Un socio no tan estratégico
Muy lejos de lo esperado por el memorándum de entendimiento firmado hace ya 10 años, el intercambio con China reproduce la vieja lógica del comercio Norte-Sur: manufacturas por materias primas
El memorándum firmado en noviembre de 2004 entre Néstor Kirchner y Hu Jintao tuvo dos elementos centrales. El primero, el reconocimiento argentino de China como economía de mercado. El segundo, la formación de una asociación estratégica. Más aún, Pekín se comprometía en aumentar aproximadamente en US$ 4000 millones las exportaciones argentinas y, si bien sólo hubo cartas de intención, la promesa de inversiones chinas abrió un sinfín de conjeturas. China, al decir de Eduardo Oviedo, "vende futuro": nos saca un acto o posición concreta en el presente a cambio de una promesa, que no necesariamente será la esperada. Los escasos resultados alcanzados tras el memorándum son un claro ejemplo de esa tendencia.
Un año antes, la Argentina se beneficiaba de un superávit comercial que superaba los US$ 1800 millones. Pero desde 2004, éste comenzó a acotarse. Las importaciones desde China crecían de forma más acelerada que las exportaciones argentinas a China.
Si bien el aumento de los US$ 4000 millones prácticamente se alcanzó en 2008 -lo que significó exportaciones por un total de US$ 6600 millones- desde entonces los embarques argentinos a China se estancaron. Hasta nuestros días nunca pudo retomarse el nivel exportado. Más aún, desde 2008 el intercambio se revirtió en favor de Pekín. Se generó un déficit estructural: se pasó de US$ 748 millones a más de 5000 millones en 2013. Así, la Argentina perdió más de US$ 18.000 millones entre 2008 y 2013.
Este proceso es acompañado por una reprimarización de la estructura productiva argentina. El tipo de intercambio con China reproduce la vieja lógica comercial Norte-Sur, manufacturas por materias primas. Esto limita la posibilidad de incrementar el valor agregado de las exportaciones argentinas al país asiático. Argumento que toma fuerza empírica en las cifras registradas por el Indec y por Comtrade.
Por un lado, las exportaciones hacia China están fuertemente concentradas en productos primarios y manufacturas basadas en recursos naturales: mientras que en 1990 representaron el 78% de las ventas a China, en 2012 manifestaron el 96%. En contraste, si se suman las exportaciones de manufacturas de bajo, medio y alto contenido tecnológico, estás pasaron de representar un 22% en 1990 a sólo un 4% en 2012.
Incluso, para aquellos que suelen defender la industrialización de productos primarios como una fase importante para dinamizar el crecimiento económico del país, hay que destacar que las exportaciones de manufacturas basadas en recursos naturales decrecieron del 25% en 1990 a 21% en 2012. Mientras tanto, los productos primarios pasaron de un 53% a un 75%, en el mismo período.
Mal que nos pese, la orientación comercial argentina hacia China pone al descubierto un fuerte proceso de reprimarización productiva. En el caso argentino, cobra particular relevancia el sector oleaginoso porque representó entre el 70% y el 86% de total exportado a China, en los últimos años. Esta coyuntura se inserta en una tendencia general que explica el comercio entre América latina y China en general y que sustenta que la mayor influencia política, comercial y financiera de ese país en la región está configurando un "Consenso de las commodities " para garantizar el abastecimiento de los insumos necesarios para continuar el proceso modernizador en China.
Mientras tanto, el comercio intrarregional en América del Sur ha crecido sostenidamente y responde al tipo intraindustrial: favoreció el incremento del valor agregado de las exportaciones entre los países de la región. La discusión se sintetiza en un interrogante: ¿apostamos a exportar con mayor o menor valor agregado? China puede ser un socio para la compra de productos primarios pero ya es un competidor directo en terceros mercados y eso amenaza la producción manufacturera de los países sudamericanos. Y hasta pone en jaque los procesos de integración económica en curso.
Incluso en materia de inversiones, si bien China ha consolidado su presencia en el país por medio de una serie de operaciones de fusiones y adquisiciones, el monto desembolsado no ha sido computado para nuestro país, con lo cual es loable relativizar su posición como inversor relevante. Así, Pekín consolidó su presencia por medio de tres grandes operaciones: la compra del 50% de Bridas por parte de Cnocc y, posteriormente, el nuevo consorcio adquirió el 60% de PAE; la compra de los activos del Standard Bank y el desembarco del ICBC, y la compra del 51% de Nidera por Cofco, junto a la potencial adquisición de las instalaciones portuarias del Grupo Noble. Pero hay que insistir en que esa inversión no se computa en la Argentina sino en paraísos fiscales. Es decir, Pekín pierde peso como inversor aunque eso no menoscaba su mayor influencia en el país.
Es en este contexto que se debe enmarcar la nueva visita del mandatario chino. Así, el eje central de la negociación con Xi Jinping tendría que estar puesto en la necesidad de aumentar el valor agregado de las exportaciones argentinas, en diversificar nuestras ventas (hasta ahora concentradas en el complejo oleaginoso) y en limitar la competencia de manufacturas chinas en terceros mercados. Al tiempo que la Argentina afianza su pertenencia a la periferia, China afirma su membresía al centro de poder internacional y eso implica negociar en términos de asimetría. Al igual que ocurriera con Hu Jintao (cuya visita a la Argentina fue colateral con su paso por Brasil y la cumbre del APEC celebrada en Chile); la actual gira de Xi Jinping tiene por epicentro la reunión de los Brics en Brasil.
En los diez años transcurridos, ni la firma del memorándum, ni la apertura de la consejería agrícola en Pekín, ni de los consulados en Cantón y Shanghai han sido suficientes instrumentos para revertir el esquema. Pekín quiere hacer sentir su peso como gran potencia y la importancia de su mercado para las exportaciones argentinas. Por eso, en 2010 intentó jugar la carta de la "soja" en torno a una cuestión técnica que afectaba las exportaciones argentinas. En nuestros días esto se reformuló bajo el problema de la "leche" que había excluido al país del registro de países habilitados para exportar a China. Mal que nos pese, no hay asociación estratégica y China no está contribuyendo al desarrollo económico del país. Por eso, resulta vital reformular la política exterior del Palacio San Martín hacia el tan afamado "socio chino".
El autor es doctor en Relaciones Internacionales, becario posdoctoral del Conicet y autor del libro China y el epicentro económico del Pacífico Norte.
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