Un alimento supernutritivo con poco consumo en el mercado interno
En el país se ingieren solo 800 gramos por persona por año, mientras que en el mundo, en promedio, se llega a los ocho kilos; sector aporta unos US$242 millones al año en ventas de porotos, arvejas, garbanzos y lentejas
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Las exportaciones de legumbres argentinas representan alrededor del 3,5% del mercado mundial. En la última década, según datos de la Bolsa de Comercio de Rosario, el complejo aportó en promedio US$242 millones al año con un salto importante para alcanzar US$352 millones en 2017 y luego descender para estabilizarse en torno a los US$250 millones. Son entre 500.000 y 550.000 toneladas anuales. El potencial de crecimiento, según los especialistas, es muy alto tanto en el mercado externo como en el interno, donde el consumo es bajísimo, 800 gramos por persona por año frente a los ocho kilos per cápita a nivel mundial, según OCDE-FAO.
La estructura exportadora argentina en legumbres está desarrollada. Las lentejas -cultivo en el que falta oferta varietal- llegan a 27 países, Colombia, Brasil y Argelia ocupan el podio de los destinos. Las arvejas a 57 (encabezan Brasil, Venezuela y China); los garbanzos a 59 (Pakistán y la Unión Europea los principales); el poroto alubia a 80 (Argelia, España, Italia y Turquía son los mayores compradores). En el caso del poroto negro se vende a 58 mercados (Brasil, Venezuela, Cuba y México los más significativos); los de colores a 81 (Italia, Portugal Colombia, Brasil, Pakistán están en la cima) y el mung a 52 (Vietnam, Filipinas e India). Los datos son de la consultora Adrián Poletti y Asociados.
En la Argentina, el cultivo de porotos es el más importante dentro de las legumbres y se encuentra localizado en el NOA, con Salta como la principal provincia productora. Casi 95% de lo que se hace va a la exportación, debido a que el consumo interno es de alrededor de 200 gramos per cápita al año. El país fue líder en la venta afuera de la variedad alubia pero, por problemas climáticos, perdió productividad.
Jorge Vidal, presidente Cámara Argentina de Legumbres, ratifica la potencialidad local para producir y exportar pero advierte que se requiere hacer un trabajo “significativo” en el área de genética en todas las variedades, pero especialmente en lentejas. Hace varios años que se discute la necesidad de modificar la Ley de Semillas; es que de la genética de la semilla depende gran parte del desarrollo de los cultivos.
“Es un punto clave, la semilla condiciona qué y cómo se produce -dice Vidal-. Nuestras calidades decayeron en comparación con años anteriores. Hay una tarea importante por delante”.
El gobierno de Javier Milei incluyó el tema en el proyecto original de la ley de Bases, para adherir al Acta de la Upov 91, un convenio internacional de regulaciones de semillas para usos comerciales del que participan 61 países. Como el punto no prosperó desde el oficialismo indicaron que buscarán alternativa. La Argentina suscribió al convenio Upov 1978 con la ley 24.376 en 1994, por la que se protege la propiedad intelectual. Sin embargo, ante los avances tecnológicos, la necesidad de adaptación de las variedades a condiciones climáticas fluctuantes llevaron a la concreción de un acta posterior. Los expertos aseguran que el convenio al que se adhirió está desactualizado y que hay necesidad de mejoramiento de la genética vegetal para “aumentar el volumen de exportaciones agrarias y poder competir con las grandes naciones”, según la posición oficial.
El consultor Adrián Poletti enfatiza que la tarea a encarar debe incluir a los sectores público y privado y pone como ejemplo el clúster del garbanzo en Córdoba, en el que hay colaboración de sectores académicos con las empresas. Menciona que también en la arveja hay “avances” en la adopción de nuevas semillas. “Tenemos condiciones muy buenas para la producción, muchas ventanas de siembra que comienzan en el norte en abril y terminan en agosto en Necochea, pero sin genética fiscalizada es un Porsche de carrera sobre cuatro tacos de madera. Hay que invertir en investigación y desarrollo; es una producción que genera valor, empleo y permite rotación. En Canadá y Australia, dos líderes, hicieron asociaciones público-privadas y crecieron fuerte”.
Competidores en crecimiento
Alimar es una empresa salteña productora y exportadora de porotos que exporta alrededor del 98% a toda la Unión Europea (España, Italia y Portugal son los principales destinos); Reino Unido; norte de África; Israel; Emiratos Árabes; Centroamérica y Sudamérica. Su gerente comercial Iván Martín señala que hay una tendencia mundial a la incorporación de proteína vegetal en la dieta y que la Argentina está en condiciones de exportar más porque cuenta con la superficie necesaria (sin quitarle tierra a otros cultivos). También es de los que entiende que con más y mejor genética se puede ganar productividad.
“En el mundo hay muchos países que producen y consumen, otros como nosotros que básicamente producen y exportan y otros que solo consumen -grafica-. Por nuestra sequía del 2013, Egipto se posicionó con buenos precios y superficie en alubia; tiene una estructura de comercialización diferente pero quedó adelante en determinados destinos”. En porotos negros Brasil que era un gran demandante pasó de importar a exportar, otros competidores son Estados Unidos y Canadá y en mung, Venezuela y Australia.
Jorge Gurrieri, presidente de la Cámara de Comercio Exterior de Jujuy, productor y comercializador de porotos, coincide en que el alubia es la variedad con más penetración internacional y añade que Egipto empezó a cultivarlo a partir de semillas argentinas. “Hay que afianzar más la producción y para exportar más también hay que resolver el problema del tipo de cambio, los exportadores pagan los platos rotos de la economía, debe haber un solo dólar. Por estos inconvenientes, muchos productores chicos quedan en el camino -continúa-. En el mundo hay demanda insatisfecha”.
Canadá es el principal exportador de lentejas del mundo, mientras que en arvejas el ranking de exportadores también está liderado por ese país seguido por Estados Unidos. China y varios países europeos tienen buena producción, pero usualmente para abastecimiento doméstico.
En el caso de los garbanzos, entre septiembre y abril la Argentina exportó 80.000 toneladas a 44 destinos, Europa representa el 38% del volumen operado y Turquía es el segundo destino, con 14% (compra principalmente calibre 9 mm, grande). Córdoba tiene una “ventaja competitiva” con respecto a otras provincias porque logra entre 30% y 40% de ese tamaño en su producción, según describe Bárbara Wulff, integrante del Grupo Specialities de la Cámara de Comercio Exterior cordobesa. Siempre hay diferencial de precio entre tamaños, en el 2023 fue más -unos US$150 por tonelada- por la alta demanda del de 9mm. “Eso le da al garbanzo de Córdoba un mayor valor por hectárea del producto natural cosechado”, sintetiza.
Los mayores exportadores del mundo son Australia, India (líder en producción) y Canadá, concentran alrededor del 40%. La Unión Europea es el segundo importador, por detrás de Pakistán.
La producción de garbanzos, además de en Córdoba, crece en otras provincias aunque con menores rendimientos. “La Argentina está consolidada como proveedor de mercados exigentes que pagan diferencial por calidad y se puede seguir creciendo -detalla Wulff-. Hay que trabajar fuerte en certificaciones, en trazabilidad porque las exigencias aumentan”. Hay otros mercados para más volumen y menos valor, como Pakistán.
Distorsiones y exigencias
Las legumbres, al ser una economía regional no pagan retenciones, pero hay cuestiones como los diferentes tipos de cambio o los impuestos que pesan sobre los fletes que las afectan a la hora de exportar de la misma manera que a otros sectores. Así lo remarca Raúl Pastorini, director del capítulo binacional Argentina - India en la Cámara del Asia y director comercial de Namastrade, empresa de agronegocios con sede en Bombay.
Ratifica la necesidad de producir más variedades de legumbres para poder penetrar en mercados como los asiáticos. Indica que Asia, pese a ser líder en el sector, no alcanza a cubrir su demanda, “consumen una infinidad de legumbres que nosotros por negligencia o por desconocimiento no hacemos” y enumera variedades como el black eye pea, el brown eye pea, black mate o cowpea.
Está convencido de que se podría vender “más cantidad y calidad”. Para ilustrar esa posibilidad cuenta que “cuando India abre la puerta a las importaciones de arvejas, Canadá mandó buques y la Argentina, contenedores. Hay que tener capacidad de reacción para aprovechar las oportunidades”.
Todas las fuentes coinciden en las cada vez mayores exigencias de los mercados más maduros. Cono Agriculture es una compañía enfocada en la producción de legumbres, semillas comestibles y cultivos especiales con prácticas sustentables. Produce en Córdoba y Santiago del Estero. Pablo Campo, su Trading Manager, sostiene que para crecer en la participación internacional hay que definir los mercados que se quieren ampliar, porque de eso dependen las gestiones a realizar.
Precisa que si se apunta a los ABC1 hay que hacer inversiones en certificaciones sobre el cumplimiento de normas ambientales y de cómo trabaja la gente. “Es la manera de satisfacer a países y a clientes dentro de esos países”, sintetiza. En los mercados más masivos, como el chino -donde está habilitada la arveja y hay gestiones para lograr la de porotos- “cambia toda la lógica de negocios”.
Puertas adentro subraya la necesidad de mejorar la productividad. Sobre el pago de la genética como una vía para acelerar los tiempos, advierte que, “con la escasa oferta que hay, sembrar semilla fiscalizada complica la rentabilidad”. Poletti, sobre ese punto, señala que “no hay una ley de genética que premie la investigación. Si hay que pagar el royalty al exterior no se puede; tenemos que pasar del prontuario al curriculum”.
En noviembre último se lanzó el Plan Nacional de Legumbres con los objetivos de “impulsar la producción nacional, aumentar el consumo interno, abrir nuevos mercados internacionales y agregar valor a través de la industrialización de estas materias primas”. Poletti asegura que deberían existir políticas de Estado para que el sector sea parte de la solución al problema nutricional que hay en la Argentina y, además, un eficientizador del alimento del ganado. Repasa que en 2010 China, que tenía 300 millones de personas sin un nivel adecuado de nutrición, empezó a enriquecer los noodles con harina de arvejas, “desde entonces multiplicó por diez esa importación. Hay mucho por hacer y por aprender de otros también”.
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