Susana Malcorra: “Si las regiones pierden peso, los países pierden importancia relativa”
La excanciller de la Argentina analiza la complejidad del mundo en la que debe moverse el país
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CORDOBA.- “Soy de las que sostienen que hay que mantener las puertas del diálogo abiertas. La región y la Argentina dependen mucho de China en inversiones y en materia económica; es un socio fundamental, un inversor importantísimo. Pero, en financiamiento, Estados Unidos es un socio crucial. No podemos negar ni lo uno ni lo otro. Hay que mirar los intereses prácticos, buscar un equilibrio entre esas realidades y balancearse”.
Quien habla es la excanciller Susana Malcorra. Alejada de la función pública lleva adelante su iniciativa GWL Voices, una asociación internacional con 62 mujeres líderes de 40 países diferentes que han trabajado para gobiernos y organizaciones multilaterales alrededor del mundo. Es una idea que consolidó junto a la exprimera ministra de Nueva Zelanda y administradora del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) Helen Clark y la directora general de Unesco, Irina Bokova. Las tres compitieron por la secretaría general de Naciones Unidas; no quedó ninguna pero nació GWL Voices.
En diálogo con LA NACION desde Madrid donde tiene sede la organización, Malcorra afirma que están “trabajando” muy bien y que es importante movilizar políticas propositivas en una coyuntura en que el sistema multilateral está “debilitado, con menos fuerza”. En ese contexto, enfatiza, se está “debilitando” la agenda de la mujer no solo en países en vías de desarrollo, sino también en Estados Unidos (pone como ejemplo el fallo de la Corte Suprema de Justicia en contra del aborto). “Estamos trabajando en este plano, estamos super activas y con apoyo financiero de donantes que confían en nuestras voces, en nuestras voces altas”, agrega.
- ¿La invasión rusa a Ucrania marcó un punto de inflexión en los cuestionamientos a la globalización?
- Ya tiene historia. No es un tema nuevo. Es una combinación de factores. Está el cuestionamiento a una globalización que trajo efectos muy positivos pero también negativos que impactaron en mucha gente. Hay que repensar cómo se implementa, podríamos decir una reglobalización. Entonces, en ese contexto, hay reacciones a disposiciones que se asocian al multilateralismo e incluso se generó un movimiento muy conservador, nacionalista fronteras adentro, como lo hemos visto con (Donald) Trump en Estados Unidos; con (Viktor) Orbán en Hungría; con (Jair) Bolsonaro. Todo esto se asocia a que lo global ha sido la madre de todos los males y se mira a Naciones Unidas como organización emblemática. Ese clima y sus aristas juegan en contra de una gobernanza global.
-En la pandemia del Covid-19 se percibió una falta de coordinación global, ¿esto profundizó el clima anti globalización?
-Es cierto que la pandemia puso en valor lo que significa una respuesta coordinada. Fíjese que al mismo tiempo que se exigía esa respuesta hay una queja de los sistemas de coordinación global. Es verdad que no hubo esa respuesta y tengo la profunda convicción de que hizo que la pandemia se prolongara más de lo necesario. No era solo una amenaza de índole de salud pública, tenía implicancias políticas, sociales y económicas. De las organizaciones mundiales, solo la Organización Mundial de la Salud (OMS) tuvo protagonismo; el Banco Mundial, el FMI, el BID y los bancos de desarrollo regionales, todos, deberían haber articulado respuestas a una amenaza de naturaleza global como era la pandemia. No hubo esa respuesta a un problema transfronterizo, en cambio estábamos peleando por una vacuna “para mí”.
-Mencionó a Naciones Unidas como organismo emblemático, ¿en la percepción general no tienen más peso los económicos, como el FMI?
- Hablé de Naciones Unidas porque es el organismo de primus interpares, pero los organismos económicos son un factor central porque son los que tienen los instrumentos para facilitar, resolver y aliviar ciertas tensiones que existen y, en cambio, suelen actuar en el sentido contrario como hemos visto en el pasado. Tenían y tienen que tener la capacidad de poner opciones creativas sobre la mesa para que los gobiernos, los Estados y los países puedan responder a lo que implicó la pandemia, esa carencia de visión ayuda a continuar con los efectos. Naciones Unidas emitió hace poco un documento sobre los tres efectos más significativos de la guerra entre Rusia y Ucrania, la suba de alimentos y en algunos casos su escasez porque los dos países son exportadores; el aumento de costos de la energía y los problemas financieros. No es una guerra europea, se desarrolla en territorio europeo, pero es una guerra con impacto mundial que requiere de esquemas de respuestas más creativos y eficientes.
-En ese escenario global complejo, ¿dónde está parada la Argentina?
-Visto desde lo macro, antes de llegar a la Argentina debería pasar por Latinoamérica ya que las regiones tienen una importancia muy grande, deben tener posiciones coordinadas, de mucho sentido común y en Latinoamérica hemos perdido la capacidad de coordinar, de tener una visión integradora. Fue la situación de Venezuela la que hizo que las aguas se separaran y haya dos grupos empezaron a mirar el tema desde una perspectiva ideológica y se dejó de atender la necesidad de encontrar esos elementos en común que permiten soluciones intermedias. No hay blancos o negros, hay grandes espacios grises, soluciones imperfectas con las que hay que saber convivir. Latinoamérica perdió hace un largo tiempo esa capacidad de coordinar y, por lo tanto, ha perdido peso en las grandes discusiones. El Grulac (Grupo de países América Latina y el Caribe) ha desaparecido como tal, perdimos importancia relativa, hemos sido incapaces de encontrar agendas que nos unan. Si las regiones pierden peso, los países también pierden importancia relativa, es parte de este deshacerse del poder de la región para influenciar en la toma de decisiones. Latinoamérica, que ha sido un referente en muchísimas cosas, ha desaparecido.
-¿La Argentina tiene que alinearse en algunos de los bloques dominantes? Hay quienes entienden que se puede no hacerlo.
-Soy de las que sostienen que hay que mantener las puertas del diálogo abiertas. La región y la Argentina dependen mucho de China en inversiones y en materia económica; es un socio fundamental, un inversor importantísimo. Pero, en financiamiento, Estados Unidos es un socio crucial. No podemos negar ni lo uno ni lo otro. Hay que mirar los intereses prácticos, buscar un equilibrio entre esas realidades y balancearse. Hay una línea que nos ayuda en todo esto y es que Europa también atraviesa una tensión con Estados Unidos y la Organización del Atlántico Norte por la seguridad y, por la relación económica y de comercio, con China. Son posiciones incómodas, es como tener que elegir papá o mamá y hay que buscar la manera de encontrar socios que fortalezcan esta decisión de que no se está ni con el uno ni el otro. Hay cosas importantes para reforzar la relación con Europa; en julio habrá una cumbre entre la Celac y la Unión Europea que desde no 2015 no se hace por la incapacidad de sentarse a coordinar.
-Puede haber coincidencias y diferencias
-Es un momento difícil para estar alineado en todos los temas, hay que decir en qué temas compartimos los valores. Por ejemplo, en la democracia como principio de gobierno de un Estado estamos muy alineados con Europa y se puede hacer una crítica de la de Estados Unidos, que mostró debilidades en la transición entre Trump y Joe Biden. Lo que no se puede ser es tibio en todo. Se pueden defender intereses y decírselo al interlocutor; China tiene valor estratégico en lo económico pero eso no significa que sea un modelo en lo político, porque es no democrática o autocrática. Sin ser confrontativo se pueden decir estas cosas, estos son los equilibrios de la diplomacia, pero hay que tener convicción y decisión política para hablar y navegar en aguas turbulentas.
-Lula viene diciendo que relanzará el acuerdo entre Mercosur y la UE, ¿tiene expectativas de que sea así, de que el Mercosur se despierte?
-Tengo grandes expectativas de rol integrador que puede tener Brasil, como ya lo tuvo en el pasado. Entre el momento de crisis del final del gobierno de Dilma Rousseff y los años de Bolsonaro ya en los últimos seis años estuvo bastante ausente en algunos foros. Tengo expectativas de que reaparezca, pero eso también tiene que ver con lo que hablamos de la pérdida de peso de la región. Pero estas expectativas están condicionadas por las tensiones internas que tiene Lula y que ponen restricciones a su ambición de salir, primero debe estabilizar su frente interno. No estoy tan segura de que se puedan dar tan aceleradamente esa salida. Lo que pasó a comienzos de enero fue un llamado de atención muy grande; mal se puede exportar lo que no se tiene internamente.
-¿El Mercosur está dormido?
-Soy una defensora del Mercosur; el tamaño de los mercados cuenta, no es lo mismo el de un país, incluido Brasil, que el de un bloque. Creo que si hay algo que criticarle al Mercosur es el aletargamiento, hay que imponerle una aceleración. Pero sobre el acuerdo con la UE creo que, además de la responsabilidad del Mercosur, hay enormes deficiencias del lado de Europa. Si efectivamente valoran el vínculo con la región deben avanzar; que el acuerdo esté totalmente condicionado a lo agrícola en Francia es un severo problema, porque es minúsculo desde lo económico y se puede resolver desde lo político; los subsidios funcionan en la UE y se podría encontrar un modelo que contrarrestara la tensión. La UE tiene que dar una señal clara de que está dispuesta a avanzar sino nos quedamos en retórica y hay que pasar a los hechos. Un vínculo fortalecido con Latinoamérica beneficiaría a las dos partes, sino se da esa visión estratégica será complejo. Igual, no creo que haya tiempo de que se logre el acuerdo antes de la cumbre de octubre, pero se pueden dar algunos pasos que muestren esa convicción de resolver.
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