así, van monitoreando”.
Respecto de la educación, que es pública, hay consenso entre ambas en que es “muy buena”. Cada distrito tiene su institución y la jornada es doble, de 8 a 16. Ofrecen almuerzo y merienda y en la guardería, que es hasta las 14, se paga aparte para que se queden más tiempo.
Díaz cuenta que, en el caso de su hijo mayor durante los primeros meses -hasta obtener el permiso de residencia- siguió su escuela argentina online. “Después cursó en inglés mientras aprendía el islandés. Siempre tuvo apoyo; hay al menos tres reuniones al año con el profesor, padres e hijo. Mucha dedicación”.
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