Comercio interior: crónicas de fracasos en una secretaría marginal que el kirchnerismo tornó vital
El organismo siempre fue un lugar técnico pero desde la llegada de Guillermo Moreno se convirtió en el único lugar donde se intentó, sin ningún éxito, controlar los precios
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Esta nota empieza con un interrogante: ¿Quién se acuerda de Lisandro Salas? La pregunta sirve como disparador para recorrer la Argentina en el tiempo y volver algo así como 16 años para atrás, a abril de 2006. Entonces, Salas era el Secretario de Comercio Interior y fue en ese mes cuando fue reemplazado por otro desconocido: Guillermo Moreno.
La Secretaría de Comercio Interior fue un cargo marginal en la estructura del Estado en épocas de economía ordenada. Es verdad que son las más infrecuentes, pero existieron. Sin embargo, el kirchnerismo la llevó al éxtasis y la dotó de enorme importancia en la estructura de la gestión económica de la mano de sus intervenciones recurrentes en la economía. Cuando la política cambiaria, monetaria o fiscal, o las tres a la vez, empujan los precios para arriba, aparece la necesitad de un funcionario que cierre el puño, frunza el entrecejo y firme algún que otro acuerdo de precios para calmar una porción mínima de las góndolas. Casi una puesta en escena a la luz de los resultados inflacionarios.
Estos días, un nuevo funcionario ocupará el cargo. El hasta ahora director del Banco Central (BCRA), Guillermo Hang, será el nuevo secretario. La pregunta que conlleva el nuevo nombre es relativamente simple: ¿Se sentará en el sillón a practicar las mismas políticas que la mayoría de los secretarios de Comercio Interior kirchneristas inauguradas por Guillermo Moreno? Pues si así es, es muy simple anticipar la consecuencia. El fracaso de la gestión está en la hoja contigua a la designación. Hang se desempeñó en diferentes áreas del Ministerio de Economía entre 2008 y 2015 y desde el inicio de la gestión del actual gobierno es miembro del directorio del BCRA. Con semejante currículum dentro de tres de los cuatro gobiernos kirchneristas no debiera desconocer los magros resultados que a lo largo del tiempo generaron esas recetas.
Sólo para recordar el cómo terminó sus días Roberto Feletti. Según el consultor Damian Di Pace, el hombre que llegó con las herramientas del Instituto Patria combatir la inflación se fue con 27,8% de inflación acumulada en sus meses de gestión (asumió a fines de octubre el año pasado), con una proyección anual de 63,8%, lo que da 4,1% cada 30 días.
Juan José Llach es economista, profesor del IAE-Universidad Austral y exsecretario de Programación Económica. Conoce como pocos los pliegues del Estado. “La tarea esencial de la Secretaria de Comercio es vigilar que haya competencia. Se dice fácil, pero no lo es tanto. En parte por eso se creó en los noventa una Comisión Nacional de Defensa de la Competencia que aún existe. Su funcionamiento fue irregular”, comenta. Esa es la principal función del organismo que en la Argentina tiene tanta importancia de la mano de los controles.
El economista, que también es sociólogo, recurre a los clásicos para explicar los orígenes del organismo y los desvíos actuales. “Adam Smith decía que los empresarios acordaban precios en reuniones nocturnas. Es muy necesaria la tarea para la que se creó esa comisión. Su trabajo, como todo en la Argentina, ha sido errático. Hay que ser prudente al citar esto, porque es muy frecuente -como ahora- que derive en control de precios, que es algo muy distinto. Una cosa es defender la competencia y otra muy distinta controlar los precios, que es casi lo contrario, porque obstruye la competencia. Parece claro que no se quiere defender la competencia, sino uniformar los precios. Ni el funcionario anterior ni, al parecer, el actual hicieron algo en la línea de defender la competencia, que es lo que deberían hacer”, resume.
Durante el gobierno de Cambiemos, José García Hamilton fue jefe de Gabinete del secretario de Comercio, Miguel Braun. “Cuando asumimos comentábamos que era un organismo pesado, pero por los antecedentes de lo que pasaba por ahí. Antes de Moreno nadie se acordaba de ese funcionario. No era un organismo central sino más bien técnico. Tenía la autoridad de aplicación de tres paquetes de leyes no menores pero que son muy técnicas: Defensa de la Competencia, Defensa del Consumidor y Lealtad Comercial”, sostiene.
Una, la de lealtad comercial, regula los comercios en sí; la otra regula el comportamiento de las empresas con los consumidores y la tercera, la relación de las empresas entre sí. “Nadie se acordaba del secretario. Hay un tema más. Comercio Interior debería ir junto con Comercio Exterior. En su momento, había un secretario de Comercio y tenía dos subsecretarías. Ese organismo debiera generar los incentivos necesarios en la economía para que haya inversiones, libre comercio, competencia y producción. Por eso en el Gobierno de [Mauricio] Macri, ahora también, se plateó la discusión de sacarlo del Ministerio de Hacienda para pasarlo al de Producción”, agrega.
Lejos de aquellos lineamientos con los que amaneció la dependencia, la gestión Feletti empezó con el libro conocido. “Voy a convocar a los productores y comercializadores, probablemente juntos, pero es fundamental hablar con la verdad en la mano y no victimizarse -dijo entonces-. Quiero hablar racionalmente de costos, de márgenes de ganancias; ese es el desafío más grande, lograr que el pueblo pueda ir a una góndola, elegir el producto que le gusta y consumirlo”.
De aquellos dichos al hecho hubo un enorme trecho. O no revisó los márgenes y los costos, o no pudo hablar racionalmente o no llegó a la verdad con sus interlocutores. Lo cierto es que el exfuncionario anotó un 2,5% de inflación en noviembre de año pasado pero cerró 2021 con 3,8% en el ultimo mes. En enero el aumento de precios fue de 3,9%; en febrero, 4,7%; en marzo, 6,7% y en abril, 6%.
“Esta secretaría será muy buena cuando no se conozca el nombre del secretario. ¿Por qué a un ciudadano común le deberían importar las licencias no automáticas en determinado productos? Son organismos técnicos. Y en la batalla contra la inflación no debiera estar esta secretaría”, dice García Hamilton.
Sólo es necesario repasar decenas de historias recientes sobre el control de precios para entender la patología argentina de tropezar con una piedra. Es casi una acción llamativa: tropezar, intentar correr la piedra, dejarla en el lugar y repetir el paso para ver un nuevo traspié. Un ejemplo. En abril de 2011, en la explanada de la Casa Rosada estacionó un camión en el que se leía “Carne para todos”. La primera compradora fue la presidenta Cristina Kirchner, que se entusiasmó con varios cortes populares. No era para menos: se promocionaba el kilo de asado a $10,50; el de picada, a $6,90 y vacío, $12,65, entre otros. Eligió un par y miró a su lado. “Parrilli...”, exclamó. Y entonces, el actual senador Oscar Parrilli, sacó la billetera y pagó. Poco más de 10 años después, ya nada se consigue por menos de $1000.
A mediados de marzo, el Presidente anunció que comandaría una “guerra” contra la inflación. Empezó por presentar las armas. Eran las mismas que las que se usan desde hace décadas y que sedimentaron fracasos tras fracasos. Se trataba de acuerdos de precios, controles, ley de abastecimiento, retenciones y un fondo para subsidiar el precio de la harina, los fideos y el pan. Hay que reconocer, eso sí, un optimismo importante en el mandatario: estaba convencido de que esta vez sí se iba a consolidar un éxito rotundo y que la inflación caería abatida y sin aliento bajo el influjo de estas herramientas a las que siempre derrotó casi sin despeinarse. Ahora cayó el alfil en ese tablero. Vendrá otro. Sólo es necesario ver la receta que trae para anticipar el resultado.
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