Si el comercio exterior fuera como el fútbol, habría que pedir el VAR
Complicaciones con el acceso a divisas, exceso de regulaciones, y autorizaciones, o no, para importar pero sin demasiados fundamentos están entre las bases de un juego incomprensible
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En el Mundial que se disputa en Qatar ha habido muchas sorpresas, buenos y malos comportamientos, ansiedad y resultados. Puedo decir lo mismo respecto a las sorpresas, comportamientos, ansiedad y resultados del comercio exterior argentino.
Las recientes y crecientes regulaciones sobre comercio exterior nos dan sorpresas, y generan buenos y malos comportamientos, como intentar “romper” un mercado. La ansiedad de saber si las divisas estarán o no autorizadas y cual será el resultado de una exportación que depende del tipo de cambio, de cambios en costos, acceso a mercados o clima me llevan a dos tipos de comentarios, sobre la naturaleza del comercio y sobre los resultados en nuestro país.
Sabemos que en todo comercio, y aún más en el comercio internacional, hay competencia, aleatoriedad e incertidumbre ya que es un sistema en permanente movimiento. Cambian compradores, vendedores y productos todo el tiempo.
En la Argentina no se conocen las razones por las que se autorizan o no algunas importaciones o precios
Sin embargo, cuando un gobierno intenta controlar el comercio se busca un orden lineal o simple, “vos sí, vos no” y se crea jerárquicamente, de arriba hacia abajo, top-down. Por ejemplo, en estos meses en la Argentina no se conocen las razones por las que se autorizan o no algunas importaciones o precios, lo que debiera ser público y conocido.
Sin embargo, los mercados no son algo ordenado o lineal. Es caótico por definición porque está en constante dinamismo, es un ente vivo. Inciden las guerras, los costos de transporte, el clima, la creatividad de empresarios propios o lejanos que diseñan productos o procesos. Si fuera fútbol, las comparaciones son fáciles: están la destreza de los deportistas, la actitud del árbitro y la pelota que parece tener vida propia.
En todo intercambio (o partido) hay subyacente un orden complejo que parte de un interés individual, que por estar volcado hacia el trabajo voluntario con otras personas, logra una ganancia para todos. Igual que el football, el comercio se crea de abajo hacia arriba, bottom-up, por decisiones, talentos, capacidades y recursos individuales. Un buen entrenador o un buen árbitro hacen mucha diferencia.
En 2021 Argentina era el país 44 en volumen de exportaciones, y el 88 en término de exportaciones per cápita. Somos un país muy cerrado. Si no se exporta, tampoco se puede importar. Lo que se importa es más barato o mejor que lo que se puede producir localmente (o nadie lo importaría) y con las exportaciones mostramos que nosotros somos más eficientes y mejores productores que quienes nos compran o... no nos comprarían. Tan simple como eso.
Desde 2002 a la fecha la cantidad de empresas exportadoras ha caído desde casi 13.000 a alrededor de 9500. La menor cantidad de empresas exportadoras muestra nuestras dificultades crecientes, pero no así la de otros países de la región, que tienen más empresas exportadoras. Como muestra, Marcelo Elizondo, en un reciente trabajo, explica que sólo 12 exportaron más de U$S 1000 millones y sólo 20 más de U$S500 millones. Si fuera fútbol, vamos perdiendo.
Todo partido tiene árbitro y en las grandes ligas se aplica el VAR. Todos los equipos quieren ganar. Todos los Bancos Centrales del mundo luchan contra la inflación y tienen que defender el valor de su moneda. Pero una cosa es pagar impuestos o recibir subsidios, y otra es la arbitrariedad sobre quienes y cuanto pagan o reciben. Debemos tener claridad en las regulaciones. Si no respetamos las reglas de juego, otros países nos dirán: Vaya pa´llá, bobo. Y seguiremos con escaso comercio exterior.
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