Un servicio con alta demanda pero poca oferta estructurada
Casi el 96% de los estudiantes extranjeros provienen de América, sobre todo de Ecuador, Chile, Perú y Brasil; hay problemas de competitividad que no permiten el máximo desarrollo del potencial local
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CÓRDOBA.- La Argentina y Australia comparten características, aunque el segundo país se despegó en su crecimiento. Hoy la exportación de servicios académicos (cursos de idiomas, enseñanza universitaria) le permite ingresar unos US$40 millones anuales y contar con unos 300.000 empleos relacionados a las actividades del sector. A nivel argentino, hay coincidencia de que hay “mucha potencialidad” pero falta estructuración de la oferta. Hubo algunas iniciativas a nivel nacional para darle forma, pero no se terminaron de instrumentar. La mayor demanda se concentra en Latinoamérica.
En 2021, según los últimos datos oficiales argentinos, se registraron un total de 117.820 estudiantes extranjeras/os en universidades locales, de los cuales, 99.693 cursaron estudios de pregrado o grado y 18.127 ofertas de posgrado. Esta población representa el 3,9% del total de las/os estudiantes de pregrado y grado, y el 10,0% de los estudiantes de posgrado. Según el tipo de gestión, esta población representa el 4,1% del total para el sector estatal y el 5,5% en el sector privado.
La educación representa un presupuesto anual mundial de entre 1000 y 1500 millones de dólares, con 50 millones de trabajadores y cerca de un billón de clientes potenciales. En 1999, la Organización Mundial del Comercio (OMC) expuso que la educación, como servicio, debe estar regulada por el Acuerdo General sobre Comercio de Servicios. Hubo voces en contra que plantearon que no se podía mercantilizar educación, definida como bien público en numerosos foros internacionales.
El trabajo “Mercantilización de la educación y comercio internacional” de Giovanny Fernando Benavides advierte que, entre los factores positivos, internacionalizar la educación permite la movilidad de profesores y estudiantes, la generación de beneficios en innovación y creación, y el acceso a nuevos proveedores y programas especializados.
Las fuentes consultadas por LA NACION coinciden que la educación argentina conserva una “buena reputación” en la región y ese valor es el motor que atrae la demanda, por encima de la ventaja de precios que presenta el país respecto a otros destinos de Latinoamérica.
Florencia Scholand, directora de Internacionales de la Ucema, plantea que “tradición sigue vigente” sobre todo en la comparación con los pares de la misma región. No hay que perder de vista, admite, que hay “diferentes ligas” de universidades y que las comparaciones deben hacerse en esos segmentos. Respecto de las argentinas, tanto públicas como privadas, indica que tienen acreditaciones y, por eso, la posibilidad de interesar a estudiantes en toda Iberoamérica.
Los programas universitarios no cuentan, en general, con alternativas en inglés y esa es una barrera para expandir una oferta atractiva, de la misma manera que lo es la distancia del país con el resto del mundo. Entre los más interesados en estudiar en la Argentina figuran ecuatorianos, mexicanos, chilenos y peruanos. En el caso de los brasileros, el foco está puesto fuertemente en las carreras de Medicina.
A los interesados en estudiar fuera de su país, además de lo académico, les atrae todo lo relacionado a la multiculturalidad, a las actividades sociales y culturales que pueden realizar y también a las vinculaciones de negocios o profesionales que puedan realizar.
Las universidades en la Argentina, como en el resto del mundo, incluyen indicadores de internacionalización dentro de sus planes estratégicos, señala Scholand y añade que, tradicionalmente, esta política se instrumenta mediante convenios de colaboración con otras universidades, los que que se rigen por un principio de reciprocidad y de mutuo beneficio en áreas tales como la movilidad estudiantil, intercambio académico y proyectos de investigación colaborativos.
Sin embargo, detalla, existe una tendencia creciente hacia la firma de convenios que incluyan beneficios comerciales mediante una oferta de experiencias de study abroad aranceladas: " Alumnos de universidades extranjeras buscan experiencias internacionales de corta duración para realizar cursos breves que los formen en habilidades transversales, tales como liderazgo, emprendedorismo o negocios. También optan por cursos de idioma español o de competencias interculturales. En el caso de alumnos de posgrado, valoran la vinculación con empresas y el aprendizaje sobre el entorno de negocios en Argentina y la región”. Por caso, Ucema ofrece cursos breves para grupos de alumnos que provienen de distintos países de la región.
Cómo es la dinámica
La oferta de experiencias educativas muchas veces la realizan las propias universidades en el extranjero o bien agencias encargadas de comercializar las propuestas. Muchos de estos cursos otorgan créditos que los alumnos pueden luego homologar en su plan de estudios original. Por supuesto que la tendencia en Latinoamérica cobró fuerza en la pospandemia, cuando se generalizó el cursado en modalidad remota o mixta.
El ICDA, la Escuela de Negocios de la Universidad Católica de Córdoba (UCC), apuesta a sumar más estudiantes de otros lugares del mundo. Su directora, Gisella Veritier, ratifica el potencial existente en el país y también en la provincia. En el caso particular de la UCC, menciona la “tradición jesuita” y el integrar la red de instituciones como un valor que colabora en la atracción, a los que se suman el ecosistema “emprendedor e innovador” de Córdoba.
“Los argentinos llevamos tiempo yendo a conocer otros modelos educativos y, en la post pandemia hay una demanda creciente que permite el crecimiento de la exportación de servicios ligados al conocimiento -menciona-. Hay grupos que buscan articulación con empresarios; alumnos que vienen a hacer intercambios, a articular y compartir experiencias”.
Desde la Agencia Pro Córdoba, su presidente Pablo de Chiara enumera que el turismo idiomático es una alternativa que permite el ingreso de divisas, al igual que la exportación de posgrados. Apunta que en Córdoba hay una docena de universidades, 300.000 estudiantes y una oferta académica de 521 propuestas superiores al grado.
“Hay que trabajar para que haya más a distancia, hoy solo 27 se pueden cursar puramente en esa modalidad, de la misma manera en que se deben consolidar más trayectos formativos en inglés, que es el idioma de los negocios, de la tecnología, de la innovación”, repasa. Sobre la conveniencia de promover estas iniciativas, ejemplifica con la posibilidad de “complementar” la oferta del hemisferio norte por la contra estación y, además, remarca que también se debe trabajar en que se venga a enseñar ya que las organizaciones científicas de todo el mundo impulsan estas experiencias.
Desde Campus Argentina -una consultora que colabora con la matriculación de extranjeros en universidades argentinas-, Marcelo Seoane relata que el país necesita de una estructuración más fuerte de la oferta. Define que es un mercado potencial de alrededor del 15% de los estudiantes de grado y posgrado que existen en el país y apunta que un extranjero que llega a cursar algunas materias de grado gasta unos US$150 por mes mientras que el resto, una base de US$1.000.
“No hay un problema de demanda; hay interés. Pero lo cierto es que hay pocas unidades académicas preparadas”, sintetiza. En la página oficial de Cancillería hay un segmento destinado a “Estudiar en la Argentina” donde se recomiendan algunas webs que pueden ayudar a los interesados a buscar qué y dónde cursar. Es muy básico.
Tendencia a la personalización
Blanca Mafioly es co fundadora y directora Global Engagement & International Programs de Open Metier, una empresa que lleva 12 años colaborando con universidades y colegios en sus procesos de internacionalización, a partir del desarrollo de programas académicos de corta duración (dos a cuatro semanas) sea para recibir estudiantes como para quienes quieren viajar afuera.
Insiste en que la Argentina se hizo “muy atractiva”. Quienes vienen, relata, destacan la “calidad académica, la multiculturalidad y los costos, que les resultan muy convenientes”. La empresa tiene convenios con varias casas de estudios, pero no reclutan estudiantes sino que ofrecen programas hechos a medida. “Las contrapartes universitarias solicitan un programa académico específico”, aclara.
Respecto de los costos, Seoane advierte que las universidades estatales son elegidas para las carreras de alta demanda. En las privadas, la base de un año académico en la región, es de entre US$4.000 y US$6.000 por semestre mientras que acá pueden afrontar hasta un año por una media de US$6.500.
El último listado del QS World University Rankings 2024, elaborado por la consultora Quacquerilli Symonds, incluyó a una docena de universidades argentinas (cinco públicas), entre las 100 más prestigiosas de América Latina y el Caribe. El listado completo incluye 430 instituciones de diferentes países de la región. La Argentina cuenta con 43 en total; 12 subieron de puesto con respecto al año anterior, 14 bajaron y 17 se mantuvieron.
Las mejor ubicadas son: Universidad de Buenos Aires (UBA); Universidad Nacional de La Plata (UNLP); Universidad Austral; Pontificia Universidad Católica Argentina; Universidad Nacional de Córdoba (UNC); Universidad Nacional de Rosario (UNR) y Universidad de Torcuato Di Tella.
Sobre ese punto, Seoane indica que la ciudad de Buenos Aires está recomendada como la número uno para estudios universitarios de grado, “por calidad, variedad y facilidad de los trámites”.
Mafioly insiste en que estudiar en el extranjero no solo involucra lo académico, sino que los programas más apreciados incluyen actividades culturales y de vinculación profesional con, por ejemplo, prácticas en empresas reales, además de workshops, charlas y visitas profesionales.
Un documento oficial da cuenta de cuáles son los 10 puntos clave para que el sector pueda crecer: costos laborales competitivos; disponibilidad de capital humano calificado; dominio de idiomas extranjeros (en particular inglés); capacidades de innovación (para servicios de mayor nivel de complejidad); disponibilidad de infraestructura (de telecomunicaciones y digital, pero también energética); ambientes regulatorios apropiados (por ejemplo, protección de datos, ciberseguridad); husos horarios y afinidad cultural con mercados de destino; acuerdos internacionales (apertura de mercados, acuerdos de doble tributación); incentivos para la inversión (por ejemplo, exoneraciones o reducciones de tributos, subsidios, financiamiento, disponibilidad de oficinas o terrenos a costos preferenciales, provisión de infraestructura dedicada, etcétera); regulaciones laborales, con creciente relevancia de las vinculadas a teletrabajo.
En estos aspectos, todavía hay un largo camino por recorrer
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