Trabajar en comercio exterior: sueldos, desafíos y perspectivas
Son perfiles con alta demanda, sobre todo por la irrupción de la digitalización, pero las empresas tienen problemas atraer al talento especializado; en la Argentina el papel se sigue utilizando para infinidad de trámites que requieren, además, firmas, sellos y presencialidad
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La digitalización del comercio exterior es imparable y, con ella, la transformación de los empleos del sector. Si bien la innovación tecnológica no es el único cambio que lo afecta, existen nuevos estándares internacionales ambientales, sanitarios, de seguridad y de gestión y también impacta la disrupción producida por grandes empresas muy innovadoras. Lo cierto es que, cada vez más, la tecnología modifica desde los trabajos más elementales hasta la toma de decisiones estratégicas del comercio internacional. Sin embargo, “imparable” no significa “inmediata”. Al menos no en nuestro país.
En el amplio sector del comercio exterior privado, hay una amplia diversidad salarial según tipo de organización, posición y localización de la empresa. Según datos brindados por Mariela Rendón, senior manager de PwC Argentina, un gerente de Comercio Exterior gana $387.700, un jefe $225.500, un analista senior $148,300 y uno junior $102.000.
Sin embargo, desde Adecco señalan que los salarios dependen del tipo de empresa, su tamaño y su ubicación geográfica. A modo de ejemplo, hoy un analista de exportación e importación semisenior de una empresa pequeña ubicada en Cuyo gana como mínimo $40.000 y como máximo $61.000. La misma posición en una empresa mediana de CABA, AMBA o Provincia de Buenos Aires tiene un sueldo medio de entre $67.000 y $197.400. Ese rol, en una empresa grande de la Patagonia, varía entre $114.000 hasta $195.000.
En el caso de un supervisor de importación y exportación, si trabaja en una pequeña empresa del NOA o NEA puede ganar como mínimo $72.500 y como máximo $107.000. La misma posición en una empresa mediana del centro del país gana entre $98.000 y $146.000. El mismo rol en una empresa grande en la Patagonia gana entre $200.500 y $280.000.
Consultado por los mismos sueldos en el exterior, desde España, Julio César Foyaín Rodríguez, director de Acoext, firma de asesoría en comercio exterior que opera en la Argentina, entre otros países señala que en las empresas exportadoras españolas asistentes y técnicos tiene salarios promedios que van de los US$20.000 a los US$30.000 y los directores en un rango entre US$40.000 y US$80.000.
Las compañías de compensaciones consultadas no brindaron datos sobre posiciones con conocimientos de tecnologías específicas. Según el sitio de empleo Glassdoor un científico de datos puede ganar $155.000 en promedio. Si se tiene en cuenta a las áreas de Sistemas en general, según PwC, en nuestro país un analista de Sistemas junior cobra entre $113.500 y $175.800 uno senior. Un jefe de Sistemas cobra $272.800 un gerente del área, $447.500.
Más tecnología
Blockchain, Internet de las cosas (IoT), robotización, impresión 3d, cloud computing, Inteligencia Artificial (IA) son algunas de las tecnologías que están cambiando al sector en el mundo. “La revolución digital tiene profunda significación que va más allá de la producción”, dice Fernando Landa, Presidente de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA). Y subraya que en el G20 realizado en Japón en 2019 se acuñó el término ‘sociedad 5.0′, “que supone un cambio sustancial que repiensa los procesos superando a la sociedad de la información, donde el manejo de datos es clave”.
Blockchain es la tecnología que está en boca de todos a quienes se consulta por la digitalización del sector. Se trata de un sistema distribuido y descentralizado usado para almacenar bloques de transacciones y verificarlos con una red de nodos.
“Permite una trazabilidad que incluye productos, contratos de manera segura y confiable, suprimiendo procesos de validación externa. Esta tecnología es, probablemente, de la más importante para la exportación, no solo en los aspectos financieros y administrativos sino también para controles sanitarios, fitosanitarios y cumplimiento de requisitos crecientes relativos al medio ambiente y sustentabilidad”, explica Landa. Y agrega que su aplicación en la documentación necesaria para el comercio internacional tiene un impacto directo en costos y confiabilidad.
Un reciente informe sobre el Futuro del Trabajo del World Economic Forum (WEF), realizado en 20 países, señala que la principal barrera para la adopción tecnológica es la falta de habilidades de la fuerza laboral
Por su parte, la IoT se refiere a la interconexión digital de los objetos con Internet. “Tienen sensores embebidos que brindan información fundamental para entender modalidades de uso y consumo, lo que permite mejorar diseños e impactar en la cadena de suministro. Más datos, mejores productos, mejor estructura de costos”, agrega el titular de CERA. Esta tecnología puede aplicarse en múltiples actividades como, por ejemplo, anticipar interrupciones en las cadenas globales de suministros y generar alternativas.
En cuanto a la IA -basada en algoritmos, machine learning, visualización y analítica de datos-, Landa la considera un nuevo factor de producción. “El análisis de enormes flujos de datos comerciales, de posiciones arancelarias, de normas técnicas y sanitarias, reglas de origen, entre otras, influyen en la duración de los debates multilaterales como los factores políticos. La IA permite rastrear varios años de decisiones, comprender en que se basan los argumentos de las demás partes y aprender si tienen aún vigencia”, explica.
Estas tres tecnologías son clave, según CERA, para la actualidad y futuro del comercio exterior argentino. Sin embargo, un reciente informe sobre el Futuro del Trabajo del World Economic Forum (WEF), realizado en 20 países, señala que la principal barrera para la adopción tecnológica es la falta de habilidades de la fuerza laboral. Entre las problemáticas sigue, con 46,7%, la falta de capacidad para atraer talento especializado y, con 41,4%, la falta de habilidades de los líderes de las organizaciones.
La falta de habilidades por parte de la fuerza laboral que plantea el WEF indica que hay un gran trabajo a hacer en materia de formación profesional.
La brecha se materializa en dos paradigmas con los que se puede describir a los trabajadores del sector. “El viejo empleado de comercio exterior era un profesional operativo que se dedicaba a procedimientos, despacho de aduana, llenar formularios y entender cómo funcionaba la logística en un puesto. Hoy los perfiles son más estratégicos. Hay que analizar mercados, variables, cotizaciones y tecnología no solo en relación a los productos sino también al transporte, finanzas, exigencias de los clientes para cumplir con estándares, como por ejemplo incorporar la tecnología blockchain para hacer la trazabilidad de un producto”, dice Marcelo Elizondo, especialista en negocios internacionales y Director de la Maestría en Desarrollo Estratégico Tecnológico en el Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA).
¿Cómo se traduce esta mirada en diferentes áreas y funciones del comercio internacional? En el segmento de producción para exportación, por ejemplo, se incrementó la importancia de las nuevas tecnologías de equipamiento, marketing y packaging; considerarlas es clave para cumplir con los estándares de calidad que exige el mundo.
En el mundo de los servicios -transporte y logística- se tiene en cuenta el análisis de mercado, el marketing y el seguimiento del producto; se comprende que el comercio exterior ya no trata sobre relaciones esporádicas, sino que empresas locales y extranjeras compran y planifican juntas. “Tienen relaciones sistémicas permanentes y eso implica mejorar el perfil del trabajador, por ejemplo, en su capacidad de teletrabajar de manera constante”, dice Elizondo.
Foyaín Rodríguez explica que, independientemente del rol a desarrollar en una organización en el ecosistema del comercio exterior, los nuevos perfiles exigen manejo de tecnologías y la tendencia es a perfiles con disciplinas denominados STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas). También se pide conocimiento y manejo de softwares que se integran con las distintas aduanas nacionales, bases de datos de información estadística de comercio exterior, bases de datos de información internas y externas de las empresas de comercio exterior y que se están asociando al análisis de Big Data, a la consultoría en marketing internacional, a la investigación de mercados internacionales, “y últimamente, más que nunca, al comercio electrónico internacional (cross border) o venta internacional (ecommerce y/o Marketplace)”, enumera.
“Hay que preparar a las personas para trabajar con máquinas duras, robotización y equipos inteligentes. La mitad de las conexiones a Internet que se producen hoy en el mundo no están realizadas por humanos sino por máquinas -dice Elizondo en referencia a la IoT-. Es necesario preparar a las personas para este escenario”. Sin embargo, no se pueden dejar de lado las temáticas ‘blandas’ como el management, know how, innovación constante y cambios permanentes.
Una transformación lenta
Con la transformación tecnológica en proceso, la conclusión -compartida por varios entrevistados- es que el impacto en las posiciones laborales relacionadas con las nuevas tecnologías aún no es radical. Además, en nuestro país, la implementación no se da aún a gran escala ni de forma masiva.
Es cierto que, eventualmente, las organizaciones y las personas deberán enfrentarse a un gran cambio en la forma de trabajo, pero aún persisten formas tradicionales de trabajar. “La ventanilla única sigue siendo de película futurista en muchos países”, sintetiza, a modo de ejemplo, Alejandro Leiras, director de Capacitación e Investigación de Arlog.
“Empieza a haber más disponibilidad de herramientas tecnológicas, como blockchain o la posibilidad de trabajar en la nube, pero, si bien son prometedoras, no son totalmente una realidad -advierte Leiras-. El comercio internacional sigue estando regulado por criterios del siglo pasado. Sigue habiendo mucha documentación en papel y muchos procesos aduaneros exigen sello, firma y pasar por determinada oficina”.
Es por eso que las empresas siguen demandando perfiles tradicionales, ahora con una mirada generalista, que puedan entender un proceso, pero también el modelo de negocio. Un rápido recuento de búsquedas para el sector en Linkedin revela que la mayoría es para posiciones de analista.
Desde el ICBC, Paula Ortega, responsable de Comercio Exterior en el banco, dice que las nuevas tecnologías aplicadas a la transformación digital alcanzaron a la industria tanto en el negocio tradicional como en la generación de nuevas oportunidades. “Es clave acompañar el desarrollo de las personas y revisar y adecuar la mirada desde la perspectiva compensatoria como parte de la propuesta de valor”, dice.
Más allá de la diversidad en el ritmo de la adopción de la tecnología y las diferencias salariales, una coincidencia es clara entre los referentes del sector: la tecnología no viene a eliminar posiciones ni a reemplazar al ser humano. “Hace que algunas profesiones menos sofisticadas vayan perdiendo espacio y otras más sofisticadas lo ganen”, dice Elizondo en referencia, por ejemplo, al cambio de actividades que requieren esfuerzo físico o motriz por habilidades intelectuales permiten gestionar ese esfuerzo mediante una computadora. En el mediano y largo plazo seguirá la tendencia de la sustitución de tareas -no de destrucción-; y en el corto plazo se espera una recuperación del empleo en el sector para el año que viene.
Evitar desigualdades
El ritmo de la adopción tecnológica en el sector varía de país en país. En la Argentina se escuchan voces que señalan que el avance de la tecnología aún no es radical e incitan a acelerar el paso para ganar eficiencia y estar a la altura de las demandas internacionales.
“La Argentina tiene inevitablemente que incrementar y diversificar sus exportaciones a través de una estrategia nacional exportadora basada en la ganancia creciente de competitividad del país”, subraya Fernando Landa.
En esta visión de futuro las nuevas tecnologías juegan un rol fundamental. “En la medida que pasemos a soportar el paradigma de educación continua a lo largo de la vida como parte de una política de Estado relativa a la competitividad se facilitará el acceso a los mercados tradicionales y a nuevos para la producción nacional. Transparencia, trazabilidad y confiabilidad son elementos básicos para el comercio internacional y las tecnologías digitales pueden permitir un salto escalón mediante su gran rol de facilitación”, dice el directivo.
Si bien la pandemia aceleró el uso de las tecnologías relacionadas con la digitalización y la transformación digital, su aplicación es muy variable y desigual, según cada región y país. “En América Latina y el Caribe hay cierto rezago”, dice el director de Acoext.
“Las primeras empresas que han empezado a transformar sus modelos de negocio son las del transporte y la relacionadas con el sistema bancario de apoyo. Estas últimas, las fintech, han creado modelos disruptivos, completamente digitales. Las relaciones de trabajo entre colaboradores y la dirección de estas entidades son más flexibles, virtuales, con esquemas consensuados de teletrabajo, tendencia a una integración entre el trabajo y la vida familiar, empoderados y con la conformación de equipos de altos rendimientos”, explica.
“Son muchas las barreras que tienen que superar estas empresas para poder participar en la economía digital: conectividad inadecuada, brechas de habilidades, limitado conocimiento de los beneficios que la digitalización les aporta y reducido acceso a integrarse en cadenas de valor”, prevenía en 2019, antes de la pandemia, Marisa Poncela García, quien entre 2016 y 2018 se desempeñó como Secretaria de Estado de Comercio en el gobierno español, en un trabajo sobre tecnologías digitales y comercio internacional. “Por ello -advertía-, existe el riesgo de que los países menos avanzados no estén preparados para poder acceder a las nuevas oportunidades que genera la digitalización y ello nos lleve a una mayor polarización y desigualdad”.
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