El modelo patrio: cómo era la economía de 1810
La Revolución de 1810, que culminó el 25 de mayo de ese año con el reconocimiento del primer gobierno patrio, fue el eslabón central que condujo a la declaración de independencia seis años más tarde, en 1816. Este hecho no solo reestructuró el orden político, sino que también dio lugar a varias reconfiguraciones en el plano económico.
¿Cómo era la economía de aquella época y cómo cambió por la Revolución? Los episodios de mayo puso fin al sistema monopólico español, si bien previo a esta fecha, ya en 1809, el virrey Cisneros había autorizado la liberalización del comercio con los ingleses para fomentar mayores intercambios. Por otro lado, también existían prácticas de contrabando para comerciar con otras potencias europeas.
El fin del monopolio español, como escribe Roy Hora en su libro Historia económica de la Argentina en el siglo XIX, "trajo consigo una drástica transformación en el patrón de importaciones, que dejó de estar dominado por productos caros y sofisticados para basarse en bienes de consumo popular, que pasaron a comercializarse a precios considerablemente más bajos que los vigentes en el período colonial".
En el Río de la Plata, el sector textil lideró este proceso de abaratamiento. Hasta ese momento llegaban tejidos sofisticados de lana y seda que quedaban fuera del alcance de los grupos de menores ingresos.
Sin embargo, el libre comercio posibilitó la importación de telas de algodón barato, provenientes de Gran Bretaña, quien dominaba ampliamente el comercio de importación. Los géneros de algodón constituían más del 80% de los productos importados ingleses. Pero además de géneros, también se importaban de Gran Bretaña productos de ferretería, vajilla, porcelana, cuchillería y otros artículos manufacturados de bajo costo.
El surgimiento del primer gobierno patrio desarticuló el circuito comercial que había estado vigente durante el período colonial. Hasta ese momento, la actividad económica del virreinato dependía de la extracción de metales preciosos del Alto y el Bajo Perú (hoy Bolivia y Perú), específicamente la ciudad de Potosí, principal centro minero y productor de plata.
Agustina Rayes, investigadora del Conicet y especialista en historia económica argentina, explica que "desde la actual provincia de Salta hasta Buenos Aires, existían centros agrarios y artesanales destinados a satisfacer las demandas de familias campesinas que vivían en las cercanías y también las necesidades del circuito mercantil centrado en la producción de oro y plata". Es decir que las economías regionales del virreinato producían en función de la demanda de Potosí. Se comerciaban productos como mulas, textiles de algodón o lana, vino y aguardiente, entre otros.
Martin Wasserman, doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires e investigador del Conicet, explica que con el desarrollo de la conflictividad bélica, Potosí dejaba progresivamente de funcionar como aquel polo de demanda que motorizaba la producción de las economías regionales, que comenzaron a orientar su oferta hacia otros mercados, primordialmente Buenos Aires, que ya desde la segunda mitad del siglo XVIII constituía un importante centro de consumo.
Fragmentación jurisdiccional
Por otro lado, a esta desintegración del espacio económico colonial y a la reorientación de sus economías regionales hacia el Atlántico, se sumaría una fragmentación jurisdiccional del territorio virreinal, desarmándose un sistema fiscal que previamente se encontraba integrado bajo la Hacienda real. "Eso fomentaría desigualdades fiscales entre las distintas regiones del extinto virreinato: mientras que las del interior dependían crecientemente de gravámenes sobre un oscilante comercio terrestre interno, Buenos Aires lograba controlar la Aduana, otorgándole al gobierno bonaerense una capacidad de recaudación fiscal extraordinaria, con la que lograba compensar parcialmente la falta de moneda potosina que ya no llegaba por la vía fiscal del Situado (remesas periódicamente enviadas a la tesorería de Buenos Aires desde la tesorería de Potosí)", sostiene Wasserman.
Pluralidad de monedas
La fragmentación fiscal desatada con la Revolución dio lugar al estallido de la unidad monetaria que existía desde el siglo XVI en la región. Los intentos revolucionarios por controlar la Casa de Moneda potosina para garantizar una acuñación patria fueron repelidos por las fuerzas realistas.
De esta manera, la conjugación entre la crisis generada por guerra revolucionaria, la desintegración fiscal y la falta de moneda potosina, impusieron la necesidad de suplir esa escasez de dinero de diversas maneras: mientras que las provincias del interior apostaban a acuñaciones propias que no prosperaron, Buenos Aires contaba con sus ingresos aduaneros para respaldar emisiones fiduciarias.
Los "empréstitos forzosos" de 1813 y 1814 permitieron a la tesorería de Buenos Aires hacerse de algunos fondos. De esta manera, el déficit fiscal que padecía Buenos Aires por los crecientes gastos bélicos y por la falta de la plata potosina (que había dejado de llegar cuando dejó de funcionar el sistema del Situado), era cubierto con sus ingresos aduaneros y con endeudamiento.
Los vales de Aduana comenzaban a circular como títulos cancelatorios de obligaciones fiscales, y los "pagarés sellados" que se entregaban a los grandes comerciantes como títulos de deuda pronto generaron un mercado secundario en el que los papeles se depreciaban de manera inevitable ante la pérdida de confianza en un contexto de convulsiones e inestabilidad institucional.
"El intento por consolidar esa temprana deuda interna, con una Caja Nacional de Fondos de Sudamérica, en 1818, fue efímero. En 1820 los depositantes retirarían sus fondos imponiendo su liquidación", indica Wasserman.
La creación en 1822 del Banco de Buenos Aires daría inicio a la emisión de billetes. Una heterogeneidad de papeles y vales que viciaban al mercado interno, consolidaciones y nuevas emisiones que generaban devaluación, empujaron a la búsqueda de crédito en el exterior mediante el empréstito Baring Brothers, negociado en Londres en 1824.
"La Revolución había abierto el camino a la independencia política, pero el desafío de una autonomía financiera signaría la economía del futuro país en el largo plazo", resume.
Desequilibrio regional
El año 1810 marcó también el inicio del desequilibrio entre la economía de Buenos Aires y las del interior. Esto se debió a que Buenos Aires tenía una mejor capacidad para ofrecer materias primas, como el cuero –proveniente de la extensiva producción de ganado vacuno- a economías europeas en plena industrialización. Y, además, la ciudad se ubicaba en un punto estratégico de cara al mercado atlántico.
Mientras tanto las demás provincias se empobrecían por la pérdida de su principal mercado en Potosí. Y la zona del noroeste, al ser uno de los escenarios centrales en el conflicto bélico revolucionario, tenía sus tierras diezmadas, lo que dificultaba la producción agraria.