Señales de juego propio
La puesta en marcha de una batería de medidas en los últimos meses muestra la decisión del vecino de reorientar su política internacional; ¿qué hará la Argentina?
Durante el segundo semestre del año, el gobierno brasileño ha venido emitiendo señales que estarían indicando su predisposición para dar un viraje trascendental a la política internacional del país en materia económica y comercial. Este giro se consumaría con la celebración del primer acuerdo de última generación con países desarrollados, esto es, la Unión Europea (UE), aunque hasta ahora figura bajo la apariencia de un compromiso a ser contraído por el Mercosur en bloque.
En tal sentido, es notorio que tanto Uruguay como Paraguay habrán de sumarse al desafío. Y también se ha explicitado en declaraciones oficiales que Venezuela todavía no está en condiciones de hacerlo por no haber completado aún la incorporación al Mercosur. Pero ¿qué actitud asumirá la Argentina?
En primer lugar, propongo examinar las medidas adoptadas recientemente por Brasil, con el objeto de constatar que, más allá de los anuncios, habría una decisión política de reforzar a la brevedad las condiciones de competitividad previendo los desafíos planteados por la nueva modalidad de inserción internacional.
Entre otras disposiciones, en el último tiempo se destacan:
- La fijación de un procedimiento acelerado a fin de acceder a los beneficios fiscales para investigación y desarrollo, según previsiones de la ley de informática.
- Avances en el proyecto de ventanilla única con el objeto de unificar trámites de exportación.
- Activación de un régimen especial de reintegro de valores tributarios para empresas exportadoras.
- Puesta en marcha de la Agencia Brasileña Gestora de Fondos (ABGF)
- Aumento de recursos y extensión para pequeñas empresas de las prestaciones contempladas en el Programa de financiamiento de exportaciones (Proex).
- Inauguración en Ceará de la primera Zona de Procesamiento de Exportaciones, configurando así áreas primarias de control aduanero y acceso a tratamientos especiales; desgravación, hasta fin de 2014, de aranceles a la importación para bienes de capital, informática y telecomunicaciones no producidos en el país.
- Sustitución de un decreto de 1995 sobre investigaciones antidumping , acortando plazos para la aplicación de disposiciones provisionales de protección.
En segundo lugar, más allá del intercambio de ofertas y demandas de desgravación arancelaria entre los países del Mercosur y la Unión Europea, si damos por sentada la predisposición de Brasil a culminar esas tratativas, ¿cuáles serían las opciones argentinas?
La hipótesis más probable tiene que atenerse a la actualidad político-económica signada por "cepos" comerciales y cambiarios que impiden la suscripción de un compromiso semejante.
Deberíamos esperar entonces una concertación de plazos o instancias suspensivas de aplicación que confirmarían la tendencia al aislamiento. No resulta difícil imaginarlo: las concesiones acordadas entre Brasil y la UE potenciarían a los respectivos mercados en perjuicio de las expectativas argentinas para recibir inversiones y desarrollar su oferta exportable.
La hipótesis alternativa de una participación argentina cabe únicamente si aquellos "cepos" desaparecen. Pero en tales circunstancias aún habría que considerar el camino por seguir.
El primer camino consistiría en alinear las posiciones negociadoras con las de Brasil. Pero dadas las conocidas disparidades estructurales entre ambos países, así se consagraría a Brasil como el interlocutor directo de la UE, haciendo realidad la temida "Brasil-dependencia".
El segundo camino está plagado de obstáculos, pero parece más adecuado.
Doble renegociación
Consistiría en blanquear las diferencias con Brasil reconociendo que las disparidades estructurales preexistentes entre países en desarrollo tienden a agudizarse cuando esos países entablan vínculos similares con países desarrollados. Por ello, para la Argentina una negociación responsable con la UE implicaría, necesariamente, renegociar los vínculos con Brasil, hasta ahora distorsionados por el espejismo del Mercosur.
Ello significaría, entre otras cosas, acordar reglas para evitar que las subvenciones a la producción distorsionen el comercio recíproco e incidan sobre la radicación de inversiones; garantizar la operatividad de un mecanismo bilateral de salvaguardias, y prevenir eventuales desplazamientos de mercados en beneficio de Brasil si finalmente los dos países no alcanzaran a negociar en conjunto con la UE reglas sanitarias y fitosanitarias, y obstáculos técnicos al comercio.
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