Cómo el nivel de educación afecta los negocios
La prosperidad ha tomado por sorpresa a los sistemas nacionales de educación en América Latina, región que desde hace mucho figura rezagada en las estadísticas mundiales y que, a pesar de los avances recientes, tiene dificultades para formar una mano de obra calificada. En una serie de reportajes sobre educación, The Wall Street Journal Americas conversó con empresarios cuyas compañías apoyan a Worldfund, una organización sin fines de lucro estadounidense financiada por empresas privadas y cuyo objetivo es mejorar la calidad de la enseñanza, y les preguntó cómo la calidad de la educación en América Latina afecta sus negocios. He aquí unos extractos:
Carlos Labarthe Costas
Compartamos
Por Di Pinheiro
Al frente de una institución de microcrédito, el mexicano Carlos Labarthe Costas, presidente ejecutivo y uno de los fundadores de Banco Compartamos SA, enfrenta obstáculos generados por el bajo nivel de escolaridad tanto para el reclutamiento de funcionarios como en sus negocios con clientes de baja renta.
Costas dice que Compartamos cuenta con 2,3 millones de clientes en México, Perú y Guatemala y una cartera de crédito que ronda los US$1.000 millones, cuyo grueso viene de las zonas rurales, exactamente una de las áreas más problemáticas en la educación en Latinoamérica.
Hijo de una maestra, el ejecutivo de 43 años defiende una mejor preparación para los profesores y un énfasis en la enseñanza de las matemáticas. Costas cree que la enseñanza del inglés también es fundamental para los microempresarios mexicanos, que por estar tan cerca de Estados Unidos pueden perder oportunidades de negocios con el rico vecino del norte.
Compartamos también a sus nuevos funcionarios a tres meses de capacitación antes de la contratación definitiva.
Carlos Labarthe Costas: Es curioso como algunos empleos se han perdido con la tecnología; los trabajos medios, como por ejemplo la facturación en el aeropuerto. Los puestos de complejidad mediana se están perdiendo a manos de la tecnología. Para empleos más simples hay mucha demanda.
Ciudad de México está repleta de proyectos de infraestructura. Eso explica porque, a pesar de que no haya educación superior, hay mucho empleo para la gente con un nivel educativo bajo.
Precisamos educar a nuestros hijos de un modo diferente. El problema no es sólo que no lleguen a la universidad, sino que los que llegan no están bien preparados. Hay un cierto miedo a las carreras matemático-administrativas.
Nuestro desafío es que (los profesionales formados) no están preparados como deberían. Las microfinanzas son un tema nuevo, con productos y metodologías específicas.
WSJ: ¿Cuál es la situación con sus clientes?
Costas: No existe educación financiera. (Muchos de ellos) no saben hacer una regla de tres.
Tienen que hablar inglés, lo que puede cambiar la perspectiva económica de la persona en México debido a la proximidad con EE.UU.
La baja calidad de la educación (en México) genera poco conocimiento, poca especialización y poco compromiso. Si estoy especializado en algo, sigo con esa carrera; si no hay nada especial, no tengo motivos para seguir (en el empleo). Menos compromiso, más volatilidad.
Subsidiar la educación es una cuestión de supervivencia para el banco.
WSJ: ¿Qué puede hacer al respecto?
Costas: El mayor desafío de la educación hoy en día es mejorar la calidad de los estudiantes que estamos formando y darles un camino profesional a seguir. No es justo decir que se trata de un problema de Estado, es un problema de todos. Me encantaría que las microfinanzas fuesen enseñadas en la escuela.
Para preparar colaboradores (ofrecemos) capacitación y certificaciones: un mes de capacitación, tres meses para la certificación. Sólo después nos planteamos un contrato fijo (…). Este año contrataremos a 7.000 personas.
Marcos Molina
Marfrig
Por Paulo Trevisani
Marfrig Alimentos SA es una multinacional con 90.000 empleados, un tercio de los cuales trabajan fuera de Brasil, y marcas en Estados Unidos y Europa, pero el epicentro de sus negocios está donde la educación es históricamente más problemática: en la zona rural de países como Brasil, Argentina y Uruguay.
Habiendo crecido en ese ambiente, Marcos Molina, presidente y fundador de Marfrig, es un testigo del impacto que la educación puede tener sobre funcionarios, proveedores y consumidores a medida que la clase media crece y se vuelve más exigente.
Pero su visión es optimista. Molina cree que ha habido progreso en todos los aspectos: sus empleados —que un número creciente de empresas se disputan— están hoy en día mejor preparados, sus proveedores son más ágiles a la hora de cumplir con las exigencias sanitarias más rigurosas y sus consumidores, un número cada vez mayor de los cuales ahora lee las informaciones que vienen en los empaques, son más exigentes.
Marfrig informa haber participado en una serie de actividades ligadas a la educación en los países donde tiene presencia. Esas iniciativas van desde la conducción defensiva en el Reino Unido hasta el financiamiento de los estudios de empleados y sus familiares en Brasil, entre otras cosas.
Marcos Molina: Hoy en día, con la mejora que está habiendo en los niveles educativos, la gente contará cada día mas con una oferta de mano de obra calificada que irá mejorando la calidad de la empresa, en general. Uno va mejorando la base. (Eso) en todos los niveles, desde el operario de fábrica hasta el nivel gerencial.
Cuando digo planta de fábrica, eso incluye a los operadores de maquinaria, el personal de recursos humanos y los veterinarios. Nuestra planta de fábrica está bastante calificada y la plantilla está bien capacitada.
Antes era más difícil (encontrar mano de obra calificada); últimamente, ha mejorado. Sólo que actualmente la demanda (para esa mano de obra) es muy alta.
Creo que, en la parte del consumidor, conforme mejora esa base educativa, el consumidor acaba leyendo más y se vuelve más exigente. La gente nota eso, que el consumidor exige más (incluyendo) sobre el origen del producto. Con la mejora del poder adquisitivo, también (empieza a exigirse) una mejora en la calidad de las materias primas.
WSJ: ¿Cómo han cambiado sus proveedores en el tema educativo?
Molina: Desde el punto de vista del productor rural, ahora tenemos programas de habilitación de granjas, (combate del) trabajo esclavo y para que las granjas habilitadas para exportar a Europa no puedan mezclar medicamentos de (otros) animales con el del ganado.
Antes, el hijo del productor era criado en la granja. Ahora es educado en la ciudad, en la escuela, y después vuelve para hacerse cargo de la empresa. Mejoró mucho esa parte y está mejorando la parte de la estructura de las instalaciones.
Antiguamente las condiciones eran precarias para el trabajo agrícola y ahora hay reglas que todo el mundo sigue.
La gente trabaja con alimentos y uno tiene que lidiar con la seguridad alimenticia. Entonces, es muy importante que el trabajador sea consciente de que está cuidando de un producto que (va para) el consumo directo, especialmente para nosotros que vendemos platos precocinados. Nuestro empleado está trabajando en nuestra fábrica como si estuviese cocinando en casa y es ahí donde digo que ayuda esa mejor base de preparación, (…), con mayor capacitación y nivel de escolaridad.
Di Pinheiro y Pablo Trevisani
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