Sobre los trenes chinos y la mala praxis financiera de la Argentina
La Argentina ha descuidado -aparentemente ex profeso- las relaciones con la mayoría de las entidades internacionales de crédito. Esto es algo que debería definirse como mala praxis financiera.
En general, es difícil establecer los motivos de tales decisiones cuando las mismas están contaminadas por motivos políticos y la exactitud financiera es dejada de lado. Todo esto, junto con la pluricausalidad de algunos eventos, hacen difícil un análisis preciso. Y un evento que se destaca sobre el resto y podría considerarse como el inicio del deterioro de nuestras relaciones con agencias internacionales fue el repago al FMI.
El repago de la deuda argentina al FMI causó estupor en ciertos círculos de la banca por la aparente irracionalidad del mismo: el país estaba frente a un default, entonces, ¿para qué repagarle la deuda a un ente internacional que no pedía la cancelación de la misma?
Fue interesante también el aliado particular que acompañaba a la Argentina en esta aventura: la República Bolivariana de Venezuela.
Desde la política oficial se promocionó esta relación como un gesto de buena voluntad por parte de Chávez hacia la Argentina; la oposición o los escépticos lo señalaron como una simple maniobra de especulación en donde Venezuela tomaba en sus arcas bonos de un país (Boden) a una tasa usurera.
Obviamente, ninguna de las dos era la visión correcta. En realidad, Venezuela estaba operando como un hedge fund (fondo buitre) donde tomaba los Boden de la Argentina y los revendía en su mercado local contra bolívares. De más está decir que el mercado local venezolano (bancos y casas de Bolsa) vendían estos papeles en el día al mercado internacional contra dólares, a descuentos enormes. En síntesis, Venezuela no se quedaba ni un sólo día con la deuda argentina: era sólo un mecanismo para regular su endiablado mercado cambiario.
La Argentina había elegido cambiar a los típicos intermediarios financieros que usan los países desarrollados (JP Morgan, Deutsche, Credit Suisse, etc) por un nuevo jugador: "Chávez Banca de Inversión SA". Toda una demostración de talento financiero.
Volvamos a por que Néstor Kirchner decidió repagarle al FMI y, por el contrario, defaulteó el Club de París.
Esto podría ser visto como una decisión insensata, salvo que el presidente argentino quisiese evitar la auditoría del FMI y utilizar argumentos político-imperialistas como cortina de humo. Todo indicaría que éste fue el caso. Pero lamentablemente lo que la anterior administración (seguramente por ignorancia o impericia) no anticipó fueron las consecuencias de incurrir en un evento de incumplimiento con el famoso club.
Es discutible si el FMI ha sido una influencia positiva para alguno de los países latinoamericanos donde aportó recomendaciones económicas. Personalmente, creo que ha tenido, en algunos casos, consecuencias impensadas. Sin embargo es innegable la calidad de su auditoría y control, y cuenta con el prestigio de la mayoría de los inversores internacionales.
Al cancelar la deuda del FMI y básicamente enterrar la relación con dicho ente, el país no solo perdió una línea de financiamiento en un momento crucial, sino que también desechó la posibilidad de obtener asistencia adicional en el futuro. Claramente fue una maniobra cuestionable.
Por el otro lado, al cancelarle al FMI, no le quedó al gobierno ninguna otra alternativa que no pagarle al Club de París. Si bien el llamado "club" no es realmente una entidad como el Banco Mundial o el FMI, sino un grupo ad hoc que se reúne prácticamente en forma mensual y proporciona recursos para países en problemas, sus reglas son estrictas y las ramificaciones de un default se extienden prácticamente a todas las agencias de crédito de exportación conocidas.
Así, las llamadas ECA (export credit agencies), como por ejemplo Hermes (Alemania), SACE (Italia) o Coface ( Francia) automáticamente se vieron cerradas para la Argentina y repentinamente infinitas líneas de crédito para reforzar la adquisición de bienes de capital de casi todo el mundo civilizado se terminaron.
El gobierno de Kirchner había pateado el tablero sobre toda la capacidad de financiamiento en temas de transporte, energía, tecnología, etc. Las ECA, que fueron creadas para facilitar la exportación de bienes de capital a tasas subsidiadas y competitivas, quedaban fuera de la órbita de un país en problemas.
La mala praxis de una mala decisión estaba concretada. Se había optado por una alternativa por motivos políticos sin anticipar o siquiera importar las consecuencias, y dejado al país sin financiamiento y en las manos del único proveedor que no era alcanzado por la aventura, la República Popular China. ¿O realmente alguien pensó que los trenes chinos eran tecnológicamente superiores a los Franceses?
El autor es socio fundador de White-Bridge Capital, ex Head de América latina de deuda Corporativa y soberana para ABN-AMRO Bank y especialista en temas de reestructuración corporativa y gubernamental.